Con motivo de una exposición de Víctor Moscoso, Oscar Guayabero repasa la breve aunque intensa historia de la gráfica psicodélica y explora las motivaciones que la hicieron aparecer en el San Francisco de mediados de los 60.
Se expone en la Fundación Luis Seoane de A Coruña la exposición «Moscoso Cosmos» con una retrospectiva de Victor Moscoso. El motivo es que este autor, aunque ha vivido y hecho toda su carrera en Estados Unidos, es gallego de origen. Con esta excusa me ha dado por revisar lo que se denomina gráfica psicodélica.
Si nos situamos en el San Francisco de los sesenta y tenemos en cuenta todo lo que sucedió en un corto periodo de tiempo, Moscoso forma parte de un fenómeno tan deslumbrante como fugaz.
diseño gráfico psicodélico
Para entender lo que paso entre los años 65 y 69 en esa ciudad, hay que conocer tanto la música que inspiró esa gráfica como la influencia del Art Nouveau, así como el movimiento contracultural hippie y los efectos del LSD y la marihuana. No os propondré que toméis un ácido escuchando Jefferson Airplane mientras revisáis un catálogo de Alfons Mucha.
Pero sí vale la pena intentar comprender qué pasaba en la sociedad norteamericana para que algo así pudiera suceder. Después de la segunda guerra mundial, EE.UU. vive el mayor crecimiento económico de la historia. La clase media sale del centro de las ciudades y se van a su backyard con el pack completo de casita, perro, niños adorables y coche propio.
El relato del American way of life es la mayor arma que tiene este país durante la Guerra Fría. Durante años, mediante el cine, la televisión y la propaganda estatal se estructuró un sistema de vida basado en dos mitos: estamos en el país de las oportunidades y somos la mayor potencia mundial.
Pues bien, esa sociedad con casitas y jardín que tiene cocinas luminosas pero que en el subsuelo igual tenía un refugio atómico, no convencía a todo el mundo. Una nueva generación de universitarios empezó a discrepar sobre ese modelo de: estudia, cásate, ten hijos, ten un buen trabajo y paga tus impuestos.
filmore, en san francisco
En la costa oeste, con Los Angeles y San Francisco como epicentros, se inició una revuelta ideológica que tiene múltiples facetas. La música fue una de las más importantes e hizo de lanzadera para muchas otras cosas. En San Francisco había un local, el Filmore, su promotor era Bill Graham. En ese espacio se produjeron la mayor cantidad de conciertos que popularizaron el rock psicodélico además de otras músicas.
Es alrededor del Filmore donde se desarrolla la mayoría del trabajo de los llamados «Cinco grandes de San Francisco», cinco diseñadores gráficos que colaboraron con Graham: Wes Wilson, Rick Griffin, Stanley Mouse, Alton Kelley, y de quien hoy hablamos, Victor Moscoso. Yo añadiría, sin duda, un sexto miembro, la gran diseñadora Bonnie Maclean.
bonnie maclean
Ella fue substituyendo a los otros cinco, cada vez que alguno se peleaba con Graham, cosa que sucedía muy a menudo y es autora de algunos carteles fabulosos. Todo ocurrió muy rápido, tan solo 3 o 4 años, pero fue suficiente para que los carteles se hicieran tan conocidos que la gente los comprara al margen ya de los conciertos que promocionaban.
Cuando a Wes Wilson se preguntaron por la legibilidad dijo que, en realidad, sus carteles eran difíciles de leer para que solo se acercaran a mirar de cerca, los que les atraía esa estética, que correspondía a un tipo de música, e incluso podría decirse a un tipo de vida. Gente que odiaba la Helvetica por ser la tipografía de las grandes empresas. «Wall Street is War Street» decían los Motherfuckers, un grupo de locos activistas, y en Wall Street reinaba la Helvetica en los logos y comunicación corporativa.
alucinar
Una manera de enfrentarse a ese poder corporativo era huyendo del movimiento moderno, así que muchos miraron hacia atrás y tomaron el Art Nouveau como referencia. También es cierto que el cannabis y el LSD —cuya posesión fue legal hasta 1968 en EE.UU.— provoca alucinaciones que bien podían parecerse a según qué composiciones del Art Nouveau, quizás porque el uso del estramonio, una infusión alucinógena era habitual entre sus artistas, así como el opio.
La flor, tanto de una como de otra droga, es representada en varias obras. En todo caso, las letras deformadas y orgánicas, la figura femenina e idealizada y la línea sinuosa salto de siglo y sirvió a los chicos de San Francisco para desafiar a tardomedernismo americano.
Albers y el color
Victor Moscoso, quien por cierto estudio con Josef Albers en la Cooper Union de Nueva York, afirma que para llegar a hacer sus carteles tuvo que desaprender todo lo que le habían enseñado, menos los estudios del color de Albers. Moscoso es de los pocos de aquel grupo que sigue vivo. Hay una entrevista genial que le hizo el AIGA en 2018 donde da muestras no solo de una lucidez encomiable sino de un sentido del humor irreverente más que saludable.
Hace unos años que vivimos una revitalización del lettering y en ocasiones veo gráfica psicodélica para vender «cosas absurdas» como diría Moscoso en alguno de los cómics en los que trabajó.
La buena noticia de la exposición es que se ha catalogado toda su obra. Según el comisario de la exposición, David Carballal, «un trabajo llevado a cabo durante más de cinco años, que a partir de ahora quedará recopilado en una publicación que cuenta con la participación de Steven Heller, director artístico de The New York Times, que constituye el mayor compendio realizado sobre el trabajo del creador gallego».
Actualizado 07/11/2022