Riki Blanco, el ilustrador y viñetista, vuelve a sorprendernos con su nuevo libro Libro de reclamaciones, una obra que recopila algunas de sus viñetas más profundas y reveladoras. En esta entrevista, Blanco nos revela el proceso detrás de su selección, su enfoque creativo y cómo maneja la presión de la publicación regular. Además, reflexiona sobre la sátira, el humor gráfico y la autoedición, ofreciendo una mirada íntima a su mundo interior y a la filosofía que impulsa su arte.
¿Cómo has seleccionado las viñetas que conforman el libro?
La selección la he hecho de la misma forma que he hecho las viñetas: desde la más absoluta libertad e intuición. Han acabado en el libro las que considero más especiales, sustanciosas y atípicas. Las que, en definitiva, aportan más al lenguaje. En ’Libro de reclamaciones’ están las viñetas que me han transformado, cuyo proceso creativo me ha llevado a un lugar inesperado, y quiero pensar que esa experiencia es simétrica: la podrá vivir de la misma forma el lector.
Es curioso como en la viñeta se condensa una unidad argumentativa completa, por eso el lector siente la necesidad de “pillar” lo que quieres decir y sabes que por lo menos te dedicará unos minutos a descubrirlo. ¿Cómo es tu proceso creativo?
Procuro que todas las viñetas tengan más de una capa tectónica, pero cuya lectura sea simple e inmediata. Contemplo lo que me rodea y cuando percibo algo susceptible a ser viñeta lo extraigo, lo descontextualizo y lo sintetizo hasta su mínima expresión. La ecuación perfecta es aquella que cualquiera puede resolver, pero que tiene varios grados. La que con muy poco diga mucho.
¿Estás muy obsesionado con que se te entienda?
Más bien estoy obsesionado con que la viñeta contenga toda la información para ser entendida. Con haber dejado todas las pistas. Casi todas mis viñetas tienen un componente poético, entendiendo ‘poesía’ como una pieza cuya interpretación no es única. Obviamente en todas hay una intencionalidad pero dicha intencionalidad me sirve más de motor que de tesis final, o de proclama que, obviamente, también está presente. Quizás así evito mojarme. Seguramente esa ambigüedad interpretativa me permita estar mucho tiempo diciendo cosas salvajes sin que lo parezca. El humor y la poesía son dos burladeros, pero también trincheras. Vaya, eso me convierte en la persona más cobardemente pasivo-agresiva del planeta….
¿Cómo se vive la presión de publicar viñetas regularmente?
Para mí tener cierta estabilidad laboral es algo nuevo. Y pese a que cada mes pienso que me van a echar, es una continuidad que me permite el riesgo y la experimentación, y eso es un priviliegio. Me concedo un pacto de no agresión conmigo mismo: un día puedes hacer una viñeta floja pero al día
siguiente lo arreglas, no pasa nada. Solo me queda confiar en la estadística.
No obstante existe un elemento clave del que no se puede huir que es la actualidad
Totalmente, aunque en el periódico no estoy sujeta a ella. En cualquier caso, para ‘Libro de reclamaciones’ he quitado las viñetas que solamente se entendían en el contexto de la actualidad. La contemporaneidad es un elemento a tener en cuenta, puede arreglarte una viñeta simplona, pero destrozarte una más sustanciosa. Como por ejemplo la viñeta en la que habla de que la sátira es un postre que no lleva nada azúcar y en la que salía un tipo lanzando un tartazo. Esta idea se me ocurrió el día que conocí a El Roto, mientras hablábamos del tema. Pensé “la sátira es al humor gráfico lo que un tartazo en la cara es a la repostería”. ¿Y qué pasó el día que se publicó? Que un tipo tiró una tarta a la Mona Lisa y claro, no se entendió nada. La actualidad eclipsó al aforismo.
Ahora que sacas el tema.. ¿Tu libro se sitúa más en la sátira o en el humor gráfico?
Creo que en un intermedio. De forma natural me sale más la mordacidad y la severidad, porque siento que se reverberan en el tiempo más allá de su lectura inmediata, pero hay días que me relajo y concibo viñetas más recreativas, en las que no tiro a dar. Sin embargo, en muchas otras, consigo un híbrido, una escena aparentemente divertida en cuya lectura van apareciendo trazas agridulces e incómodas.
Es curioso, porque publicar de forma regular me permite ecualizar esa intensidad, si llevo varios días seguidos con viñetas dolorosas después lo suelo compensar con un azucarillo. También lo hago por mi, para aliviarme con tanto drama. Se podría decir que hay cierta coherencia en el orden de las viñetas y, salvo contadas excepciones, lo he querido respetar en el libro.
Para hacer las viñetas, todos los días tienes que parar a reflexionar sobre el mundo, cosa que la mayoría de nosotros no hacemos de manera constante y y premeditada. Tú estás obligado a hacerlo pero, a cambio, obtienes un resultado de esa reflexión. Es casi una suerte porque es como tu ‘mindfulness’ sobre el mundo que te rodea y el momento en el que vives.
Totalmente. Parar a reflexionar es muy sano, pero también es muy doloroso. Querer llegar al quid de cualquier cuestión y plasmarla de un forma simple es un proceso muy parecido al de una terapia psicológica. El proceso creativo es convergente, partimos de muchas opciones para llegar hasta una solución concreta, sin embargo en una terapia es al revés, partes de algo concreto -un hecho, un pensamiento, una frase- y lo que haces es desgranar las diferentes motivaciones. Esa divergencia es algo así como una imaginación realista. Mi trabajo se basa en aunar esos dos factores para llegar hasta algo parecido a la verdad. Por supuesto, una verdad sesgada por el propio medio, que no permite desarrollos ni matices. Por ese motivo siento que mis viñetas coquetean con esa vertiente más psicológica, más humana. Aunque esté tratando un tema social, político, etc.… Por ese motivo me parece interesante que en la presentación del libro en Barcelona esté presente mi amiga Elena del Amo, que es psiquiatra, y así hablar con conocimiento de causa sobre patologías, conductas, síndromes, patrones, y todas esas cosas.
Claro, al exagerar un comportamiento humano común lo conviertes en patológico.
Sí, sí. Para mostrar algo necesitas caricaturizarlo, y en esa desproporción es donde aparece lo malsano. Se podría decir que la enfermedad es la exageración de la salud.
Tengo que agradecerte que en mitad de la cultura de la cancelación, haya autores valientes que sigan poniendo la cara
¡Pero si soy un cobarde!
No es el primer libro que autoeditas, ¿le estás cogiendo el gusto?
He querido volver a descender a los infiernos de la autoedición para reencontrame con una forma de hacer más consciente, directa y cercana. Forma parte de un proceso personal de ‘decrecimiento intimista’.
¿Dónde se puede comprar ‘Libro de reclamaciones’?
De momento solamente desde mi web y en la tienda de Gràffica. Cada mañana voy a Correos para mandar los pedidos. Eso me obliga a salir de casa. Es como tener que sacar a un perro, solo que en este caso, yo soy la mascota. En breve iré anunciando las librerías en las
que también estará disponible.
¿Sabías que Coto Matamoros tiene un libro que se llama igual?
Next!
Actualizado 11/07/2024