Las ayudas del Ayuntamiento de València a la creatividad joven apenas cubren los gastos administrativos

El Ayuntamiento de València ha abierto la convocatoria de los Premios Arte y Creatividad Joven 2024, destinados a impulsar proyectos artísticos, culturales, literarios y musicales de jóvenes entre 18 y 30 años. En total, se repartirán 75.000 euros entre 25 proyectos seleccionados, lo que supone 3.000 euros brutos por propuesta. Aunque la medida se presenta como un respaldo al talento emergente, la realidad económica de la dotación ha reavivado el debate: ¿se trata de un apoyo efectivo o de un gesto simbólico con poco impacto real?

Un programa con objetivos ambiciosos

Según las bases, los premios buscan fomentar la profesionalización de la juventud creativa, dar visibilidad institucional a nuevos proyectos y ofrecer recursos logísticos como la cesión de espacios municipales —Espai Jove VLC u otros— durante un máximo de tres meses. La convocatoria abarca disciplinas diversas, desde las artes visuales y escénicas hasta la literatura, la música o el cómic.

Los criterios de valoración hacen hincapié en la calidad, la originalidad, la viabilidad y la capacidad de conectar con el público joven, subrayando el objetivo de promover procesos creativos innovadores y con impacto social.

Una ayuda con condiciones profesionales

El marco administrativo, sin embargo, revela una paradoja: para optar al premio es necesario estar al corriente con Hacienda y la Seguridad Social, darse de alta como proveedor del Ayuntamiento y presentar una memoria justificativa detallada. Es decir, no se dirige a jóvenes que empiezan sin actividad profesional, sino a quienes ya están dentro del circuito formalizado de la producción cultural.

¿Qué se puede hacer con 3.000 euros?

El cálculo de lo que puede hacerse con 3.000 euros lo ilustra con claridad. Un proyecto audiovisual, por ejemplo, requiere alquilar equipo profesional durante varios días, lo que puede rondar los 1.000 euros. Si además se cuenta con dos colaboradores con honorarios modestos, el presupuesto queda prácticamente agotado antes de añadir gastos inevitables como transporte, montaje o edición. En el terreno musical, grabar una maqueta en estudio durante una semana puede costar entre 1.200 y 1.500 euros, a los que hay que sumar mezcla, masterización y distribución digital, que fácilmente superan los 2.000. Algo similar ocurre en el ámbito del cómic: la producción de un capítulo piloto de 20 páginas implica no solo el tiempo de dibujo y guion, sino también la digitalización, el color y la maquetación, procesos que pueden requerir la colaboración de otros profesionales y que elevan los costes muy por encima de la dotación ofrecida. En todos estos casos, la ayuda municipal no alcanza para completar el proceso y apenas cubre una fase parcial del proyecto.

El contraste con las ayudas a empresas privadas

La comparación con otras partidas municipales agrava todavía más la percepción de desequilibrio. Mientras determinadas empresas privadas vinculadas al diseño o la creatividad reciben cada año subvenciones que ascienden a varios cientos de miles de euros, los jóvenes creadores apenas acceden a una ayuda simbólica de 3.000 euros por proyecto. El contraste es evidente: quienes deberían sostener su actividad mediante modelos de negocio propios encuentran respaldo económico directo en los presupuestos públicos, mientras que quienes están empezando, sin apenas oportunidades ni capacidad de generar ingresos estables, se enfrentan a un apoyo institucional que en la práctica no resuelve nada.

Reconocimiento más que impulso

Los Premios Arte y Creatividad Joven ofrecen, sin duda, visibilidad y un marco institucional a quienes resulten seleccionados, pero difícilmente pueden consolidarse como un mecanismo real de apoyo económico. La convocatoria sitúa a los jóvenes en una contradicción: se les pide demostrar profesionalización para acceder al premio, pero se les ofrece una dotación que apenas cubre los costes básicos de esa misma actividad.

Más allá de la insuficiencia presupuestaria, el planteamiento de los premios transmite una idea preocupante. La administración invierte dinero público en promover disciplinas culturales y creativas, pero lo hace desde un enfoque que no contempla el mínimo beneficio económico para quienes participan. Se trata de un gesto institucional que permite exhibir apoyo a la juventud, pero que no sirve en la práctica para incentivar una industria ni para fortalecer una actividad profesional o cultural. El resultado es contradictorio: en lugar de impulsar la consolidación del sector, se perpetúa la idea de que la creatividad es un terreno de precariedad asumida, una especie de “tú sí que vales” institucionalizado que ofrece reconocimiento pero no garantiza condiciones para vivir de lo creado.

+INFO: AJUNTAMENT DE VALÈNCIA

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