En 1966, Paul Rand recibió el encargo de Henry Ford II de rediseñar la identidad de la compañía fundada por su abuelo. El objetivo era muy sencillo: modernizar el logotipo de Ford. Sin embargo, el resultado de aquel proyecto le agenció a Paul Rand su primer «no».
Tras analizar el trabajo de Rand, Henry Ford II cambió de opinión y decidió, finalmente, no cambiar el logo. El siguiente extracto salió publicado en The New York Times y a través de él descubrimos los motivos que llevaron al magnate del automóvil a repudiar el cambio. Según Allen Hurlburt, escritor y diseñador gráfico en Communication Arts:
«Después de una extensa investigación y exploración considerable del diseño, un nuevo estilo fue elaborado, y se preparó una presentación impresa y encuadernada como edición limitada para la revisión por Henry Ford II. Después de algunas deliberaciones, el Sr. Ford decidió que, cuando se trataba del apellido, lo que era suficientemente bueno para su abuelo era lo suficientemente bueno para él».
Esta es una historia realmente interesante y un hecho muy relevante en la historia del diseño del logotipo, pero hay un mensaje subyacente que es aún más interesante. Hasta los grandes diseñadores tienen que aceptar la negativa por parte de sus clientes. Paul Rand, uno de los diseñadores más reconocidos de toda una generación, había visto cómo su trabajo era rechazado por un cliente. ¿Cómo reaccionaría Rand a la noticia? Tal como yo lo imagino, como mínimo, le decepcionaría la decisión de Henry Ford.
Tendemos a ensalzar los mejores de nuestra industria, como Paul Rand, Saul Bass, Milton Glaser, Walter Landor y muchos más de forma exagerada. Incluso a veces puede parecer que estas personas pertenecen a algún tipo de clase especial de personas. La verdad, sin embargo, es mucho más vulgar.
Estos profesionales no son sorprendentes por algún tipo de “talento especial único” con el que nacieron. Estas personas son increíbles porque sienten pasión por su trabajo, porque han trabajado duro y constante, y porque aprendieron a lidiar con el rechazo y la falta de apreciación de una manera positiva.
La naturaleza humana es divertida; se tiende a exagerar los propios esfuerzos a largo plazo y se suele sobreestimar cómo reaccionará el público al trabajo que uno ha realizado. La verdadera consecuencia de este mal hábito es que, de vez en cuando, un rechazo puede hundir a la persona rechazada. Para algunas personas, el rechazo puede incluso hacer que dejen su carrera creativa. En general, nos es demasiado difícil lidiar con el rechazo.
Así que, si alguna vez acabas haciendo un proyecto que finalmente no se hace realidad, recuerda que incluso Paul Rand –un maestro del diseño de logotipos, la mente creativa detrás de los logos de IBM, UPS, Bell, Next y muchos más reconocidos por todo el mundo–, fue rechazado.
Actualizado 19/10/2018