Hace unos días leí en un tuit de Elena Veguillas un extracto de un texto de Eric Gill sobre el futuro del lettering y, en seguida, me llevó a pensar en el artículo anterior sobre el futuro de la tipografía según Ray Larabie. Este fragmento es algo diferente, pero nos ofrece la queja de un destacado artista y diseñador de tipos sobre la tecnología que se usaba en 1935. Gracias a ello, hoy podemos comparar su ruego con lo que hemos conseguido hasta la fecha. Y no solo eso, en una de sus reflexiones he encontrado una cuestión sin resolver (y no es la primera vez que me tropiezo con ella).
El fragmento está publicado en la Revista Commercial Art, volumen XVIII, enero-junio 1935. En la página 159 encontramos dicho extracto de una carta de Eric Gill. Su contenido no puede ser más actual:
Transcripción del texto original:
IS ALL LETTERING OUT OF DATE?
ERIC GILL thinks so:
” It is my perfectly serious and long considered opinion that lettering has no future worth talking about—that lettering and word-making by letters (not to mention our ridiculous spelling—and I’m not going to be side-tracked into any project for reform of spelling)—lettering is a very clumsy and tortuous and out-of-date and therefore ridiculous and more or less despicable business. (I’m not talking about beauty. I leave that to the art critics whose business it is.)“I hold that some form of phonography is the necessary future means of word conveyance. And as we already have ordinary office ‘shorthand’ and a million or more men and women familiar with it, there is no difficulty in making it a universal means of communication.
“Surrounded as we are by the efforts of inventors of all sorts to introduce reasonable improvements in architecture and furniture and means of communication and transport, it seems monstrous that the most important of all means of communication should still be tied up and frustrated by no clumsy a thing as ancient Roman and medieval lettering—that, as I have said elsewhere, I should think the word `thought’ and say the word ‘ thought ‘ and still be compelled to write a thing so silly as THOUGHT !—that I should spend three-quarters of an hour scrawling out this letter to you when by a reasonable phonography I could have done a it in five minutes. And it is not because I want to save time merely to save time—but because I want a reasonable correspondence between thought and thing.”
—Extract from a letter addressed by Eric Gill to “Regent Activities.”
Traduzco a vuela pluma (y perdonadme porque es lo más difícil que he tenido que traducir hasta la fecha) para que todos podamos seguir sus razonamientos:
¿Está pasado de moda el lettering en todas sus facetas?
Eric Gill opina lo siguiente:
En mi opinión, perfectamente seria y largamente considerada, el lettering no tiene futuro del que merezca la pena hablar —tanto el lettering como la construcción de palabras con letras (sin mencionar nuestro ridículo sistema de ortografía, y no me voy a desviar del camino para emprender ninguna reforma del mismo)— porque es pesado, enrevesado, anticuado y por lo tanto ridículo y un negocio despreciable (no estoy hablando de belleza, dejo ese tema a los críticos que se encargan del tema).
Sostengo que algún tipo de fonografía [no se refiere a la grabación de sonido en un formato físico, como el vinilo, sino —probablemente— a la taquigrafía Gregg, un sistema de escritura fonético publicado en 1893 con el nombre light-line phonography, una evolución del sistema Pitman, de 1837] es el futuro medio de transmisión de las palabras. Como ya tenemos un sistema de taquigrafía de oficina y un millón o más de personas acostumbradas a él, no habría mayor dificultad en hacerlo un vehículo universal de comunicación.
Rodeados como estamos por los esfuerzos de inventores de todo tipo para introducir mejoras en arquitectura y mobiliario, así como en medios de transporte y comunicación, parece una verdadera vergüenza que el medio de comunicación más importante de todos deba estar a estas alturas sujeto y frustrado por algo tan ridículo como el lettering romano y medieval —como siempre explico: si pienso en la palabra ‘pensamiento’ y digo ‘pensamiento’, ¡por qué tengo que escribir algo tan estúpido como PENSAMIENTO!— que te obliga a pasar tres cuartos de hora garabateando esta carta cuando con un sistema taquigráfico razonable podría tenerlo hecho en cinco minutos. Y no se trata solo de ahorrar tiempo por ahorrar tiempo sino de querer una correspondencia razonable entre el pensamiento y la cosa.
En una primera lectura (del original en inglés) pensé que se estaba quejando de la tecnología de escritura y que anticipaba la llegada de la tipografía digital, consiguiendo grabar los textos en discos físicos, pero al hacer la traducción tuve la precaución de buscar otros posibles significados de fonografía en la Enciclopedia Británica, porque no me encajaba con la siguiente frase. ¡Bingo, estaba hablando de taquigrafía!
Es entonces cuando el texto de Eric Gill se vuelve más interesante todavía, y más actual, e intentaré explicar por qué lo creo así: actualmente ya no tardamos 45 minutos en escribir una carta, sino 5, y no es por haber cambiado el sistema de escritura-a-partir-de-letras sino por haber acelerado la composición tipográfica gracias a las computadoras y a la tipografía digital. Este «desafortunado accidente» nos ha privado de la discusión de fondo que anticipa Eric Gill: ¿Tiene sentido seguir escribiendo letra a letra en un momento y una sociedad que ya no escribe de manera lineal (piensa, por ejemplo, en el concepto de hipertexto) y cuyas historias se construyen con narrativas cuya lógica se aleja definitivamente de los clásicos?
¿Debemos abandonar el diseño de nuevas helvéticas/futuras/bodonis/garamonds y evolucionar la escritura hacia la taquigrafía, como opinaba Eric Gill, hacia un sistema ideográfico como el kanji, o a una tercera vía aún sin explorar? ¿Tiene sentido seguir «tocando el piano» para escribir o es más lógico dictar el texto como hace mi hija de 10 años a su iPad? ¿Y qué hacemos con la ortografía, qué lugar ocuparía en un sistema semejante?
Hemos desperdiciado mucho tiempo desde que Eric Gill hizo su predicción tratando de imitar la caligrafía, acelerar los procesos de composición, hacer más en menos tiempo, y no nos hemos parado a pensar si realmente merecía la pena. Desde luego, no puede ser un comportamiento más humano, pero sospecho que estamos llegando al momento de empezar a tratar estas cuestiones, y el síntoma más claro es el canto de cisne que estamos viviendo con la tipografía paramétrica y las variable fonts.
Actualizado 03/05/2017