El diseñador madrileño Juanjo López «Juanjez» presenta Graveur, una gran familia tipográfica de aires renacentistas y espíritu intemporal.
A simple vista puede parecer fácil «revivir» una fuente tipográfica antigua y traerla sin más a nuestro presente digital. Bastaría con copiar sus formas y convertirlas en archivos digitales, pero nada más lejos de la realidad. El diseño tipográfico tiende a huir de la lógica y lo puramente matemático se rinde a la inefable intuición del diseñador.
Al igual que todo buen escritor es un incansable lector, un diseñador tipográfico es, ante todo, un amante de las formas de las letras. Lo demuestra claramente Juanjo López con Graveur, una «familia tipográfica literaria y de revista con raíces en el estilo renacentista francés».
Inspirada en el material original del punzonista y diseñador de tipos francés Robert Granjon (1513-1589), Graveur surge a partir de su experiencia como estudiante en Expert Class in Type Design (EcTd) en el Plantin Instituut voor Typografie de Amberes, en Bélgica, que se imparte en el Museo Plantin-Moretus. Una experiencia que, tras año y medio de pandemia, parece corresponder a un tipo de vida muy lejano en el que la cercanía y el contacto directo con personas y objetos era el medio natural de aprendizaje.
Graveur es una tipografía inspirada en el material original del punzonista y diseñador de tipos francés Robert Granjon.
Poder observar de cerca la colección de libros, punzones y matrices originales, accesibles en la biblioteca del Museo predispone a realizar un tipo concreto de trabajo de diseño tipográfico: un rediseño de un fuente grabada hace siglos, en pleno Renacimiento. Ni siquiera estoy segura de que el término «rediseño» sea el más adecuado. El propio Juanjo, en el magnífico ensayo que acompaña a la edición de Graveur, se hace eco de esta disyuntiva terminológica y, sobre todo, conceptual, pues él usa «revival» y llega a afirmar que «los “revivals” son uno de los temas favoritos de discusión en el diseño tipográfico».
Sea como fuere, se hace inevitable el paralelismo entre la interpretaciones obras musicales clásicas —que para los oídos entrenados siempre suenan distintas— (Juanjo no piensa en sinfonías, sino en surf y garage rock) y la revitalización o resurrección digital de una venerable fuente tipográfica que, gracias al talento y gusto personal del diseñador, vuelve a la vida.
Pero como decíamos al inicio, no se trata de un calco sin más. El diseñador ha de tomar decisiones, unas decisiones que llevan a otras, porque la fidelidad al espíritu de lo que el viejo maestro grabador —graveur— quiso expresar es lo que dotará al conjunto de viveza y originalidad. Habrá malos actores capaces de destrozar buenos textos y buenos actores capaces de sostener con gracia textos mediocres.
Juanjo consigue con Graveur un trabajo épico, pleno de sentido, «una extensa familia tipográfica que trata de captar el estilo general de Robert Granjon en lugar de ser simplemente una copia servil de una fuente concreta».
Graveur se presenta con cuatro tamaños ópticos y siete pesos, además de cursivas y una fuente de adornos. También cuenta con fuentes variables para un mayor ajuste y un enorme conjunto de caracteres y un gran uso de las características OpenType.
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