Cuando una ciudad organiza unas olimpiadas la ciudad se transforma y tienen que construir en los siguientes años a su proclamación nuevos estadios, instalaciones, accesos, nuevas zonas para albergar unos grandes juegos. No es el caso con la declaración de la capital mundial del diseño, pero sí hay que construir y mucho.
Al igual que en unos juegos olímpicos, hay que construir nuevas estructuras que pasados los fastos queden y perduren en el tiempo para que la vida de todos mejore.
En primer lugar dentro de las instituciones. Las instituciones, ahora sí, deben darse cuenta de que ya no pueden abstraerse de lo que supone la creatividad y el diseño.
Los diseñadores tienen que estar presentes en la organización y en las estructuras directivas.
No solo con encargos externos, sino igual que hay otras profesiones integradas en el organigrama laboral. Debemos crear nuevos cargos y nuevos puestos. Ya no hay excusa. Pero tanto dentro como fuera, al lado y alrededor. Contar con los mejores y hacerlo con recursos. Hacer concursos por unos miles de euros no es el camino.
Y no voy a ser generalista, quiero ser concreto. En el 2022 no debe darme vergüenza entrar al IVAM y ver el caos en lo que se ha convertido el museo, a nivel de diseño. Pero lo mismo en el MuVIM o la Ciudad de las Ciencias, por poner algunos ejemplos.
Y no digamos en el ayuntamiento. Por mucho que se hayan hecho cosas buenas, con algunas actuaciones puntuales, hace falta un lavado de cara de arriba a abajo.
Hay que ir más allá de hacer nuevos logos, unos cuantos carteles y dos buenos libros.
Hay que empezar desde lo más pequeño hasta lo más evidente. Desde los documentos hasta el mobiliario urbano. De lo más anecdótico cómo es el atril de las ruedas de prensa hasta la tipografía del nombre de las calles. Hay trabajo para hacer de sobra para varias generaciones.
Tal vez no sean avenidas, ni edificios ni parques, pero son infraestructuras que nos hacen mejor ciudad. Pidámosles a los políticos que no solo nos den dinero para hacer grandes eventos y bonitos fuegos artificiales. Pidámosles que generan las estructuras y costumbres para que nuestras instituciones se pongan al día y abracen el diseño como única opción para mejorar en todos los aspectos.
Pero también la capitalidad debe ir de la mano de grandes, de medianas y de pequeñas empresas. Las empresas deben contar con el diseño como vector para mejorar sus resultados. En 2022 no deben ser unas pocas las que conozcan las virtudes del diseño.
Hagamos que se den cuenta de lo importante y valioso que es pensar y crear con valores de diseño. Cuando lo prueban no saben volver atrás. Porque su participación hará mejorar la vida de todos.
Ahora más que nunca la marca ciudad está en nuestras manos. No se puede ser mediocre o ‘meninfot’ (pasotas), la marca Valencia debe estar unida a la calidad.
Si hay una buena oportunidad de sacar el grano de la paja es ahora.
Esto no es una reivindicación laboral para todos los diseñadores locales. Ni mucho menos, que los hay y muy buenos, pero también los hay muy malos. Es una llamada a todo el mundo. Creo que, entre todos, los de aquí, los de allí y los de más allá pueden aportar sus conocimientos para hacer un mejor espacio para vivir y crear. Valencia es el lugar perfecto.
Todos sabemos como es esta ciudad y no será fácil. Hay mucha caspa y mucho que limpiar. Pero si tengo que soñar, ¿os imagináis una ciudad en la que vayamos por la calle y todo este bien creado y bien pensado? Una ciudad donde la población valorara la creatividad y las ideas por encima de todo lo demás. Sería bonito. Estoy seguro de que pase lo que pase 2022 será bonito.
Actualizado 24/12/2019