Manifiesto de la Cultura ante la IA: Asociaciones de ilustradores, correctores, traductores, directores de escena, compañías de danza… ¿Y los diseñadores?

Hace unos días, las organizaciones que conforman el Manifiesto de la Cultura ante la IA se reunieron con Carmen Páez, subsecretaria de Cultura, para exponer sus alegaciones frente al proyecto de licencias colectivas ampliadas que propone el Ministerio de Cultura. Este real decreto permitiría el uso de obras artísticas y literarias para entrenar modelos de inteligencia artificial sin el consentimiento explícito de sus autores, bajo un sistema de licencias colectivas. Las asociaciones presentes en la reunión —ilustradores, traductores, correctores, directores de escena y compañías de danza— hicieron un llamado al diálogo y subrayaron los riesgos que esta normativa representa para los creadores. Lo que no deja de llamar la atención es la ausencia, una vez más, de las asociaciones de diseñadores gráficos. El contraste no podría ser más evidente. Mientras estas organizaciones se movilizan para proteger los derechos culturales y profesionales de sus colectivos, los diseñadores gráficos ni están ni se les espera. Este silencio es especialmente preocupante porque la inteligencia artificial está afectando de manera directa al diseño gráfico. Cada día surgen nuevas herramientas que generan logotipos, ilustraciones y composiciones visuales sin intervención humana, utilizando como base obras preexistentes. Muchas de estas creaciones fueron subidas a internet por diseñadores que ahora ven cómo su trabajo es utilizado para alimentar sistemas de IA sin reconocimiento ni compensación. Sin embargo, ni una sola asociación de diseñadores ha alzado la voz contra esta realidad. No es la primera vez que el colectivo de diseñadores gráficos se encuentra desamparado. Lo vimos con la Agencia Espacial Española, que menospreció la marca que se hizo a través de concurso público, y lo hemos visto recientemente con el Acuerdo Marco del Ayuntamiento de Barcelona, donde las cláusulas abusivas y los horarios imposibles pasan desapercibidos para las asociaciones que deberían estar denunciándolos. Este patrón de inacción es profundamente preocupante. Las asociaciones de diseñadores gráficos parecen más preocupadas por publicar libros, organizar encuentros o solicitar subvenciones que por defender los intereses reales de quienes dicen representar. Pero no toda la culpa recae en las asociaciones. El propio colectivo también tiene una gran parte de responsabilidad. Hace poco, en Gràffica publicamos dos noticias que ilustran esta desconexión. Una, sobre el logo del 50 aniversario de Bezoya, una aberración tipográfica que generó miles de “likes” y comentarios en redes sociales. La otra, sobre el Acuerdo Marco del Ayuntamiento de Barcelona, denunciando las condiciones laborales que maltratan al sector, pasó casi desapercibida. Apenas unos pocos comentarios y reacciones. Es preocupante ver cómo nos indignamos con un mal logo pero guardamos silencio cuando se vulneran nuestros derechos. Y este silencio no es casual. Parece que el colectivo ha asumido una postura de complacencia, evitando incomodar a quienes tienen el poder de asignar trabajos o subvenciones. Es un comportamiento que perpetúa la precariedad y el aislamiento. Nadie quiere alzar la voz no sea que el “señor feudal” del ayuntamiento o la administración de turno se ofenda y cierre puertas. El tema de los derechos culturales y la IA debería ser una prioridad absoluta para los diseñadores gráficos, pero la realidad es que el colectivo está ausente. Las licencias colectivas ampliadas podrían permitir el uso indiscriminado de nuestras obras para entrenar modelos de IA, erosionando aún más la ya frágil posición de los diseñadores en el mercado laboral. Pero no parece que nadie esté dispuesto a enfrentarse a ello. Es hora de preguntarnos: ¿quién nos representa? Porque está claro que las asociaciones actuales no lo hacen. Pero también debemos mirarnos al espejo como colectivo. ¿Estamos realmente interesados en defender nuestros derechos o preferimos seguir encerrados en nuestras burbujas creativas, ignorando lo que ocurre más allá de nuestras paredes? Si no somos capaces de alzar la voz ahora, cuando se están debatiendo regulaciones que pueden cambiar radicalmente nuestro futuro, corremos el riesgo de ser irrelevantes. Los diseñadores gráficos no podemos permitirnos el lujo de seguir callados mientras otros colectivos luchan por sus derechos. La inteligencia artificial no es el enemigo, pero si no actuamos, la falta de regulación adecuada sí lo será. Es momento de organizarnos, de exigir representación real y de defender con fuerza lo que nos pertenece. Si no lo hacemos ahora, cuando las decisiones aún están sobre la mesa, después será demasiado tarde.

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