El ruido del silencio, por Víctor Palau

Ni la Comisión Europea. Ni el Ministerio de Vivienda. Ni READ. Ni BEDA. Nadie ha respondido. Ninguno ha tenido el valor de hacerlo. Les preguntamos por un concurso que pide trabajo gratuito, y la respuesta fue el vacío. Y en ese vacío, el diseño se revela tal y como está hoy: sin defensa, sin instituciones y sin voz. Hace una semana enviamos correos a todas las instituciones implicadas en el concurso del New European Bauhaus Trophy 2026, la convocatoria impulsada por la Comisión Europea y difundida por el Ministerio español de Vivienda y Agenda Urbana que invita a estudiantes de diseño, arte y arquitectura a crear el trofeo oficial de los Premios NEB sin recibir remuneración. El premio, literalmente, es “visibilidad” y un viaje a Bruselas. Ni derechos, ni contrato, ni compensación económica. Solo la satisfacción simbólica de que tu trabajo sea utilizado —gratuitamente— por la Unión Europea. Preguntamos al Ministerio, a la Comisión, a la READ y a BEDA. Les pedimos una valoración oficial, una reflexión, una mínima respuesta. Algo que nos indicara que, al menos, hay alguien escuchando. La respuesta fue el silencio absoluto. Ni una confirmación de lectura, ni un “lo consultaremos”, ni siquiera un rechazo formal. Nada. Ese silencio, más que una ausencia, es una declaración de principios. Habla de una desatención estructural hacia el diseño y de una profunda desconexión entre las instituciones y quienes deberían representar. No responder también es una forma de responder. Y lo que este silencio transmite es que el diseño no importa. Que los derechos de autor, el trabajo intelectual o la remuneración justa son cuestiones secundarias, incómodas, prescindibles. Cuando ni los organismos nacionales ni los europeos sienten la obligación de posicionarse ante una convocatoria que devalúa la profesión, lo que están diciendo —sin decirlo— es que la precariedad ya forma parte del sistema. El New European Bauhaus nació con grandes palabras: sostenibilidad, belleza, inclusión. Hoy se utiliza para justificar un modelo que hace exactamente lo contrario. Porque no hay sostenibilidad cuando se pide trabajo gratuito, ni belleza cuando se vulneran derechos, ni inclusión cuando se excluye la dignidad profesional. Lo peor no es la contradicción del discurso europeo, sino la indiferencia de quienes deberían reaccionar. Nadie parece escandalizarse ya. Nadie asume su papel de defensa del diseño como un oficio que necesita estructura, leyes y protección. READ, que agrupa a las asociaciones de diseño en España, no ha dicho una palabra. BEDA, que representa a las asociaciones europeas, tampoco. El Ministerio, responsable de coordinar la iniciativa en España, guarda silencio. Y la Comisión, promotora del concurso, continúa adelante como si nada. El problema no es que no respondan a un medio. El problema es que su silencio retrata una forma de entender el diseño: decorativo, instrumental, inofensivo. Un diseño sin capacidad de reclamar sus derechos porque las instituciones que deberían defenderlo han elegido no hacerlo. Este episodio no es una anécdota. Es el síntoma de algo más profundo: un sector sin interlocutores reales, sin estructuras que ejerzan presión, sin una voz colectiva capaz de poner límites. La precariedad del diseño no solo proviene de los clientes que no pagan o de los concursos injustos, sino también de las organizaciones que prefieren mantenerse cómodas, quietas, en lugar de enfrentarse al poder que las financia. Y ese es el verdadero fracaso institucional: cuando el miedo a incomodar pesa más que el compromiso con quienes se dice representar. En este contexto, el silencio se convierte en una forma de violencia. Porque donde debería haber palabra, hay omisión; donde debería haber acción, hay cálculo; donde debería haber ética, hay complacencia. Y así, el diseño queda solo, expuesto, invisible. Sin quien lo defienda, sin quien lo articule políticamente. Mientras tanto, Europa continúa hablando de “crear un futuro más bello”, pero se apoya en un presente injusto para construirlo. El ruido del silencio es ensordecedor. Y lo más preocupante es que ya casi nadie parece escucharlo.Yo estoy cansado de ser el único que señala. Al final, ellos están ganando.

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