Hoy más que nunca es necesario educar en la gestión de las emociones, saber reconocerlas y saber gestionarlas. Las escuelas y universidades podrían ser el lugar idóneo para este fin.
En una sociedad veloz y liquida, a ratos dormida, que a menudo no genera tiempos y espacios siquiera para reflexionar acerca de lo que se siente, o incluso se prefiere evitarlos no vaya a ser que lo que se descubra no guste.
En un entorno que emplea corazas en forma de disimulos de lo que ocurre en los espacios interiores y en el que acudir a profesionales para repararse internamente aun conlleva ciertos estigmas, mientras se alaba moldear cuerpo e imagen… La gestión emocional es la gran asignatura pendiente…
Las emociones son todo aquello que nos pasa por dentro, vamos guardando en nuestra «mochila» y no nos enseñaron a gestionar con demasiada destreza…
Como en la vida, las emociones, en esto del diseño, son constantes y dispares… El agobio que se siente ante el cúmulo de proyectos a entregar en un máster, la inseguridad en los comienzos que a veces permanece incluso con la experiencia. La ilusión y felicidad cuando un cliente dice sí o cuando percibimos que encaja a la perfección una propuesta o la sensibilidad ante determinadas situaciones o proyectos y esa alegría que se experimenta al observar como se ha materializado una idea con éxito.
También otras que son menos agradables de digerir como la soledad cuando se trabaja como freelance, el temor cuando se da forma a las ideas por aquello del miedo a la crítica o el rechazo… El cabreo y estrés en todos los procesos de gestión con los clientes, los angostos deadlines, los escasos presupuestos o el retraso de las facturas y esa intranquilidad que a veces nos provoca una de las pocas certezas que nos aporta la vida llamada incertidumbre… Y luego ese gran enemigo que solemos generar nosotros mismos…
El miedo, ese que a menudo paraliza y frena la evolución o la autoestima, que mal gestionada puede llevar síndrome del impostor… Y por supuesto la empatía, pilar fundamental para gestionar la relación con clientes y comprender las necesidades y preocupaciones de los usuarios de esto llamado diseño… Envueltos en esta amalgama, gestionarlo todo con acierto, y a menudo a la vez, desde luego es complejo.
creatividad y emociones
Si lo pensamos un negocio de creatividad depende, a menudo, en gran parte de las emociones, tanto a la hora de crear como a la hora de gestionarlo son claves las decisiones que se vayan tomando… Y en esto de la creatividad ya se sabe que andamos inmersos de manera constante en la toma de decisiones… Y las emociones, la gestión de las emociones, es importante para la toma de decisiones…
No fue hasta el año 1995 cuando el término de «inteligencia emocional» alcanzó sus cotas más altas de difusión con la publicación del best seller de Daniel Goleman.
El término alude al conocimiento y gestión de nuestras propias emociones y sentimientos y las capacidades y habilidades para autorregularlas con el fin de adquirir habilidades sociales para interrelacionar de manera satisfactoria con el resto de la humanidad y nosotros mismos.
En los últimos años, la materia parece que comienza a estar presente en las aulas con lo que todo apunta a que los que vendrán serán afortunados, pero la mayoría de los que nos hallamos ante estas letras no tuvimos la inteligencia emocional como asignatura en los planes de estudios… La necesidad de su existencia se empieza a comprender más tarde, como decía Gil de Biedma.
Las emociones están presentes en todo el proceso creativo, en la relación íntima que se establece con uno mismo, pero también, en todas aquellas fases en las que se interactúa con otros seres humanos. Sentimos cada vez que respiramos y sentimos cuando nos relacionarnos.
Nuestro inventario de emociones es extenso a la par que desconocido, según acuerdos de los especialistas, nuestro léxico contiene más de 500 palabras para describir nuestros estados de ánimo, podría decirse que somos analfabetos emocionales verbales… La mayoría no contamos con recursos ni habilidades para expresar lo que sentimos.
Aprender a identificarlo, perder el miedo a compartirlo y poder expresarlo con rigor y claridad es a menudo una cuestión de valentía y despojarse de prejuicios, también de trabajo. La educación emocional ayuda a gestionar lo que se siente.
Por todo, sería interesante comenzar a tratar desde las aulas conceptos aunados a la inteligencia emocional, por aquello de poder gestionar con más audacia todo aquello que sabemos que está intrínseco tanto en la enseñanza como en la profesión de la creatividad y a menudo se olvida… Porque es muy importante lo que sucede fuera, pero aún lo es más lo que sucede por dentro, que en el fondo es lo que dibuja las ideas, formas y estética en las que sucede el diseño.
→ Más contenidos sobre los retos de la educación en las disciplinas creativas en el número 22 de nuestra revista Gràffica, Enseñar y aprender, que acaba de salir a la venta.
Actualizado 03/11/2022