El Mercado Central de Valencia es —además de todo el surtido gastronómico conocido que lo convierte en unas de las grandes superficies comerciales del mundo— un amplio abanico de posibilidades gráficas. Tipografías que confieren carácter a las paradas. Colores que generan paletas cromáticas. Marcas, rudimentarias o evolucionadas, creando una amalgama. Entrar al mercado es también recibir la invitación a un Camelot del grafismo.
Casi en la recepción por su acceso principal, una de sus paradas destaca por recrear en su mostrador el universo especial del artista Jaime Hayon. Se llama UNO, haciendo referencia a su preeminencia al principio del recinto. El diseñador madrileño afincado en Valencia recibió la sugerencia como un pequeño diamante en bruto al que pulir a su gusto. Tan pequeño que no supera los seis metros cuadrados. Tan pequeño que sus integrantes, un equipo de tres personas, deben hacer cálculos y cábalas para moverse. Tan pequeño que para Hayon era una ocasión única para recrear sus filias estilísticas.
Rafa Valls, responsable de UNO, se encontró con Hayon en un cumpleaños en un parque, con un amigo común intercediendo: el cocinero alemán Bernd Knöller. Le contaron, a modo de confidencia, cómo querían que fuera UNO. El diseñador lo aceptó como un reto que había que bocetar cuanto antes.
El trabajo debía ser representativo del Mercado, interactuar con él y no invadir. Debía generar el efecto mano-a-mano con el que se interpretan las relaciones entre vendedores y clientes, la cercanía bien próxima.
También ejemplificar la vanguardia del proyecto UNO, con un concepto complejo donde la editorialización de los productos y sus cajas de comidas diaria se conjugaban. Hayon optó por los azulejos de Manises, símbolo de la tradición. Los pintó con sus manos, equilibrando las texturas que imaginaba para un mercado contemporáneo, deslizando una cuadrícula con formas geométricas y rompiéndola a través de pequeñas piruetas, con sus personajes lineales.
El logo de UNO, encaramado en el frontispicio de la parada, genera un rostro juguetón a través de cada letra. Es obra del valenciano Vicent Carbonell, desarrollada en el propio estudio de Hayon, tomada la identidad a partir del revestimiento.
El ejercicio de Hayon —impulsado a partir de su interpretación iniciática en colecciones artísticas tal que Mediterráneo Barroco digital— es una reformulación implícita de cómo deben ser las nuevas expresiones gráficas en entornos clásicos como un mercado mediterráneo.
Completa la propuesta el lettering del dibujante Calpurnio Pisón —padre de Cuttlas—, que con su trazo da forma a los reclamos diarios de la parada.
Actualizado 09/05/2019