Hay nombres que deberían venir de serie en cualquier manual de diseño gráfico. Como Massimo Vignelli, Paula Scher, Neville Brody o David Carson. Pero si hay uno que merece estar en letras bien grandes y mayúsculas, ese es Tibor Kalman. Diseñador, agitador cultural, editor visual, incómodo profesional. Su legado no es una colección de logotipos ni una retahíla de premios: es una actitud. Y si no lo conoces, ya estás tardando.

Diseñar es tomar partido: la filosofía de Tibor Kalman
Tibor Kalman entendía el diseño como una herramienta política y social. A menudo cuestionaba el papel del diseñador dentro del sistema capitalista, defendiendo que el diseño debía tener una función crítica, no decorativa. “La mayoría de los diseñadores están en el negocio de hacer el mundo más bonito”, decía. “Yo quiero hacer el mundo más interesante”.
Sus ideas no eran cómodas. Para Kalman, el diseñador debía tomar partido, elegir bandos, decir no cuando el encargo atentaba contra sus principios. En una entrevista con Eye Magazine en 1999, poco antes de su muerte, afirmaba: “No me interesa diseñar para marcas de tabaco o compañías petroleras. No quiero usar mi talento para ocultar realidades feísimas con una gráfica seductora”.
Kalman fue uno de los primeros diseñadores que habló abiertamente de la ética profesional en el diseño, algo que hoy forma parte del discurso habitual, pero que en los 80 y 90 era casi una herejía. En este sentido, se le considera precursor de muchos debates contemporáneos sobre sostenibilidad, representación, responsabilidad y activismo en la profesión.
M&Co.: más que un estudio, un laboratorio cultural
Fundada a finales de los años 70 en Nueva York, M&Co. fue el vehículo principal a través del cual Kalman canalizó sus ideas. El estudio, cuyo nombre imitaba con ironía a una gran corporación estadounidense, era en realidad todo lo contrario: un equipo pequeño, multidisciplinar y radicalmente independiente.

Entre sus colaboradores estuvieron diseñadores como Stephen Doyle, Carol Bokuniewicz o Alexander Isley. En M&Co. se diseñaron portadas de discos para Talking Heads, identidades visuales para el MoMA, relojes conceptuales y hasta calendarios que eran auténticos manifiestos tipográficos. La estética era siempre inesperada, pero más importante aún: el concepto lo era todo.
Los relojes diseñados por M&Co. (algunos de ellos todavía disponibles hoy a través de Project No. 8) son buen ejemplo de su pensamiento: en uno, las manecillas están formadas por palabras; en otro, las horas aparecen desordenadas. Todos tienen algo en común: rompen con la idea de que el diseño debe ser predecible. Son piezas que invitan a pensar, a detenerse. Y eso era lo que Kalman buscaba: diseñar objetos que fueran más que funcionales.

Colors: cuando el diseño se convierte en activismo visual
En 1991, Oliviero Toscani —entonces director creativo de Benetton— invitó a Kalman a dirigir una nueva revista que pretendía cambiar las reglas del juego: Colors. Bajo el lema “una revista sobre el resto del mundo”, Kalman transformó el proyecto en una plataforma editorial sin precedentes, combinando fotografía, datos, infografía, diseño radical y una visión global poco complaciente.
Cada número abordaba un tema monográfico: el racismo, la muerte, el consumo, el lenguaje. Kalman convirtió a Colors en un laboratorio editorial, adelantado a su tiempo, que conectaba temas sociales con una gráfica potente y perturbadora. “La gente tiene que mirar el diseño y no saber si reír o llorar”, decía.
En el número dedicado al consumismo, por ejemplo, aparecían imágenes de productos que no existían, como cereales de plutonio o Coca-Cola de sangre. En el de inmigración, retratos de pasaportes manipulados. Todo era parte de su estrategia visual: usar la forma para desestabilizar el contenido.
Colors fue un punto de inflexión también para otros diseñadores como Fernando Gutiérrez, que trabajó junto a Kalman y Toscani en la revista. En entrevistas posteriores, Gutiérrez ha descrito la experiencia como “formativa e irrepetible”, y ha señalado que Kalman era “una especie de editor visual que te obligaba a cuestionarte todo lo que dabas por hecho”.

Más que diseño: un legado incómodo y necesario
Kalman no dejó una teoría sistematizada ni una escuela formal, pero su influencia es transversal. En el documental Helvetica (2007), varios diseñadores lo citan como una figura esencial para entender la transición entre el modernismo racionalista y un diseño más crítico y narrativo.
Su libro póstumo, “Tibor Kalman: Perverse Optimist”, editado por Peter Hall y Michael Bierut, resume bien su visión del mundo. Allí se recogen citas, trabajos, bocetos y declaraciones en las que Kalman plantea, sin rodeos, que el diseño gráfico debe servir para contar verdades, no para disimularlas. El prólogo de Maira Kalman, su esposa e ilustradora, es un retrato íntimo y sensible de un hombre que siempre fue contracorriente.
Diseñadores contemporáneos como Jessica Helfand o Rick Poynor han reivindicado a Kalman como uno de los pensadores más lúcidos del diseño visual del siglo XX. En una entrevista para Design Observer, Helfand dijo: “Tibor nos enseñó que el diseño no era un estilo, sino una manera de intervenir en el mundo”.
Tibor Kalman en el presente: ¿qué queda de su actitud?
En tiempos donde el diseño se ha vuelto omnipresente y, a veces, excesivamente complaciente, revisitar a Tibor Kalman es más urgente que nunca. Su discurso sobre el compromiso, su desconfianza hacia el marketing, su defensa de la imperfección y su búsqueda de significado nos interpelan directamente.
Hoy que muchos diseñadores buscan propósito y sentido en su trabajo, la figura de Kalman aparece como una brújula. No tanto por lo que hizo, sino por cómo pensó. Porque su verdadera aportación fue enseñarnos que diseñar también es elegir. Y que a veces decir “no” es el mayor acto de diseño.
Así que, si no conoces a Tibor Kalman, no es solo que estés perdido: es que te estás perdiendo lo más importante del diseño.