Un verso en un poema de Adrienne Rich, compartido por el poeta y nombrador Fernando Beltrán, sirve para sugerir si, quizás, los diseñadores pueden ser cartógrafos.
Hace unos días tuve la suerte de poder oír una charla de Fernando Beltrán en el Festival Paradis de Valencia, dentro de la programación del WDCValencia2022 con Yinsen Estudio como comisarias.
A los que allí estuvieron no les contaré nada que ya no vivieran ellos mismos, pero para el resto dejadme que os explique lo que fue oír a un «poeta i nombrador», hacer un viaje por su periplo personal lleno de emoción, humor y ternura. Sí, ternura.
Hay que ser muy valiente y muy sabio para salir a un escenario ante 700 personas y apoyarte en la ternura para explicar tu trabajo y tu vida. Fernando lo hizo el otro día y tanto yo, como los asistentes se lo agradecimos.
Andamos faltos de ternura y de poesía.
Empezó la charla nombrando a la poeta Adrienne Rich y nos dejó una frase que fue flotando por el auditorio durante el resto de la noche: «Las palabras son mapas». He buscado el poema y el fragmento dice así: «He venido a explorar el naufragio. / Las palabras son propósitos. / Las palabras son mapas. / He venido a ver los estragos causados / y los tesoros que perduran».
nombrar las cosas
Luego nos contó ese oficio extraño y demiúrgico que es el de poner nombres, explicando el trabajo que hace desde su empresa El Nombre de las Cosas. Perdonad si no me entretengo explicando la cantidad de nombres (él detesta usar el anglicismo naming) que ha puesto a empresas y productos, pero es que yo solo podía pensar en esa frase: «Las palabras son mapas» y esa ternura que desprendía Fernando sin caer en la cursilería, pero llevándonos a todos al borde de la emoción.
Hay un libro El Nombre De Las Cosas: Cuando el nombre marca la diferencia que os puede servir para conocer su trabajo. Y algunos poemarios que pintan ser mapas de lugares fabulosos.
Me dio por preguntarme que si las palabras son mapas, qué supone en ese mapa la tipografía. Ya Beltrán nos dijo que el diseño le había descubierto que las palabras tienen color y sabor y forma, pero la tentación de estirar del hilo de los mapas y las palabras es demasiado alta.
Bueno, ¿y qué se supone que somos los diseñadores?, ¿exploradores que usamos mapas? La cabeza no dejaba de barruntar cuando caí en la cuenta de que nada de eso tenía sentido. Las palabras nos llevan a lugares desconocidos o nos devuelven a casa, por eso son mapas.
Por lo tanto, todos, diseñadores, tipógrafos, nombradores, somos solo viajeros que buscamos en las palabras pistas para encontrar el camino hacía algún lugar. Y siguiendo el mapa de las palabras encontramos «los estragos causados y los tesoros que perduran».
explorar territorios
Visto así, el diseño es poco menos que una cartografía de los lugares a los que queremos ir pero aún no hemos estado. Con las palabras o el dibujo/escritura/forma de estas, intentamos vislumbrar aquel territorio donde nos ha pedido llegar nuestro cliente. El truco es dejar las pistas suficientes para que los usuarios también sepan llegar por ellos mismos. Bajo esta perspectiva los buenos diseñadores, aquellos que repasando la historia han dejado buenos mapas, son los que saben marcar bien los caminos, pero sin señalizarlos en exceso, para que el viajero/usuario no se aburra mientras camina.
Las palabras son mapas, me repito, mientras pienso que hoy por hoy, necesitamos cartógrafos que sepan llevarnos a un lugar, más allá del que quiere y necesita el cliente. Necesitamos sherpas que nos dejen pistas para llegar a un lugar donde la vida sea posible, un lugar donde la necesidad esté por encima del capricho, donde el uso esté por encima del consumo, donde la pausa substituya a la prisa y el silencio al ruido.
Nos urgen guías que nos abran senderos por entre la selva del consumo compulsivo que no nos aporta felicidad y nos lleva a lugares solitarios y oscuros. Y pienso en la ternura de Fernando, un término denostado por el cinismo porque no creernos nada y protegernos de la emoción es la mejor manera de no sentir ninguna responsabilidad sobre este territorio que estamos dejando como un páramo.
el capitán gallardo
Y mientras escribo estas líneas me llega la noticia de la muerte de Miguel Gallardo. Él, «el capitán Gallardo», era un cartógrafo excelente hacia países de humor y de ternura. Él que volvió a aprender a dibujar para dibujarle a María, que volvió a aprender cuando el cáncer nubló su mente y aún así, nunca perdió la capacidad de encontrar el camino por el mapa de las palabras.
Andamos escasos de sherpas como Miguel. Os recomiendo leer todos sus libros, sus tebeos (él decía que tebeo era mejor que comic), pero especialmente estos tres: Un largo silencio, Maria y yo y Algo extraño me pasó camino a casa. Esos libros están llenos de caminos que llevan a lugares que vale la pena.
En fin, que en tiempos de Google Maps, creo que hay que olvidarse de buscar «la ruta más rápida» y dejarse perder por esos senderos a medio marcar en los que personas como Fernando Beltrán o Miguel Gallardo nos han dejado miguitas de pan. Las palabras son mapas, incluso para perderse en ellas.