Miguel Porlan ha sido el encargado de ilustrar el número 7 de la revista Gràffica, Éxito y fracaso. Hablamos con él para que nos cuente cómo se ha enfrentado al proyecto, qué retos han ido surgiendo durante el proceso creativo y cómo valora el resultado.
Acertar no siempre implica triunfar, y no siempre que se gana, se aprende. Partiendo de estas y de otras premisas que relacionan éxito y fracaso, la portada del número 7 de la revista Gràffica debía reflejar esta dualidad y permitir que el lector escogiera qué significan para él estos términos. Para ello, hemos contado con Miguel Porlan, ilustrador que se ha encargado de firmar la portada y contra de este ejemplar donde una diana y una mano empuñando un lápiz protagonizan respectivamente ambos espacios.
La primera toma de contacto con el proyecto, indica el ilustrador, le «alegró el día». «Al principio no tenía muy claro de qué se trataba, pero ya me hizo ilusión porque, por un lado, venía de una revista dirigida al gremio de la comunicación visual y; por otro, era un encargo para un medio nacional. No es algo que me suela pasar», confiesa el creativo barcelonés.
Sin embargo, cuando la propuesta se materializó en forma de portada y contraportada, Porlan admite que la autoexigencia fue mayor: «Ahí la alegría empezó a mezclarse con los nervios. Eso sí me suele pasar».
El punto de partida para encarar la portada, por otro lado, consistió en «un cúmulo de intentos fallidos, los fracasos por los que pasamos mientras buscamos el éxito y que, en definitiva, siguen siendo fracasos». La portada, por tanto, muestra una visión de la derrota que, «con el tiempo, puede convertirse en un éxito», según indica Porlan. Portada y contra, además, se complementan en cuanto a la lectura que se puede realizar de ellas: «La relación entre ambas es un guiño al trabajo creativo, a la cantidad de bocetos e ideas descartadas que han hecho falta para llegar al final, que no tiene por qué ser el centro de la diana».
Por lo que respecta a los timings, organización y comunicación con Gràffica, Miguel Porlan alude que, a pesar de la presión de hacer la portada, el resto de aspectos fueron «muy bien». «Agradezco mucho que hubiera tiempo suficiente para seguir probando y discutiendo sobre las propuestas que iba enviando. En los primeros bocetos no acertaba con el tono adecuado para tratar el tema de portada, así que aprecio la paciencia que se tuvo conmigo», nos cuenta. El mayor obstáculo, quizá por ello, ha sido concretar cómo debía articularse la portada, y alcanzar una solución que satisficiera a todas las partes.
«El mayor reto fue llegar a un acuerdo con el editor e ir convenciéndome de que no puedo hacer lo que me dé la gana. Trabajar bajo un encargo supone asumir ciertos límites respecto a tu libertad creativa y es importante recordarlos para evitar frustrarte», apunta el ilustrador.
«Tampoco hay que olvidar que el nivel de exigencia de una ilustración de portada no es el mismo que el de una interior. Hacer que esta funcione como una entidad propia sin alejarse demasiado del tema principal de la revista también supone un reto para todas las personas implicadas en su proceso», añade.
Aunque el resultado final no ha salido exactamente como se había planeado, el ilustrador sí reconoce sentirse «satisfecho» con este. «Los troqueles de la portada no fueron como esperábamos. Y no pasa nada. Es curioso cómo finalmente apareció ese pequeño fracaso al editar la revista», indica. «Para mí fue un proceso interno, con momentos inesperados y algunos pequeños fracasos que afortunadamente ya puedo tomarme con humor. Me quedo con el hecho de que finalmente la portada pudo resolverse a tiempo. Si funciona mejor o peor quizás sea algo que tengan que valor los lectores», concluye.
Si quieres conocer cómo fue el proceso de creación de otras de las portadas de la revista Gràffica, puedes hacerlo aquí: Gràffica 4, Gràffica 5, Gràffica 6, Gràffica 7, Gràffica 8, Gràffica 9.