Entrevistamos a Tino Soriano, el reputado fotógrafo conocido por sus reportajes fotográficos en revistas como National Geographic o Viajar. Una entrevista sobre cómo ha evolucionado la fotografía, el ritmo de vida, la suerte y la ética visual. Recién galardonado con el Premio Nacional de Fotografía Piedad Isla, nos explica su opinión sobre algunos de estos temas.
- La fotografía suele ir muy ligada a aficiones: al fotógrafo deportivo le gustan los deportes, al de moda la moda, al paisajista la naturaleza. ¿Cuál es tu afición como fotógrafo documental?
Explicar la gente a la gente. Explicar historias humanas.
- Estos tipos de fotografía (deportiva, paisaje, moda…) suelen tener técnicas más o menos fijas. Sin embargo, la fotografía documental y la de viajes abarcan muchas de éstas. ¿Convierte esto al fotógrafo documental en el más completo?
Yo lo comparo con la medicina: el médico de cabecera ha de saber un poco de todo para luego enviarte al especialista. Yo estoy muy orgulloso de ser un médico de cabecera, porque es una especialidad que te permite abordar prácticamente casi todo sin tener la necesidad de dedicarte toda la vida a lo mismo o evolucionar en un mismo campo. Es decir, en la fotografía que yo hago te puedes enfrentar a un edificio, a un retrato, a un paisaje, a una acción…
- Siempre has estado muy metido también en el mundo de la medicina. ¿Cómo es fotografiar historias dentro de hospitales? Debe ser muy duro…
Mi padre era médico y quería que yo fuese médico. Sin embargo, yo solo llegué a estar en un hospital como administrativo y, posteriormente, como jefe de audiovisuales, llevando vídeo y fotografía. Fue entonces cuando me di cuenta que tenía acceso a un mundo en el que es muy difícil de entrar; por derechos de imagen, por la situación de las personas, el papeleo… Además, ya estaba habituado a ese entorno, tenía aguante en los quirófanos. Recuerdo que yo acababa de entrar en el departamento de audiovisual y el primer encargo que llegó fue una autopsia. El caso es que, este acceso, tanto en este hospital como en otros, me fue abriendo puertas. Me dejaban pasar a donde otros fotógrafos no podían acceder. Me hice conocido.
Por otra parte, cuando hice mi primer reportaje en 1992 sobre niños con cáncer nadie había tratado este tema, al menos con tanta profundidad. Aunque yo no lo sabía. Solo me limité a hacer un tema que me habían propuesto para recaudar fondos; y esto, sin saberlo yo, supuso una revolución en el sentido del gran alcance que tuvo. La razón de este tipo de fotografía tiene que ver con las emociones que se viven en un hospital; desde la emoción de un nacimiento hasta la del fallecimiento. La vida transcurre ahí.
- ¿No crees que este tipo de fotografía puede llegar a dar una imagen deshumanizada o frívola del fotógrafo?
Ningún buen fotógrafo sería capaz de entrar dentro de la morbosidad con esta fotografía. Una foto morbosa nunca es una buena fotografía. Un buen fotógrafo es el capaz de captar escenas tremendas sin llegar a este punto; suele presentar algo con lo que el público debe pensar y reflexionar sobre lo que ve, a pesar de que el mensaje que esté enviando sea durísimo. No es fácil adquirir este lenguaje.
Estás tratando temas que te afectan, no eres de piedra. Por eso, igual llega un momento en el que puedes decidir que te vas, y no seguir con este tipo de fotografía. Pero lo que está claro es que cuando te dedicas a esta fotografía no la haces en busca de un reconocimiento o un premio; lo haces porque quieres explicar historias importantes que el público no puede ver. Mi trabajo ha estado centrado siempre en la búsqueda de fondos para los colectivos y personas que fotografío.
En estos casos, la fotografía es importante porque si no hay una evidencia, el problema no existe, no se visibiliza. También hay que saber mostrar esta evidencia de manera asumible, una imagen que pueda parecer demasiado dura puede crear un sentimiento de rechazo en el público y que pase la página, no dejando tiempo a esa reflexión que se busca.
- Está claro que no se busca el reconocimiento o el premio al contar esas historias pero, aun así, recibiste un galardón de la OMS por ella. De hecho, más allá de esta fotografía ambientada en hospitales, has recibido una gran cantidad de premios: desde World Press Photo a premios de la UNESCO. El último ha sido el Premio Nacional Piedad Isla que da la diputación de Palencia. ¿Qué supone ganar premios como este? ¿Se acostumbra uno?
Pues supone, de entrada, una sorpresa. Sorpresa porque cuando uno esta trabajando, quizá, lo último que está pensando es en que le premien. Quizá la diferencia está en que como mi trabajo es tan vocacional, no me parece un trabajo. Cuando me llamaron de la diputación de Palencia para informarme de este premio y ves las personas que te han precedido, te sorprende. Eran mis referentes. Nunca te imaginas estar reconocido al mismo nivel que ellos. Te quedas sorprendido y, a la vez, orgulloso.
- ¿Tienes un equipo con el que suelas trabajar habitualmente o, según el viaje, eliges la cámara y la óptica?
Durante toda mi carrera he utilizado el mismo equipo – sin contar la marca o el modelo -. Trabajo con una cámara semiprofesional – por un tema de tamaño – y un 35mm. Aunque alguna vez puedo utilizar un 24mm o un 90mm, según la escena. Trabajo con el 35mm porque es la visión más similar al ojo humano que hay, intento no estar más lejos de 10-15 metros de lo que ocurre. En mi caso, necesitas estar cerca de lo que ocurre, la habilidad de acceder a esa acción es el reto.
Además, el hecho de trabajar con una semiprofesional te hace pasar más desapercibido. Hay que tener en cuenta que la calidad de la imagen viene marcada por la calidad de la óptica, más que por la propia cámara. Si te fijas, las fotografías que han cambiado la historia fueron tomadas con cámaras mucho más sencillas y que ahora pertenecen al coleccionismo.
- Y, ¿cuál es la técnica que utilizas?
Sinceramente… Trabajo en automático. Aunque es cierto que llevo 30 años fotografiando y ya conozco cómo funciona mi cámara. Soy como ese mecánico que sabe qué rosca o tornillo girar para que todo funcione bien. Al fin y al cabo, en la fotografía lo único que vale es el resultado. Nunca he tenido que presentar un diploma en una entrevista de trabajo.
- En otras ocasiones has hablado de la universalización de la fotografía; el hecho de que prácticamente cualquier persona del mundo pueda fotografiar lo que está pasando en la actualidad. ¿Cómo crees que nos afecta esto a nosotros como sociedad?
Partiendo de que una de las imágenes más virales del mundo fue tomada por un mono, poco más puedo añadir (entre risas). La verdad es que esta universalización tiene una realidad positiva y otra negativa.
Por una parte, como pasó con aquellas fotografías de los marines en Irak con los cadáveres, la visibilidad y la repercusión se incrementan. Seguramente un fotógrafo no podría haber hecho esa foto. Sin embargo, a través de esta universalización de la fotografía podemos recibir imágenes así. Otro ejemplo sería que tras uno de los primeros bombardeos en Gaza los fotoperiodistas no tenían acceso a la zona; sin embargo, la gente que estaba siendo bombardeada era aquella que transmitía las imágenes que no se querían difundir. Es importante que cualquier persona pueda contarnos qué ocurre a través de sus fotografías.
La realidad negativa es que el 95% de las fotografías que nos llegan están vacías, no valen. La gente toma muchas fotos, pero sin mensaje. Yo creo que en parte es problema del sistema educativo; estamos en el siglo XXI y nadie ha pensado hacer una asignatura sobre imagen. En un momento en el que todo el mundo se expresa con imágenes, que no haya una enseñanza de cómo utilizar este tipo de comunicación es triste.
- Con las redes sociales, es un hecho que vivimos en una época de sobreinformación visual. Vemos una cantidad ingesta de fotografías al día, y desde todos los rincones del mundo. ¿Hace esto que dejemos de apreciar los momentos y lugares que vivimos? Por ejemplo, al viajar…
Todo el mundo hace las mismas fotografías de los mismos lugares y esto lo convierte en aburrido. Además, necesariamente esto conlleva una pérdida progresiva de calidad. Los suplementos documentales o revistas de compañías aéreas – que eran las que marcaban el estándar de la excelencia en la fotografía de viajes – es donde más se nota esta caída de calidad. Se ha convertido en fotografía previsible.
Sin ninguna duda, hemos ido a peor. Es patético ver que la gente pierde tiempo fotografiando el lugar, pero no lo observa. Por ejemplo, los pescadores de cormoranes en la China; lo buscas en Internet y hay miles de imágenes de los mismos tipos, porque son viajes organizados. Y esto ha vulgarizado la forma de viajar y la aventura. Creo que sería interesante volver a la forma de fotografiar de principios del siglo XX que sí transmitía esa sensación de aventura.
Pero es cierto que este problema no solo es causa de la fotografía; los lugares turísticos se han convertido en tiendas de souvenirs gigantes y es el turismo que atrae. De hecho, los buenos fotógrafos que conozco no van como descerebrados a hacer las fotos cuando llegan a un lugar. Primero se dedican a observarlo y, tras entender como son los ritmos de vida y las situaciones, es entonces cuando son capaces de fotografiarlo.
El ejemplo más reciente que recuerdo es un día que decidí quedarme 15 minutos al lado de la Mona Lisa. La gente solo se dedicaba a darle la espalda para hacerse un selfie y luego mirar si había salido bien. Nadie se paraba a observarla con detenimiento.
- ¿Piensas que las nuevas formas de viajar pueden llegar a afectar de manera drástica (para bien o para mal) a una sociedad? Por ejemplo Myanmar, uno de los sitios que tú has fotografiado y que está sufriendo un boom turístico desde que se abrió al mundo.
En este sentido es muy negativo porque la gente no ha asimilado muy bien la eclosión de la fotografía y tampoco del turismo más asequible. En el caso de Myanmar estoy seguro que el turismo acabará por destrozar su esencia en menos de cinco años. Pero bueno, en este sentido la fotografía no es la causante, va más allá.
Por otro lado, la afluencia del turismo transfigura una sociedad. Yo, como viajero en estos 30 años, he visto lugares donde ya no podré volver porque han desaparecido. Hay lugares que ya no existen como concepto, solo existen como marketing.
Muchos lugares se han convertido en verdaderos escenarios esperpénticos, que intentan imitar lo que fueron, llenos de esperpénticos turistas tomando fotos de algo que ya no existe.
Mi consejo es que la gente intente apartarse un poco de los tópicos y vaya a las raíces. Si vas buscando la imagen concreta de algo, te vas a encontrar con todo el mundo ahí, porque es lo que se conoce. Hay lugares que no tienen ese monumento de referencia como una iglesia o una pagoda, pero que sí tienen esas maneras de vivir que buscamos los fotógrafos. Los turistas viajan como el juego de la oca, de ciudad en ciudad porque me toca. Los reporteros con experiencia ya nos movemos muy lejos de estos circuitos.
- A veces encontrar esa fotografía que nadie ha hecho y es exclusiva puede llegar a ser realmente difícil. ¿Cuál es el porcentaje que puede depender un/a fotógrafo/a de la suerte?
La suerte es algo que tienes que llevar en el maletín. A menudo la suerte no es nada más que esperar y funciona, sucede. O bien si estas en una situación interesante, sucede algo todavía más interesante que no esperabas. Pero al final, la clave es estar allí. El tópico ese de que la suerte hay que buscarla o de que la suerte ha de encontrarte trabajando… En fotografía, sinceramente, es que, una vez estés bien situado, la realidad supera a la ficción. Otras veces la suerte es que el fotógrafo intuya que puede pasar mucho más de lo que está viendo y tenga la intuición de quedarse, todo lo contrario de lo que le sucede a la gente que va corriendo de lado a lado para hacer todas las fotos que tiene programadas.
Actualizado 06/11/2017