Una exposición de 2001 comisariada por Paco Bascuñán es el leitmotiv para reflexionar hacia dónde quiere dirigirse el diseño en esta no tan nueva realidad.
En el año 2001 se programó en el Espai d’Art Contemporani de Castelló una exposición, bajo el título “Un móvil en la patera. Diseñando el siglo XXI”, comisariada por Paco Bascuñan. De hecho, él estaba, de alguna forma, dirigiendo la programación de este espacio, que en el corto periodo de tiempo que duró, redibujó los escenarios híbridos entre el arte contemporáneo, la arquitectura y el diseño.
Estos días estoy, por fin, volviendo a montar mi biblioteca. Han pasado algunos años de nomadismo forzado, hasta llegar aquí, la que espero sea nuestra casa por mucho tiempo. El caso es que desembalando y ordenando libros salió el catálogo de la exposición que he mencionado. He recordado el pequeño viaje a Castelló y la visita que Paco nos hizo a los de Barcelona. Era un momento interesante y parecía que algo estaba despertando lejos de la «ciutat del disseny». Hoy, Valencia está en un lugar privilegiado en el panorama nacional, y pronto diría que internacional, en el entorno del diseño.
Pero volviendo a aquella exposición, y visto en la distancia de estos 20 años, me parece deslumbrante la capacidad de visión que tuvo Bascuñan, no tanto en los trabajos expuestos, que ya sabemos que siempre son coyunturales sino y, sobre todo, en el planteamiento expositivo y en los textos que se recogen en el catálogo. Diría que fue una exposición prospectiva que avanzó algunos de los temas que nos han tenido ocupados estos años y que nos van a seguir ocupando en los venideros.
He estado ojeando y releyendo algunos textos del catálogo y me ha llamado la atención el psudomanifiesto Dogma del diseño gráfico que Bascuñan incluyó en su texto de introducción. Con él rescataba el manifiesto Dogma que Lars Von Trier y Thomas Vinterberg usaron para zarandear la incipiente digitalización del cine. Voy a reproducirlo porque creo que merece una relectura:
1.º Se utilizarán exclusivamente tipografías sin adornos, de palo seco o manuscritas.
2.º Queda terminantemente prohibido el uso de filtros y efectos de Photoshop.
3.º En cualquier publicación el texto ha de ocupar al menos las dos terceras partes de la misma, dejando solo el resto para las imágenes.
4º Las fotografías utilizadas estarán tomadas de la realidad, sin ningún tipo de iluminación especial o estilismo.
5.º Están terminantemente prohibidas las fotografías de banco de imágenes.
6.º No se utilizarán retículas.
7.º Cualquier proyecto gráfico tendrá una primera parte de planteamiento, no usándose el ordenador mientras no esté definida esa primera fase.
8.º No se utilizarán referencias gráficas o tipológicas a los diferentes estilos clásicos o de vanguardias históricas fuera de contexto.
9.º Se prohíben igualmente tipografías e imágenes pseudofuturistas, pseudotecnológicas y 3D fuera de contexto.
10.º El diseñador ha de ser consciente y responsable del contenido cultural y por tanto ideológico de su trabajo.
Conociendo un poco el carácter humorista de Paco, estoy casi seguro de que este Dogma del diseño era más una provocación que otra cosa. Es divertido, por ejemplo, el guiño bauhasiano de las tipografías y en cambio la negación de las retículas suizas. Pero no deja de ser curioso cómo, con algunos ajustes, podríamos estar discutiendo si estos 10 puntos son necesarios hoy mismo.
Ante la absoluta democratización de la tecnología que acompaña los procesos gráficos, y sus versiones aún más transversales del entorno digital, hemos visto cómo una generación de nativos digitales se revuelve contra la «nube» y quieren volver a la imprenta, a los tipos móviles, al letterpress y a ensuciarse las manos de tinta.
En tiempos en que los patterns y la ornamentación parece invadirlo todo, cuando hay estudios y diseñadores/as que basan su trabajo en sistemas flexibles de decoraciones más o menos vistosas, cuando los filtros no solo se usan en el diseño sino en casi todas las expresiones de nuestra presencia en las redes sociales y cuando los lenguajes se toman de aquí y de allí, tan solo por su forma resultante, sin entender lo que los generaron, me parece pertinente que se vuelva a plantear hacía donde queremos ir.
En la mayoría de los casos estas decoraciones son utilizadas por las empresas para generar ediciones limitadas de objetos, para así aumentar su valor de cambio sin que mejore en nada su valor de uso.
Abogar hoy por una economía de lo visual que forme parte de un decrecimiento formal, una austeridad de medios que reduzca impactos superfluos y una conciencia sobre los contenidos y la carga ideológica de estos, sigue siendo utópico, como lo fue en 2001 pero diría que también sigue siendo imprescindible.
Las pateras siguen a la deriva con personas y móviles dentro, buscando futuros que no llegan. Es urgente que el diseño se posicione, actúe y empuje hacia planteamientos que pongan en tela de juicio un sistema que permite semejante situación. Eso es una obviedad para todo aquel que quiera ver más allá de su propia cuenta de resultados.
Pero ya en términos de proyecto, lo que me sugiere el manifiesto es el rechazo a las gominolas formales, a las baratijas visuales de consumo rápido. Convienen relecturas de textos como los de Raffaele Simone y Raquel Pelta de este catálogo. Hoy, después del crecimiento exponencial de la virtualización, fruto de los confinamientos pandémicos, podría parecer menor preocuparse por una economía de la atención, por una reducción del ruido visual, por la búsqueda de silencios formales, pero diría que son precisamente esos espacios de sosiego visual y narrativo los que más necesitamos. Todo ello, sin nunca perder de vista que el sentido del humor es nuestro salvavidas diario, como lo era el humor de Paco Bascuñan.
Actualizado 31/07/2021