Existe una profunda contradicción en las industrias creativas: una latente «hipocresía». Escuchamos a menudo que este sector se caracteriza por la precariedad: se paga poco, se cobra poco y, en definitiva, se malvive.

Pero ¿y si la responsabilidad de ello, en parte, fuera de los propios perfiles creativos? Te contamos a continuación una fábula con una moraleja en la que no te resultará difícil identificarte.
«Cuando Mauro no paga, pero sí cobra
Mauro es un creativo. Ama profundamente lo que hace, pero está acostumbrado a quejarse de la poca remuneración y reconocimiento social que recibe. A causa de ello, justifica una serie de acciones que podrían considerarse más que reprobables: roba el wifi del vecino (“no hacerlo sería de tontos”), piratea el software (“estás tú que puedo permitirme pagar una licencia”) y se descarga todo lo que consume (libros, música, cine) de manera ilegal (“la gente es tonta pagando Netflix cuando puedes conseguirlo todo gratis”). Lo peor es que Mauro se enorgullece de ello: se considera todo un visionario.
A la hora de cobrar, Mauro tiene muy claro cuáles son sus precios: un logo, por menos de 2000€, no le vale la pena. Aprieta al cliente y reivindica el valor de lo que hace. Le expone, concienzudamente, la necesidad de integrar el diseño en su estrategia: de comenzar a otorgarle la importancia que se le da a otras disciplinas. Cuando este se niega en rotundo a pagarle esa cantidad, Mauro suelta más de un improperio: siempre le pasa lo mismo, tiene que negociar hasta la saciedad para exigir lo que cree que se merece […]
Cuando Siena paga y cobra
Siena es una creativa. A menudo reconoce que podría cobrar mucho más por su trabajo, pero no se queja. A diferencia de gente de su entorno, es una de las pocas privilegiadas que ingresa unas cifras aceptables al mes. Cuando le preguntan por la clave de su éxito, Siena cree tener una respuesta que suele predicar.
Trabajo en la creatividad, así que consumo creatividad» es una de sus maneras (resumidas) de expresarlo.
Llegó un momento en su carrera en la que, tras una tremenda crisis existencial, decidió comenzar a pagar (en diferentes grados) por todo. Cuando su círculo de amistades a menudo se vanagloriaba de descargarse películas, Siena arremetía contra ellos: “Si no pagas al creador, no puede seguir con su trabajo”, reivindicaba. Y se dio cuenta de que ello era extensible también a su actividad profesional.
Desde ese día y poco a poco, Siena ha ido haciéndose más consciente de que, si trabajas en un sector, tienes que ser consumidor del mismo. Alguien que se dedica a maquetar revistas, por ejemplo, debe comprar revistas. Llegó a parecerle tan obvio que se sorprendió de no haber entendido antes la poderosa rueda del “negocio” donde se movía… […]».
Puedes encontrar el artículo completo en el número 14 de la revista Gràffica Dinero. Si quieres la versión digital de la revista, la puedes conseguir en Android y iOs.


Actualizado 02/10/2019