La nota de prensa que lanzó el Ayuntamiento de Madrid anunciando que JAZZMADRID19 renovaba su imagen con una ilustración y una tipografía elegida por Andrea Levy, provocó algunas reflexiones por parte de los diseñadores, entre ellos el director de arte Nacho Padilla, quien abrió el siguiente hilo en Twitter.
No sé qué mensaje se lanza con esto de que la concejala sea la que haya elegido la imagen y la tipografía con la consiguiente (¿correlación? ¿causalidad?) “potencia y renovación” de la imagen del evento en cuestión. Bueno, sí lo sé pic.twitter.com/RiwXayIQow
— Nacho Padilla (@nchpdll) October 2, 2019
Con el objetivo de profundizar sobre ello, Nacho Padilla nos ofrece el siguiente artículo de opinión:
El hiperproblema
Hay problemas tan enormes que incluso apreciarlos resulta difícil porque, al extenderse sobre todo, no somos capaces de alejarnos y verlos con distancia. Resultan los más complejos de solucionar porque son los más complicados de abarcar o de entender. El ejemplo más evidente es la emergencia climática, a la que el filósofo Timothy Horton define como un “hiperobjeto”: algo que forma parte de nuestra vida tanto como nosotros de su existencia y de ahí la dificultad en comprenderlo y combatirlo.
Del mismo modo, el diseño está presente en todas las formas en que nos relacionamos con el mundo construido, vivimos a través de él. Quizá por eso, encontrar la solución al problema del diseño en España también se parece a entender y combatir un hiperobjeto. Como método de acercamiento, vamos a suponer que la solución pase por ir encontrando arreglo a los problemas que conforman ese hiperproblema.
Uno de esos problemas pequeños, pero grande hasta ser sistémico, es el desdén por incomprensión que sufre el diseño en la administración pública en general.
Es el ‘desprecia cuanto ignora’ machadiano convertido finalmente en un embolado que cubre tantos aspectos del diseño desde hace tanto tiempo que se llega a confundir con su propia naturaleza. Al final se puede vivir la ilusión de que el problema ni siquiera existe, como el agua para los peces de Foster Wallace.
El trabajo especulativo, la interlocución no profesional, los caprichos políticos, las licitaciones mal encaminadas, los concursos populares, las bajas temerarias, la confusión entre gasto e inversión, el desconocimiento mutuo entre administración y sector… Ya sean causas o síntomas, hay un rosario de errores enquistados e inercias históricas que proceden de que nunca jamás nadie se ha enfrentado al problema en su magnitud. Y a fuerza de no querer ni mirar, se ha llegado a un grado de desconocimiento que ha alcanzado el temido estado de no saber que no se sabe.
En 1944, cuando aún quedaban 6 meses para que acabara la Segunda Guerra Mundial en Europa, el gobierno británico puso en marcha el Design Council, un organismo para ‘promover por todos los medios posibles la mejora del diseño en los productos de la industria británica’. Asumir esos 75 años de retraso puede ser lo primero en la corrección de rumbo, lo segundo es entender que si 1944 era un buen año para abrirlo, es pertinente hacerlo en cualquier momento.
Un organismo que construya soluciones prácticas y acorde a la ley para las licitaciones, que genere una sistematización de buenas prácticas con procesos realistas y asumibles, que profesionalice la interlocución en las instituciones. Una oficina que colabore en la creación de sinergias entre industrias, que favorezca el fermento educativo y su conectividad, la calidad de la formación y el acceso del talento a la misma.
Una entidad que unifique criterios y procesos con la calidad de los resultados y la rendición de cuentas como objetivo.
No se trata de aplicar una capa más de instituciones a las existentes, al contrario, se trata de centralizar y unificar para eliminar duplicidades, quitar grasa, agilizar procesos, adaptarlos a las realidades sectoriales del momento y capacitarlos para unos retos que se encuentran en constante cambio. La cantidad de oportunidades que se dejan pasar cada vez que convertimos en gasto lo que debería ser inversión en diseño (gráfico, de uso, de experiencia, de producto…) es, por su capacidad sinérgica, exponencial. Para una enorme diversidad de sectores, para la administración y, sobre todo, para el ciudadano.
Actualizado 05/11/2019