Las llamadas a proyectos han sido el mecanismo utilizado por el nuevo gobierno de la Generalitat y del Ayuntamiento de Valencia para convocar a los diseñadores a concursar por proyectos públicos solo con la aportación del curriculum y el portfolio profesional. Parece que muchos de los diseñadores, sobre todo aquellos a los que les sonríe la fortuna de las adjudicaciones, está realmente satisfecho con el sistema. Pero a raíz de la investigación abierta por la Agencia Valenciana Antifraude cabe preguntarse si el sistema es tan justo como algunos dicen.
1. El sistema anterior era peor
Es cierto. Hasta la irrupción de este nuevo formato, la adjudicación de trabajos públicos de diseño se realizaba por encargo directo y en muchas ocasiones en connivencia con los gestores públicos (véase el caso de la agencia Trasgos). En su mayoría el nivel desplegado por las agencias a las que se les encargaba era realmente bajo.
La otra versión de contratación pública era el concurso abierto lo que todavía agravaba la situación de la calidad gráfica de las propuestas ya que podía participar cualquier persona sin ningún requisito, ni profesional ni legal.
Es evidente que el cambio ha sido para mejor y que el resultado es positivo pero casi desde el principio saltaron las criticas y suspicacias. Siempre en petit comité, claro. Es cierto que la calidad de lo que se publica es drásticamente mejor, pero cabría preguntarse si no es necesaria la licitación concursal.
¿Por qué se opta por el concurso si se puede encargar de forma directa? «Para poder sortear la ley de contratación pública», nos apuntaba la abogada especialista en derecho público, Sandra Bosch.
2. Siempre gana el mejor valorado
No es cierto. El filosofo americano William Pepperell dijo que «lo que no se puede medir, no se puede gestionar» y es sin duda una frase muy acertada para este caso. No existe ningún baremo o puntuación para poder acreditar quien es el profesional o la empresa mejor cualificada para desarrollar cada ‘llamada’. No se exigen criterios ni legales, ni experiencia probada, ni de solvencia.
Esto parece inconcebible en un concurso público. En cualquier licitación es necesario que todas aquellas empresas que se presentan tengan la oportunidad de saber cómo se ha valorado su participación, en qué puntos son más débiles y en cuáles son los mejores; poder conocer los puntos donde el adjudicatario es mejor que el resto.
Los criterios de selección son 100% subjetivos y deja sin posibilidad de apelación o queja a los participantes. No es un proceso justo.
3. El jurado elige bien
No es cierto. «Ahora hay mucha gente decidiendo en el jurado (1 o 2 miembros de cada asociación -ilustración, diseño y publicidad- más la institución), gente de publicidad, diseño, etc., personas de diferente perfil que tiene un criterio muy distinto», apunta María Pradera de Estudio Yinsen en una entrevista para Gràffica.
«No creo que haya un modelo perfecto de llamada a proyecto todavía», mencionaba.
Pradera se refiere a la falta de remuneración del jurado que haría un proceso mucho más serio y profesional, ya que no solo asistirían los miembros de la junta de las diferentes asociaciones, sino que se podría contratar a jurados especializados.
Así mismo recuerda que «una vez estuve de jurado y a pesar de que entre las propuestas había un estudio reconocido, elegimos un profesional que pensamos podría hacer una propuesta diferente». Es decir, no es un proceso justo.
4. Todo el mundo tiene las mismas oportunidades
No es cierto. Hay vetos. Sabemos, por jurados que no quieren que aparezca su nombre en este artículo, que en ocasiones el cliente antepone su criterio por encima del criterio del jurado, porque quiere trabajar con ese estudio o prefiere a un profesional en concreto por afinidad o gusto estético. Algo que no tiene sentido. ¿Para que se convoca un jurado entonces?
Por otro lado, hay profesionales que, después de conseguir ganar una llamada a proyecto, son vetados para las siguientes.
Es una regla no escrita pero sí aplicada. Se da el caso de diseñadores que no han vuelto ha ganar ningún concurso —a pesar de ser la mejor opción— hasta pasado más de un año.
También existe otro veto, que corroboran otros profesionales que no quieren ser citados. Parece que hay una especie de rueda entre las diferentes asociaciones profesionales: si en una ocasión gana un diseñador, en la siguiente toca un ilustrador y tras esta, un publicista. De nuevo no es justo.
5. Lo mejor es participar
Sí, es cierto. Como apunta María Pradera, «Una vez nos llegó un proyecto por haber quedado entre los finalistas en una llamada a proyecto y el año siguiente nos llamaron directamente». Es evidente que participar puede tener premio a posteriori.
De nuevo un proceso en el que queda patente que no todo el mundo participa en la adjudicación de dinero público de la misma manera ni en las mismas condiciones. No es justo.
6. Descontento
Sí, es cierto. Es evidente que entre los diseñadores que no tienen la suerte de ser elegidos y se presentan una y otra vez hay un malestar evidente. Solo hace falta contactar y recabar su opinión para que salgan claras diferencias de opinión.
Es evidente que nadie se queja en público ya que como se suele decir en política, el que se mueve no sale en la foto.
En general, los diseñadores se resignan porque no tiene herramientas para poder quejarse. Las decisiones son inapelables por tanto no ha lugar. En la elección del logo turístico del ayuntamiento de Santander el proceso fue mucho más trasparente y medible, lo que llevó a presentar numerosas quejas y revisiones de forma oficial. En las llamadas a proyecto esto resulta imposible. Incluso resulta imposible encontrar una acta en la que se explique, más allá del tradicional texto de loa al ganador, los motivos sobre los cuales cuestionar.
El resultado es mucho mejor que lo que ocurría hace años pero el proceso es claramente mejorable, y desde luego podemos decir sin equivocarnos que no es nada justo.
Actualizado 17/09/2018