No es profesión para viejos

Acudo habitualmente a muchos eventos y saraos diseñiles, incluso diría que en ocasiones a demasiados. Y algo en lo que me fijo es en la media de edad: todo el mundo parece tener veintimuchos o treinta y pocos. La mayoría son jóvenes.

Antes de diseñar, me dedicaba a jugar al tenis. Primero competí y luego me dediqué a ser entrenador. Ahí te das cuenta que hay un límite de edad inexorable. El deporte no es para gente de más de 30, es para jóvenes. Hay excepciones, claro, como en el diseño.

Con los años te vas dando cuenta de que por mucho que entrenes ya nunca tendrás la energía y flexibilidad de los 20. Y pasas de entrenar a ser entrenador y después a jugar a pádel con los veteranos. Así es el deporte. No es algo que puedas soportar pasada cierta edad.

Pues en esto del diseño creo que estamos igual. Parece que los diseñadores, ilustradores, fotógrafos… creativos en general superados ciertos años pasan a una especie de invisibilidad en la que nadie les hace caso.

Dice Bob Hoffman que el porcentaje de creativos publicitarios en las agencias americanas con más de 50 años es del 0%. Y él mismo se hacia la pregunta:

¿Es que los jóvenes son más creativos? Pues ya te digo, Bob, que no.

En el mundo del diseño pasa lo mismo. Este trabajo parece no estar en la onda de ofrecer proyectos a personas con cierta edad. Parece que con cierta edad ya no se está en la onda. Incluso ni se les invita.

Mi teoría es que esta profesión es muy aspiracional y muy de aprendices. A cierta edad, o consigues hacerte tu hueco o abandonas. Es parecido al retiro de los deportistas. Llegado a un punto de tu carrera todo lo que has ganado es lo que vas a ganar y lo siguiente es luchar contra otros más rápidos, más ágiles y más dispuestos a pelearse por casi nada. Todo que ganar y nada que perder.

Siempre hay una generación que está dispuesta a trabajar por muy poco con tal de que le dejen hacerse un hueco. Siempre hay quien a los 20 años cree en los idealismos y en los sueños. La ilusión de crear y realizarse paga pocas facturas, pero a los más jóvenes les compensa y el mercado se aprovecha de ello.

Y llegados a un punto los más mayores no están dispuestos a pasar por ciertas cosas. ¿Hasta cuándo se es una «joven promesa»? ¿Hasta qué punto se puede aguantar una economía familiar con trabajos de freelance? Lo fresco, lo nuevo, lo joven, lo vanguardista, lo rompedor, lo atrevido… los clientes buscan todo eso. Y eso lo encarnan perfectamente los más jóvenes.

Y no sé vosotros, pero yo veo a la generación anterior a la mía, que ya tiene sus años, y los veo como un valor y en ocasiones mucho más modernos y estilosos que muchos de los jóvenes de zapatillas sucias que pululan por el mundo del diseño.

Recuerdo hablar con Josep Maria Mir de cosas que los jóvenes hacen ahora como si descubrieran las Américas y hace ya más de 40 años las hacían ellos en los 70. Parece que nadie quiere acordarse.

Me gustaría que esta profesión igual que muchas otras similares fuera una profesión para todo tipo de edades. Hay abogados, arquitectos, médicos, ingenieros… que cuantos más años tienen, más valor tiene su aportación en las organizaciones y en los proyectos.

Me gustaría que los jóvenes se lo tomaran de otra manera y vieran esto no como un divertimento o un entretenimiento momentáneo, sino como una profesión, como un negocio. Creo que muchos esperan que les sonría la suerte y dar un buen pelotazo que les saque de su precariedad. Y, si no, pues a otra cosa.

En otras profesiones a ningún recién licenciado se le ocurre meterse a hacer casi nada. Tiene que pasar una larga temporada, de años y años, hasta encontrarse en disposición de enfrentarse con garantías a ciertos retos profesionales. Aquí sales de la escuela, incluso dentro de la misma, y a hacer cosas. Incluso las escuelas y profesores les alientan a ello.

También es cierto que pasa en otras profesiones creativas. Cantantes, actores, pintores… Es lo que podríamos denominar «cultura pop». En la cultura pop todo es cambio y constante novedad y si estás en la tendencia correcta todo va a todo tren.

No sé. Igual estoy demasiado metido en el mainstream y no veo que fuera de ahí haya mucho más mundo que el del glamour de los premios y las tendencias. Pero sea como sea me voy a comprar unas zapatillas con colores chillones (las ensuciaré un poco con mi skate) y empezare a utilizar tipografías extendidas, a darle la vuelta a todo para que no se entienda nada y a decir todo el rato «puto esto», «puto lo otro» …

Madre mía cuanta tontuna.

Feliz lunes.

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