Ricardo Rousselot es un maestro escribano. Un calígrafo de los que ya no quedan. Sus conocimientos y su habilidad para dibujar la letra le convierten casi en una rareza. Es un hombre mayor con espíritu gamberro, que cuenta su vida a quien quiera oírla casi como una especie de tradición oral para que no se pierda. Su vida como profesional del diseño ha sido de lo más fructifera. No todo el mundo tiene el privilegio de tener como amigos a Saul Bass, Ed Benguiat o Paula Scher. Rousselot es uno de los más prolíficos diseñadores de marca de este país: Ducados, Farias, Okey, Borges, Smoking, Casa Tarradellas, La Casera, Spanair… Aprovechando una merecida, aunque escasa exposición celebrada en el MuVIM de Valencia, hicimos una entrevista para repasar cosas de antes, de ahora y de siempre.
¿Qué te parece este inusitado interés por la caligrafía, el handwriting, en Valencia? Los valencianos me han dado un empujón grandísimo. Hace tiempo que no veía tanto interés por la caligrafía. Siempre he tenido que luchar para hacer un curso con 4 ó 5 personas. Gracias a Modesto Granados y a MacDiego y a raíz de lo que se hace en el Congreso de Tipografía ha habido un grupo de gente joven con gran interés por la letra.
¿Crees que la caligrafía tiene futuro entre la gente joven? El futuro de la caligrafía es el tatuaje y el graffiti. Donde hay tatuaje, donde hay graffiti, hay letra. Antes nadie se hacía un tatuaje y mucho menos un graffiti, así que la letra no se utilizaba prácticamente para nada, casi solo para hacer la lista de la compra. Las amas de casa ahora ya escriben la lista de la compra en los dispositivos digitales –en los que además se comen las letras–. Antiguamente, tanto América Sánchez como yo coleccionábamos listas de la compra que encontrábamos por ahí y había unas letras maravillosas… Incluso con faltas de ortografía eran preciosas. Ahora todo es cibernética.
¿Crees que ese es el motivo por el que ahora hay mucho interés por el hand made, por lo hecho a mano? El mundo digital tiene una vida perecedera, tiene fecha de caducidad. Ya aparecerá otra cosa. Nunca ha durado tanto nada. Aunque llevemos 20 años, que parece mucho, ¿cuánto duró la máquina de escribir? ¿Y las cintas Betamax? Yo tuve todos los adelantos y mi casa va cambiando con el transcurso de los años. Empezamos teniendo un televisor de válvulas en blanco y negro con un solo canal, luego tuve otro con dos canales y VHS, luego uno de colores y ahora tenemos los televisores de plasma y los de LED. El cine se está muriendo porque hay grandes televisores en las casas. La gente prefiere ver las películas en su casa, no quiere tener a alguien detrás comentando la película o comiendo palomitas. El ordenador –bienvenido sea– es una herramienta utilísima, pero vendrá otra cosa. Ya hay ordenadores con pantallas táctiles y eso es una evolución.
¿Has probado las nuevas herramientas digitales de caligrafía con pantallas con miles de niveles de presión? Siempre las estoy mirando y probando, pero es que jamás se hará una caligrafía con una máquina. Es como hacer una tortilla de patata en un microondas. No sé. Con este tipo de máquinas no saldrá porque no sale del gesto humano. Con las máquinas hay un intermediario y ahí no sale el gesto humano. No tengo necesidad de todo eso. Trabajo el grafismo y hago caligrafía. Hay ilustradores a los que sí les van muy bien estas herramientas, como es el caso de Mariscal que está todo el día en las redes sociales mostrando sus dibujos.
Hablemos más de ti y de tu trabajo. ¿Cuántas veces te han pedido que te presentes al Premio Nacional de Diseño? Cuatro veces.
¿Y crees que ya va siendo hora? Ya dije que no me presentaba más. La próxima vez voy a tratar de ser galante y no decir lo que pienso.
Di, di lo que piensas… Es que ya estoy harto de molestar a la gente. Tú sabes bien la historia porque te la conté con lujo de detalles, pero es que esto no tiene sentido. Para tu cumpleaños tienes que hacerte el pastel y hacer de payaso para ti mismo. Yo no puedo ir a Luis Bassat a cada rato a decirle «Luis… ¿me das tu aval y tu recomendación?…» y él me dice: «¿pero, no te dieron el Premio todavía?». Pues igual es que no vales, me digo a mí mismo.
En todo caso, debes de presentarte en años impares porque parece que alternan diseñadores de producto con gráfico. No sé a quién le toca cada año, pero una vez Mario [Eskenazi] me dijo: «No te lo dan a ti porque eres argentino». También se lo dieron a Eskenazi y a Rolando y eso quiere decir que el cupo de argentinos ya está completado. Yo soy el único de los 6 argentinos [Eskenazi, Pensi, Rolando, América Sánchez y Alberto Liévore] que no lo tiene.
Me la refanfinfla el premio. No lo necesito. Si hubiera querido medallas me hubiera quedado en el ejército. Cuando estuve en el ejército me propusieron ir a la escuela de oficiales y allí hubiera ganado todas las medallas, pero no voy por ese lado, no me interesa. Lo único que me interesa es trabajar con mi familia y tener un buen pasar. ¿Quién me va a premiar? ¿Quién va a saber más de mi trabajo que yo?
En el fondo es un reconocimiento a una carrera… ¡Qué más reconocimiento que el que me han hecho en Valencia, con todos los jóvenes que me dicen lo bien que lo hago! A mí lo que me gusta es estar con la gente, con la gente joven. A mí me encanta ir a las escuelas a dar conferencias; he dado conferencias en muchísimas escuelas de España y en muchas universidades del extranjero.
Hablando del extranjero, estuviste trabajando en el Chicago de los años 60. ¿Era todo tan alucinante como aparece en Mad Men? Llegué justo en la transición, yo siempre llego en las transiciones. Estuve en Chicago entre los años 1961 y 1968. Estuve en todos los lugares donde murió gente importante. Cuando llegué a Chicago mataron al poco tiempo a Kennedy. Cuando volví a Buenos Aires después de Chicago, al poco, murió Perón. Cuando vine acá se murió Franco. Siempre me dicen, usted tiene que irse a Cuba o algún sitio así.
Cuando estuve en Chicago todavía viví la época de Glen Miller, la época de las grandes orquestas con trombones con sordina, era todo alucinante con señores que iban a bailar con traje y corbata, ¿sabes? No había un negro por la calle, que yo me preguntaba, ¿dónde están los negros? No, los negros no estaban en la calle. Los negros estaban en el gueto. Todo el mundo con el pelo cortito que eran los que iban a la Universidad. Era todo muy ordenado con mucha policía. Chicago siempre fue una ciudad muy ordenada y muy limpia.
Y en cuanto al diseño, ¿era como nos lo han pintado, con grandes estudios y agencias? Yo trabajaba en un estudio muy tradicional. Una empresa que sabía lo que hacía, que habían estudiado los fundamentos de la profesión y estaban inscritos en todas las asociaciones de caligrafía y tipografía. En esa empresa, el que sabía, sabía; porque sino, no estabas allí en Michigan Avenue, estarías en cualquier otra parte del mundo.
En esa época se dividía a la gente por conocimientos fueras verde amarillo rojo o negro. El color no importaba, importaba lo que sabías hacer. Cuando llegué a Chicago empecé a trabajar allí y allí aprendí el oficio. Teníamos cuentas de… madre. Trabajábamos para la JWT, Young & Rubicam, Compton Advertising… trabajábamos para las más grandes. También trabajábamos para Playboy Magazine, ¡te imaginas!
Ricardo Rousselot también nos decía que era una época gloriosa, con muchísimo trabajo. ‘Si querías podías estar trabajando 24 horas seguidas y pagaban bien. Había trabajo para todo el mundo y si querías no parabas. No como ahora que para encontrar a un cliente…’ Fue una época de gran revolución. Era la época del destape, del destape de verdad. Era la época de la guerra del Vietnam donde las mujeres se quitaban los sujetadores y los amontonaban en las plazas y los quemaban. Y todos los chicos quemaban las tarjetas del alistamiento para ir a Vietnam… Enseguida empezaron a llegar todos los melenudos, los Beatles, los Rolling, el movimiento Flower Power, el movimiento de liberación con Martin Luther King… ¡Eso fue una revolución!
No sólo conociste la revolución política y social, también conociste a los grandes revolucionarios del diseño. Sí claro. Yo estaba allí y viajaba a Nueva York que estaba muy cerca, apenas una hora. Conocí a casi todos los grandes del diseño que fueron mis amigos, me conocen, nos carteamos… Con Saul Bass nos enviábamos felicitaciones de Navidad, Ed Benguiat vino a visitarme aquí un par de veces, Toni Di Spigna, Seymour Chwast, Paula Scher, Michael Doret, Hermann Zapf, Claude Mediavilla, Jean Larcher… y mi gran amigo Tony Foster que falleció hace poco.
¿Cuál fue el motivo de que dejaste Buenos Aires? Buenos Aires en esa época, a principios de los años 60, era una porquería; era una ciudad como de tercer mundo. Habitualmente había cortes de luz, gobiernos que no sabían nada… los típicos ciclos económicos, que ahora estás bien y al momento estás muy mal. Yo entonces ya trabajaba, pero vivía muy lejos y tenía que coger no sé cuántos autobuses, agarrado por la parte de fuera… Buenos Aires son 18 millones de habitantes. Es como Calcuta, sabes. Cuando volvía a casa tenía que trabajar como freelance con un farol de queroseno y los bichos dando vueltas toda la noche. Y a las 5 de la mañana tenía que coger el transporte colectivo para volver a mi trabajo en el centro. Entonces estaba recién casado y ya tenía un hijo pequeño y decidimos irnos de Buenos Aires con mi mujer y el niño a buscarnos la vida a Estados Unidos. Tardamos un año en poder entrar en el país. Papeles, papeles y más papeles… Así es como empecé a trabajar en los Estados Unidos y la verdad que me fue muy bien. Empecé en un estudio y luego pasé a otro. Solo trabajé en dos agencias, primero en Ficho & Corley Inc. situada en el 612 de la Michigan Avenue, el último año me mudé a otra empresa que pronto dejé para trasladarme a Buenos Aires, se llamaba Graphique Ltd. y también estaba en la Golden Mille. En total 8 años.
Parece ser que es un logo hecho en un fin de semana… Bueno, yo he visto logos que ha hecho Paula Scher en una servilleta y que después se iba a la imprenta y eran fabulosos. El tiempo en el que se tarda en hacer una cosa no es problema. A veces piensas algo y te sale en un instante. Si tuviéramos que cobrar por lo que tardamos en pensar una marca que es un segundo o un minuto… lo demás es proceso.
Un diseñador que cobre por eso, que seguro que cobró, tiene que ser honesto y sudar la camiseta y dibujarse la letra, una letra especial. Pasó algo similar con la marca de Correos en España que también es una tipografía de Zapf.
¿Crees que a una empresa de este calibre alguien debe dibujarle una tipografía nueva, un lettering propio? A mí me parece que esto es una falta de tacto y conocimiento. Es como la marca de la Renfe que es para… Es como si la Coca-Cola dijese vamos a cambiar la marca, el diseñador se pasea entre millares de tipografías y elige la COMIC SANS…!, y ya está. No, no hay derecho. La marca tiene que estar súper bien dibujada, bien pensada, tiene que durar muchos años y tiene que ser válida para todos los usos y válida para todos los targets.
Esto es únicamente un ejercicio de lectura. Esto cuando lo lees no te transmite ninguna emoción ni nada salvo por la O del final. Y mira, mira, mira… ¡y la cincelaron! Esto es como dice Mariscal: primero se inventaron la Helvetica para hacer luego las autopistas y así poder usar las Helveticas. Es como la Trajan de Carol Twombly que parece que la inventaron y luego hicieron el cine, porque en todos los carteles de cine usan la misma tipo. Esto del facetado se utiliza mucho en las películas de desastres. No se por qué. Con la cantidad de artistas que hay que hacen tipografías buenas, y la cantidad de dinero que pagan por ellas, que menos que pagar por hacer una buena tipo. A veces leo lo que pagan por las marcas y me da un vahído. ¡Por favor!
«¿Sabes que una marca como autor puedes cobrarla cada cierto tiempo e incluso puedes retirarle los derechos a la empresa?» [apunta MacDiego que nos acompaña en la entrevista]. ¡Vah! Eso es mentira. Aquí, si te pagaron una vez date con un canto en los dientes.
La ley nos protege, otra cosa es que lo hagas. Luego hablamos de eso, porque si tienes algún antecedente o algo escrito voy a ir yo a algunas marcas que tienen más años que la escarapela y que son mías y que la única vez que vi el dinero, que era poco, fue cuando la hice. Y siempre me llevan preso al notario para que se la traspase y luego si viene un hijo de su madre y le da la gana cambiarle las serifas o cualquier cosa, como hacen muchas veces, tú calladito porque no tienes ningún derecho. Es como si a Mozart le viene un tipo de heavy y le destroza su obra.
Lo peor es que cuando la modifican, el que te la encargó ya no está y entonces nadie se acuerda quién hizo aquello y hacen lo que quieren. A veces me ha pasado que ejecutivos que me han pedido que rediseñe una marca porque les parecía mala o vieja no sabían que la había hecho yo. A los ejecutivos no les gusta el tema de diseñar marcas y envases, porque es algo por lo que reciben críticas y por eso nos los encargan a nosotros.
¿Crees que el gran problema del diseño son los ejecutivos, su falta de cultura visual en general? Cuando los ejecutivos son buenos y hay un buen entendimiento con el diseñador el resultado es excelente. Cuando hay buena onda el trabajo, la relación se estira a años y décadas. Y además, el trabajo cada vez sale mejor porque el diseñador se siente reconocido y bien tratado. Todo son beneficios para ambas partes. Pero normalmente te encuentras a ejecutivos que acaban de salir de no sé qué escuela con malas notas que no entienden nada y se ponen a mandar, a querer hacer cosas sin ningún criterio, simplemente porque él lo dice y ahí claro, todo falla. Depende todo de la educación y del talante del ejecutivo.
Antes se trabajaba con los jefes, con los propietarios de las empresas. Ahora se trabaja con los becarios. Preguntas, esta cuenta quién la lleva, y siempre es uno que pasa por allí. Y además cada vez más barato y entonces, claro, los resultados son muy pobres. Estamos en una especie de espiral que si yo te contara…
No hace falta que te cuente como está España en este momento. Como dice la canción, Should I stay or should I go, muchos no saben qué hacer, si quedarse o largarse. Tú que has sido tan viajero y has visto otras épocas y otros momentos económicos, ¿recomiendas salir para encontrar nuevos horizontes o hay que quedarse a luchar? Por medicina, por salud personal. Todo aquel joven que no ha cruzado la frontera de su país es un joven al que le han estado robando algo. Un joven tiene que circular. Una profesión como la nuestra tiene que pasar sus años de sufrimiento, de aprendizaje fuera. Tiene que irse para volver con nuevos ojos. Las personas que han salido fuera, luego son más libres y pueden trabajar en cualquier lado.
Yo considero que el joven tiene que irse fuera. Por lo menos un año… si puedes más. Al ser emigrante siempre tienes que dar más, llegas a los sitios sin nada, solo con una maleta y lo que los demás hacen en años tu tienes que hacerlo rápido. Comprar la nevera, el sacacorchos, la fregona… la gente cree que esto lo tiene siempre, pero no es así. Y te compras la cama, el ropero, la lavadora… esto lo tuve que hacer muchas veces. Cuento mi vida por neveras. Coches. ¡Las cosas que dejé en Estados Unidos!
Yo me fui de Argentina a Estados Unidos, luego a España. He viajado por toda Europa. Ahora podría trabajar en cualquier sitio, en la India si me pongo. El lenguaje universal del diseño, salvando pequeños detalles, es el mismo, con los mismos problemas. Cada país tiene su idiosincrasia, pero te la aprendes rápido. De hecho, ya estamos haciendo marcas que luego se utilizan en cualquier país.
Ahora se ha inventado un término nuevo para esto que se llama el PanEnvase o PanPackaging. Un envase lleno hasta los topes para un montón de países. Hace poco hemos hecho uno con 16 idiomas.
Tu vida ha sido y sigue siendo fantástica, ¿no? La vida es lo que transcurre entre trabajo y trabajo.
+info: Fotomatón Ricardo Rousselot
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