OPS – El Roto – Andrés Rábago se merecía esta amplísima exposición. Ésta llega ahora al Centro Cultural La Nau de la Universitat de València, donde hasta el 12 de enero de 2014 se podrán ver 200 piezas originales de este dibujante poliédrico –que no ilustrador–.
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A mediados de los años 70, cuando más se reafirmaba la masa como sinónimo de individuo, aunque, obviamente, sin la intensidad actual, Andrés Rábago emprendió un viaje personal. Lo hacía alejado de las futilidades de su tiempo, para dejar de ser un hombre sin atributos. En primera instancia se valió del seudónimo OPS, con el que comenzó a hacerse espacio en las publicaciones más críticas con una dictadura que, como tal, era poco amiga del pensamiento libre. Aquel seudónimo le sirvió de amparo, que no de escondite, para afrontar una introspección en su inconsciente mediante una forma de autoanálisis con la que no era difícil identificarse, teniendo en cuenta que la suciedad de que se iba desprendiendo en cada viñeta era la misma que nos embotaba la sensibilidad a todos. Los monstruos que OPS descubría cuando miraba en su interior eran los mismos que habían esclavizado nuestra razón hasta volverla demasiado perezosa para emprender un tiempo nuevo que intuíamos que llegaría más tarde o más temprano.
De tanto en tanto, sin embargo, la cuestión social y la cuestión política hacían acto de presencia en aquellos dibujos satíricos y crueles, consciente su creador de que los vínculos comunitarios habían sufrido una grave ruptura durante el largo franquismo. Sin ninguna clase de sobresalto, al principio de la década siguiente, los setenta, se fue dejando ver un heterónimo: El Roto. Un heterónimo, sí, porque su personalidad estaba claramente diferenciada de la del autor, que acertadamente instaló su criatura en el ámbito de una conciencia civil, entendiendo desde el principio que su finalidad era hacer un servicio público y social: romper la condición de individuo-masa para arrancarlo de su posición de mero espectador de una realidad disgregadora y anestesiante.
OPS y El Roto llegaron a transitar juntos una parte del camino (hay dibujos, por ejemplo, de 1976, firmados por los dos). Sin embargo, mientras el primero, limpio ya de excrecencias, deambulaba por el dibujo y seguidamente también por la pintura, por ámbitos más estéticos que bordeaban la poesía visual, el segundo se iría consolidando, hasta el día de hoy, como una de las firmas españolas más implicadas en la reconstrucción de una cohesión comunitaria y en la reivindicación del concepto de persona, acorralado por el concepto de individuo que la modernidad había parido y establecido.
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Actualizado 28/09/2013