Es habitual oír a los diseñadores hablar de proyectos de otros con el apelativo: «Eso es una mierda». Esta manera de describir engloba muchos matices dentro. Es verdad que hay mucha «mierda design» por las calles, pero esta frase no va dirigida a eso que todos sabemos que son cosas diseñadas por inexpertos o aficionados. Eso es otra mierda.
Habitualmente, esta frase suele salir en situaciones muy interesantes de analizar. Delante de un proyecto que nos hubiera gustado hacer a nosotros, pero que se lo ha llevado otro colega de profesión, suele suceder que nuestro cerebro todo lo ve negro y feo. La envidia suele tergiversarnos la realidad.
Por otro lado, están los que siempre dicen: «Yo lo haría mejor», que es una manera de decir, «eso es una mierda». Esto es condición humana. Quién no se cree mejor que los demás. Como dice la canción de Astrud: «Todo nos parece una mierda menos lo vuestro».
Luego están los que no tienen ni idea de lo que es desarrollar ciertos proyectos, y se atreven a decir que no han hecho lo que debían, que se han dejado manipular por el cliente, que no han arriesgado, que no han innovado, que se parece a otra cosa, que tampoco se han matado… Muchos de estos no sabrían ni por dónde empezar, pero ellos piensan que van sobrados. Estos son los más peligrosos. Y es que la ignorancia es muy atrevida.
Pero el que últimamente oigo y veo más es un tipo de diseñador que con cierto bagaje profesional, con cierto éxito y sobradas dosis de conocimientos lanza la sentencia «eso es una mierda» delante de algo que se salta los cánones y la ortodoxia.
Hay una reacción por parte de muchos de que todo aquello que no es ortodoxia pura está mal. Colores, composición, tipografía, concepto… con tal de que algo esté fuera de la corrección política del diseño ya no es aceptado.
Me refiero a muchos trabajos que vendrían a estar en ese mal llamado Ugly Design en el que cabe todo tipo de locuras y desvaríos gráficos. Hay una mezcla de ignorancia, miedo y desconocimiento en la clasificación de «mierda» en estos casos.
Miedo a perder el control, miedo a no entender. Desconocimiento autoimpuesto porque significa tener que volver a aprender otra forma de entender la profesión. El rechazo es la mejor defensa para conservar lo que se tiene.
Recuerdo que en los 90 se produjo un efecto similar con David Carson. Un tipo que no era diseñador hacía una revista adorada por los más jóvenes, ya que nos regalaba un lenguaje nuevo, rompedor con las estructuras anquilosadas de la rejilla base, de las columnas y de las cosas «bien» hechas.
Se le tildó de todo, pero creó escuela y muchas de sus locuras se quedaron. Y ahora apilamos tipografía sobre fotos, amontonamos titulares, o colocamos cosas en diagonal sin sobresaltarnos. Ya hemos integrado muchos de esos usos.
Ahora aquellos jóvenes ya pintan canas y siguen adorando al impresentable de Carson por sus locuras, pero no entienden a los jóvenes de hoy que hacen locuras gráficas como ellos las hicieron entonces.
Utilizan tipografías expandidas en exceso, comprimidas sin compasión, mezclan tipos, giran los textos hasta hacerlos incomprensibles e ilegibles. Utilizan el blanco y negro como signo de identidad en casi todo. Algunos de sus proyectos necesitan una pegatina encima para poder explicar de qué va aquello porque es casi imposible de entender.
Y es cierto que en muchas ocasiones no cumplen con el objetivo que se les ha encargado: comunicar. Y eso es imperdonable, pero… cuántos de los diseñadores ortodoxos hacen proyectos que no cumplen con el objetivo que se les ha pedido. Muchos.
Carteles que fuera de su contexto nadie entiende de que van, con textos ridículamente pequeños, con mensajes crípticos, minimalismos mal entendidos, con recursos prestados de antiguas vanguardias, inspiradas composiciones que son poco creíbles y huelen a impostura… Pero a todos estos nadie los tildará de «eso es una mierda». Cumplen el canon y por tanto son mierda de la buena.
Con el feísmo diseñil se nos abren puertas y ventanas nuevas. Muchas son malas salidas y malos intentos, pero no dejan de ser pruebas e intenciones creativas que nos llevarán a nuevos escenarios. Y a eso no podemos llamarle «mierda».
Deberíamos ser más reflexivos y analistas. Yo el primero. Me podría incluir en cualquiera de los casos citados diciendo «eso es una mierda», pero tengo que decir que cada vez me paro más a pensar y ver por dónde van los que apuestan por planteamientos atrevidos y rompedores, con propuestas gráficas en las que las reglas se saltan porque sí.
Muchos de esos incomprendidos diseñadores y diseños en unos años se convertirán en nuestra manera de entender la creatividad gráfica y deberemos darles las gracias por abrirnos las puertas y los caminos de nuevos territorios gráficos.
Bienvenida la nueva mierda. Sigan explorando.