Impronta Casa Editora: «Nuestro trabajo está desacelerado»

Kike Infame aprovecha la última edición del Encuentro de ilustración Irudika para hablar con Alexia Halteman y Carlos Armenta de Impronta Casa Editora sobre su peculiar forma de trabajar, sobre sus procesos creativos y sobre la situación del mundo editorial, entre otros temas. Hay lugares en los que se respira el amor a los libros. Es el caso de la mexicana Impronta Casa Editora, en la que cada nueva obra es una carta de amor al libro, su historia y sus procesos. La última edición del Encuentro de ilustración Irudika nos dió la oportunidad de conocerles mejor y descubrir de cerca su proyecto. ¿Qué es Impronta Casa Editora? Alexia Halteman: Es una editorial que trabaja con tipos móviles y linotipias, así que también es un taller de impresión. Es un poco complejo porque es una casa donde está la imprenta, las oficinas, la librería, cafetería, un espacio de exhibición que se vuelve un punto de encuentro en el que se celebran charlas, presentaciones de libros... Un poco de todo. ¿Cómo nace? Carlos Armenta: Impronta nace para rescatar máquinas de impresión en 2014. Ya habíamos estado un poco antes en algún proyecto de Letterpress y nos juntamos cuatro personas: Alexia, Helena Aldana, Clemente Orozco Farias —que murió el año pasado— y yo. Junto al equipo del taller rescatamos primero una máquina linotipo con una prensa Chandler de 12x18 y poco a poco el taller fue creciendo. La idea central era rescatar estas máquinas antiguas y echarlas a andar para hacer libros. Cuando encontramos la casa, que está en el centro de la ciudad, todo fue tomando forma. ¿Cómo surgió el encuentro entre los cuatro? A.: Vino de un proyecto editorial anterior en el que estuvimos desde 2009 y se llamaba Taller Ditoria. Hubo una ruptura, salió uno de los socios, y los que nos quedamos teníamos la linotipo y queríamos seguir haciendo libros. Así surgió Impronta. C.: Nos conocíamos de estar en lo mismo. Alexia y yo somos pareja y estudiamos literatura, Clemente estudió arte, Elena es arquitecta y diseña interiores. Comentabais que la aparición de la casa es fundamental. A.: Así es. Estuvimos dos años en otro local. Nos llevábamos muy mal con el casero. Pudimos conseguir un préstamo para la casa y la fuimos haciendo poco a poco. Esto cambio nuestra disposición ante el proyecto. Ya teníamos una deuda y muchas ganas de echarlo a andar. No solo teníamos que hacer libros sino sacar dinero de otro lado y se agregó la librería. C.: Se convirtió en algo serio y transformó el modo en el que enfocamos Impronta. Además de dedicarle todo el tiempo (Alexia y yo estamos en el día a día) nos hizo reflexionar sobre la estructura de la editorial y del contexto de hacer libros. En la librería buscáis ediciones singulares. A.: Sí. Las editoriales que buscamos son independientes, pequeñas, no se encuentran en la ciudad. Pequeños proyectos editoriales de una persona... rastreamos para encontrarlos. ¿Cómo es la situación del libro en México? C.: Como en muchos países, una gran parte está concentrada en la capital. Una tercera parte de las librerías y de la producción está en la ciudad de México. Eso implica que debemos tener presencia allí. Estamos en la segunda ciudad más grande y eso ayuda y lo diferencia de otros proyectos del interior. Hay un foco muy importante en el autor pero no es lo que más nos interesa. En nuestro proyecto queremos ponerlo en las distintas partes y manos que participan en la elaboración del libro. Esto hace que, además de trabajar con algunos escritores convencionales, trabajemos con artistas, ilustradores... para que nos permita ir ensanchando la idea de libro que tenemos en conjunto con el taller. «Hay un foco muy importante en el autor pero no es lo que más nos interesa» A.: Nos gusta cuando viene a trabajar un nuevo artista al taller porque siempre trae algo nuevo a la mesa y podemos cuestionarnos partes de nuestro trabajo diario al colaborar con esa persona. ¿Cómo surgen las colaboraciones?, ¿Buscáis los autores u os buscan ellos a vosotros? A.: Un poco las dos cosas. Trabajamos muy lentos por los procesos entonces tenemos enseguida planificado un año y el siguiente. C.: Cada año hacemos cuatro libros. Normalmente los autores más convencionales nos permiten trabajar con mucha libertad. Se comprometen muy poco. Son más los artistas visuales los que se implican en este aspecto y con ellos trabajamos en todos los aspectos. Tardamos tres meses en hacer el libro. Ellos vienen una semana para marcar las rutas de trabajo y nos vamos comunicando. Estas máquinas tienen unos límites, un techo tecnológico que no podemos saltarnos. Entiendo que eso condiciona a los y las autoras y su forma de trabajo. A.: Pero dan fruto esas limitaciones. Tienen que pensar otras maneras de trabajar y nos gusta esa idea de que tengan que adaptar su manera de trabajar a las posibilidades que les ofrece la máquina. C.: Hay una educación de la pantalla sobre el ojo. Al principio es complicado porque el ojo está muy acostumbrado a la presencia de las pantallas y la virtualidad. Es normal pero hay que trabajar con ello. Cada libro es una aventura. ¿Cómo es el proceso de un proyecto?. A.: Sí, tenemos una colección que mantiene un diseño y por lo general nos gusta explorar formatos, papeles. Nos gusta pensar los contenidos del libro y que forma necesitan para expresarse. Hablabais de lo digital. En un mundo en el que consumimos imágenes de un modo compulsivo vuestro planteamiento pone el foco en el libro-objeto y en la experiencia única de la lectura analógica. C.: Nuestro trabajo ya se encuentra desacelerado. Hablábamos antes de desacelerar la producción, que en nuestro caso marca el ritmo de la máquina. A.: Y de quién lo trabaja. En la imprenta trabajan un linotipista y un impresor que son ya ancianos. C.: Son los que nos han enseñado. Trabajan a media jornada porque ya están jubilados. Siempre decimos que vamos al ritmo de los más lentos. Es una declaración de intenciones por lo lento y lo gestual. Aunque estamos a medio camino porque dentro del boom del libro-objeto y el libro artístico ha surgido un producto muy dirigido a los coleccionistas en el que no tenemos mucho interés. Aunque en el libro, por su proceso, acaba siendo un poco costoso, no nos apartamos del arco de precio de los libros offset importados. Estamos en las librerías con el resto de los libros, porque no nos interesa que se convierta en un producto de lujo. Estáis en todas las fases del libro, desde la producción hasta la venta. Imagino que eso hace que tengáis que buscar el equilibrio entre lo que os cueste producir y lo que el público pueda permitirse pagar. A.: Sí, eso era muy importante para nosotros. El proyecto en el que estábamos antes tenía unos precios muy caros y cuando empezamos con Impronta tuvimos claro que no buscábamos ese objeto exquisito al alcance de unos pocos. C.: Sin descuidar los procesos ni los resultados ni precarizando nuestro trabajo. Era la gran pregunta de fondo pero se pudo hacer gracias a la diversificación del trabajo que hacemos. Los eventos, la cafetería, los encargos... permiten que el tope de nuestra tirada sea de 500 o 550 libros dependiendo de la audiencia a la que va destinada. Los libros, con toda la inflación del papel, tienen un precio máximo de 25 euros. Reflexionamos sobre cómo debe comercializarse el libro... la lentitud del proceso hace que las doce personas que formamos hoy el proyecto podamos plantearnos todas estas cuestiones. «La lentitud del proceso hace que las doce personas que formamos hoy el proyecto podamos plantearnos todas estas cuestiones» Maite Martinez de Arenaza de La Taller comentaba que, cuando compraron la primera máquina, el dueño quería conocerlas. Una vez se convenció de que eran dignas de su confianza se decidió a venderles la máquina e incluso les enseñó su funcionamiento. A.: Clemente, nuestro socio que ya murió, fue el que encontró la primera máquina por el barrio de imprentas de antes de Guadalajara. El linotipista, Don Rafa, un señor de más setenta años, decía que la iban a echar al kilo, que es como en México decimos que se va a vender al peso de metal. Queríamos ver la máquina pero nos dimos cuenta de que, sin la persona que sabía operarla, no había nada que hacer con ella. Don Rafa nos dijo entonces que quería venir a trabajar con nosotros. Es su vida. C.: Él cuenta de broma que venía incluido con la máquina. A.: Clemente era el loco adecuado para esta aventura. C.: Tenemos un librito que se llama Linotipia: uno se encariña del oficio como se encariña de un ser querido. Este librito está compuesto por entrevistas a seis linotipistas de Guadalajara. En este libro ellos hablan de lo que pasó cuando comenzó la chatarrización de todas estas máquinas y lo que sentían ellos al ver cómo terminaban fundidas. Hay un interés muy grande por ver qué va a suceder con las máquinas. Hemos conseguido máquinas a mejor precio solo porque van a estar en el taller y van a seguir teniendo un uso imprimiendo. A.: Nos hemos encontrado que muchos de los impresores viejos que nos venden sus máquinas sí quieren que se sigan usando, que no se las eche al kilo. Es muy sentimental su relación con la máquina. Siempre los invitamos a venir al taller y se ponen a recordar. A.: Nuestro taller está formado por máquinas de distintas imprentas de Guadalajara. Hemos ido recuperando algunas. Alguna restauración de máquinas nos ha llevado un año. Rodolfo se retiró de dar clases y se puso a restaurar su máquina. Es algo de mucho cariño. Compagináis la impresión con los talleres, que comentabais que ayudaban a sostener el proyecto. ¿Qué tipo de gente se acerca a estos talleres? A.: Afortunadamente tenemos mucho trabajo de imprenta. Tenemos también una risograph así que hacemos servicios editoriales. Hacemos un poco de todo para sostener nuestro proyecto de edición y de rescate de máquinas que requiere mucho tiempo. C.: Es costoso porque hay un gremio que se dedica a la mudanza de estas máquinas. La familia Montes, que se ocupa de eso, usa poleas porque no se puede desnivelar la máquina, que son muy grandes. Recuerdo la Heidelberg de cilindro, que es la más pesada que tenemos. Recuerdo llegar a las 8:00h. a preparar el sitio y ellos aparecieron a las 9:00h. Eran las 16:30h. Y la máquina había avanzado tres metros. Era muy pesada y no querían posarla porque su propio peso podía lastimarla. Resulta costoso moverlas. Estas máquinas habitan casas, garajes, estudios... pero fueron hechas para grandes talleres y el nuevo bodegón que surge, lejos de la producción más industrializada, transforma la dinámica en la que se realiza el libro. Estáis en Guadalajara, un centro neurálgico del libro. A.: Sobre todo está la feria pero en el día a día no hay tanto movimiento. C.: Es como Semana Santa. Son diez días de mucho rezar y el resto del año de mucho pecar. Casi no hay librerías en Guadalajara. Es algo curioso. ¿México es elemento tractor del libro en latinoamérica? A.: No tiene la fuerza de Buenos Aires en la que hay mucha producción y lectores. C.: Lo que tiene México es que es muy grande y hay muchos lectores. Todos están alfabetizados y la circulación de los editores está muy relacionado con iniciativas del gobierno para cubrir toda el área infantil y juvenil. Es allí donde está el foco. Con las grandes superficies y Amazon han caído muchas librerías independientes. Nosotros nos estamos organizando de forma gremial para garantizar espacios en los que haya una mayor biodiversidad del libro. El libro se ha enfrentado a nuevos retos como la pandemia o, más recientemente, la carestía del papel. C.: Escuchamos que hace meses los papeleros hacían acopio de material para el momento en el que subiese. Era un momento raro ver esa especie de conspiración por acaparar material. A.: Que ha sucedido. El papel ha subido un 30%. C.: En México el problema es su cercanía con Estados Unidos. Eso hace que, aunque tengamos poca inflación, al ser uno de los principales clientes, acabamos asumiendo la suya. En México el libro está dolarizado. A.: En cuanto a la pandemia, los primeros meses tuvimos mucho miedo porque vivimos de los servicios de impresión y la editorial y en México se paró todo. La imprenta tuvo que cerrar pero estuvo bien porque nos centramos en la librería que es lo que podía seguir andando y nos permitió sobrevivir. «Los primeros meses de la pandemia tuvimos miedo» C.: Hablando con otros colegas de Chile o Argentina, la gente se volcó en las librerías independientes. Hubo mucha solidaridad. Incluso hubo quien hizo el pago y nos dijo que, si el mundo no se acababa, vendría a usar ese crédito. Hablabais de ralentización. Con la pandemia se replantea el ritmo de producción. A.: Permitió que no se mirase tanto a la novedad. C.: Entonces se publicaban en América latina 1.500 novedades al año además de reimpresiones y libros de ocasión. Eso va a volver pero a los pequeños nos ha permitido dialogar en otros espacios que estaban ocupados por los grandes. A.: Las grandes franquicias cerraron y se mantuvieron las pequeñas. C.: Vivimos en crisis permanente así que estamos preparados para la siguiente. Guadalajara es Capital Mundial del Libro de la Unesco este 2022. C.: Celebramos todos el nombramiento sin embargo, lejos de los discursos del evento, no acaba de suceder un cambio hacia la producción del libro y su ecosistema. No hay una mejora en las condiciones de las personas que participan en él más allá de editores y autores y sería una buena oportunidad para que nos sentemos a hablar de ello, de las políticas públicas para mejorar la forma de vida de los y las trabajadores del libro. El programa del Ayuntamiento es traer a grandes autores y llevarlos a los barrios, que nos parece muy bien, pero pensamos que parte de ese dinero podía ir destinado a sanear la situación de estos trabajadores. Es el trabajo del día a día que creo que es lo que se debe hacer. Nuestra generación es más consciente que la anterior que la producción del libro es también su administración y para nosotros debe ir de la mano. No se puede hacer un libro sin recapacitar sobre el reparto del capital y que no haya impagos en ningún eslabón de la cadena. A.: Estamos en gran parte de la cadena de producción y escuchamos las quejas de todas las partes y tenemos cierta visión de conjunto. ¿Proyectos? C.: Estamos por reeditar una conferencia, Caminar. Es el primer libro que agotamos. Fue algo extraño, ver que no teníamos cajas de libros guardadas (Risas). No nos lo esperábamos. Haremos una reedición conmemorativa. Para nosotros es muy complicado porque tenemos que volver a fundir tipos. Haremos el interior con risografía. A.: Es nuestro plan, las primeras ediciones hacerlas en linotipo con móviles y si queremos reimprimir hacerlo de otro modo porque es imposible dedicarle otros tres meses. C.: Estamos sacando también un libro de Valeria Mata, plagie copie manipule robe reescriba este libro, con una serie de ensayos que ponen en discusión los problemas de la autoría y del copyright, que es un tema que como editorial nos interesa mucho. Tenemos la idea de que los libros no los hace el autor, el autor escribe los textos, el libro lo hacen otras personas. Tenemos otra colección que se llama Grieta, papeles insurrectos. Son libritos políticos como La anarquía explicada a los niños, que editó en España Zorro Rojo. «Tenemos la idea de que los libros no los hace el autor, el autor escribe los textos, el libro lo hacen otras personas» A.: Es la única colección que tiene un formato definido. Los demás no están definidos. Es una locura. Con Paulina Magos publicaremos Mujeres en bicicleta, un manual del siglo XIX sobre cómo usar la bicicleta, cómo vestirse... la bicicleta visto como una herramienta de emancipación. C.: También haremos un taller en Oaxaca sobre diversidad lingüística en conjunto con Keving Hernán. Estamos trabajando con el COLMIX para adaptar los glifos para el mixe, que también se habla en Oaxaca y es un proyecto que nos entusiasma. La necesidad de imprimir lenguas minorizadas dignamente y que tengan una tipografía pensada a partir de las necesidades de su representación fonética.

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