Los retratos de esta artista norteamericana influyeron enormemente en la fotografía documental y artística del siglo XX. Una exposición en el museo Martin-Gropius-Bau de Berlín recoge ahora sus obras más importantes.
Berenice Abbott (Ohio, 1898) siempre tuvo clara su vocación artística. A los 20 años de edad, tomó la determinación de trasladarse desde su ciudad natal Springfield a Nueva York para estudiar escultura en el Greenwich Village. Solo tres años después, la artista norteamericana decidió dejar su país para viajar a Europa, y embarcarse en una nueva aventura. A Berenice Abbott, sin duda, le inspiraban los cambios. Su cámara, Nueva York y París fueron los únicos elementos que, de una manera u otra, siempre formaron parte de su crecimiento artístico.
Tras conocer en Nueva York a Marcel Duchamp y a Man Ray, fundadores del dadaísmo, Abbott tuvo la oportunidad de conocer a otros populares artistas vanguardistas ya en su nueva vida en París. Jean Cocteau, James Joyce, André Gide, Max Ernst o Peggy Guggenheim fueron algunos de los rostros que protagonizaron sus primeros retratos fotográficos, actividad que compaginó con su trabajo como asistente de Man Ray entre 1923 y 1925.
Durante este periodo, la artista norteamericana también se interesó por la obra de Eugène Atget, un reconocido fotógrafo francés cuya máxima aspiración era «captar el París que iba desapareciendo». De tal ambición, precisamente, nació el interés de Abbott por los paisajes urbanos, siempre subyugados por el demoledor paso del tiempo. Cautivada por la obra de Atget, no dudó en adquirir gran parte de su archivo cuando falleció para llevárselo a Estados Unidos y dar a conocer sus fotografías.
Cuando regresó a Nueva York, en 1929, Abbott llevaba consigo importantes vivencias que determinarían su manera de enfrentarse a su antigua ciudad. Tras percatarse de los cambios urbanísticos que había sufrido tras su estancia en Europa, Abbott se implicó en un nuevo proyecto más documental inspirada por la visión de Atget, y se mostró especialmente interesada en los cambios físicos de la ciudad estadounidense; especialmente, en la sustitución de viejos edificios del siglo XIX por rascacielos.
A partir de ese momento, Abbott se sumergió en una «interpretación documental» de Nueva York que culminó con un libro titulado Changing Nueva York, obra de referencia de la artista publicada en 1939. En ella, Abbott asentó su perspectiva moderna y compleja sobre el documento fotográfico, y presentó una innovadora manera de plasmar la temporalidad urbana a través de la yuxtaposición de luz y sombra, y los movimientos. «La fotografía no te enseña cómo expresar tus emociones. Te enseña cómo mirar”, determinó.
Su particular manera de observar el mundo estará disponible hasta el 3 de octubre en el museo Martin-Gropius-Bau de Berlín. En la exposición, el público asistente podrá conocer de cerca y de manera amplia el recorrido visual de la artista norteamericana.
→ Exposición en el Martin-Gropius-Bau
Actualizado 08/07/2016