Dos carteles de cine de 1971, que hoy cumplen 50 años, le sirven como excusa a Óscar Guayabero para reflexionar sobre cómo la violencia ha sido tratada en el cine y asimilada por la opinión pública.
En 1971, Stanley Kubrick venía de haber hecho una de las películas más emblemáticas y pioneras de la ciencia-ficción, 2001: Una Odisea en el Espacio. En su búsqueda sobre los límites de lo socialmente permitido, que ya había explorado Lolita y seguiría más tarde en Barry Lyndon, Kubrick nos propone una de las reflexiones más punzantes y al mismo tiempo controvertidas de la historia del cine con A Clockwork Orange (La naranja mecánica). Esta película le supuso al director una persecución de los medios y más de una amenaza. En realidad, como ya había hecho en Senderos de Gloria, lo que estaba haciendo era un alegato en contra de la violencia y en este caso, contra la monitorización social de los adolescentes con métodos intrusivos y conductistas y su uso político.
lo inapropiado
El cartel, obra del gran Bill Gold afamado cartelista de cine, ha llegado a ser emblemático de la historia del cine, pero tampoco se libró de polémica. De hecho, en algunos países se cambió por considerarlo inapropiado. Efectivamente, la presencia de la navaja y el ojo y la mirada de Alex DeLarge infunden temor por esa sonrisa maléfica pero no fue eso lo que generó controversia. El problema fue que en la ilustración del cartel, de Philip Castle, aparecía una mujer en ropa interior y una postura que se consideró excesivamente erótica. Así que en muchos lugares se eliminó a la mujer, que debe ser un único elemento en el cartel que no expresa violencia.
En realidad, la figura era uno de los maniquís de los que usan como mesas en el bar Moloko, donde DeLange y sus amigos toman leche con sustancias narcotizantes que potencian su conducta ultra violenta. Por cierto, el diseño del bar, así como gran parte del mobiliario y decorados de la cinta, son obra de John Barry, quien más tarde trabajaría con George Lucas en Star Wars y ese maniquí censurado estaba directamente inspirado en las obras del artista Allen Jones.
Esta película tuvo un impacto enorme sobre la opinión pública, fue censurada e incluso prohibida. La película fue calificada «X» en su estreno original en los Estados Unidos. Más tarde, Kubrick cortó, voluntariamente, 30 segundos de la película para su reestreno de 1973. En el Reino Unido, la violencia sexual de la película fue considerada extrema. Más adelante, se dijo que había inspirado imitaciones. La prensa culpó la influencia de la película en un ataque a un indigente y en una violación, los atacantes cantaron Singin’ in the Rain, como en la película. Kubrick pidió a la Warner Bros que retirara la película del Reino Unido, pues se encontraba bajo mucha presión, llegando incluso a recibir amenazas de muerte hacia él y su familia.
Es cierto que entre los más jóvenes hubo una parte que se recreaba en la escenificación de la violencia y el uso de drogas recreativas para el sexo y la diversión pandillera, basada en la ultraviolencia nihilista y gratuita, pero el planteamiento de Kubrick era explorar los límites morales y poner en tela de juicio lo que es socialmente apropiado, a menudo desde posiciones hipócritas.
Ese mismo 1971, Don Siegel, director y montador en películas de género (westerns y acción principalmente), estrenaba una película donde la violencia también era la protagonista. Pero en ese caso no hubo excesiva controversia. La película era Dirty Harry (Harry, el sucio), el protagonista es un joven Clint Eastwood, habitual en westerns hasta entonces y la trama, una tópica cinta donde un asesino malvado aterroriza una ciudad, San Francisco; y un policía rudo, violento y arrogante aunque «legal», se dedica a repartir balas y puñetazos hasta acabar con el «enemigo público».
violencia pop
Curiosamente, el cartel también era de Bill Gold. En esta ocasión Gold apostó por una estética más pop, con un agente Callahan multiplicado y multicolor al estilo de las serigrafías de Warhol. Nada pareció alarmar a la censura y eso que el poster incluía una frase de lo más alarmante: «You don’t assign him to murder cases. You just turn him loose». Algo así como «tú déjalo suelto, que él ya se ocupa de los malos», todo un alegato a la extralimitación policial.
El film tuvo un considerable éxito, que dio pie a una pequeña saga de películas basadas en ese mismo personaje que primero disparaba y luego ya si eso preguntaba. Tuvo cuatro secuelas, Harry, el fuerte (Magnum Force en original, de 1973), Harry, el ejecutor (1976), Impacto súbito (1983), y The Dead Pool (1988). En todos los carteles de la serie, el protagonista es dual, Eastwood y un Magnum del 44 omnipresente. El fetichismo de ese «pistolón» es bastante obvio. En una escena de Impacto súbito hay una de esas memorables frases de poli duro: ante un joven negro, que retiene a una tendera como rehén, Callahan, apuntando a la cabeza del atracador atemorizado por «la gran pistola» del policía, dice: «Anda, alégrame el día». Una insinuación a que cualquier cosa que no sea soltar a la rehén, será motivo de un disparo en el entrecejo.
el bien y el mal
Cierto es que el filme estuvo prohibido en Finlandia hasta 1972 y censurado en Noruega y Portugal por extrema violencia, pero nada comparado con el revuelo y la censura que recibió A Clockwork Orange. Diría que una de las grandes diferencias entre las dos es que Kubrick hace un retrato difuso entre el bien y el mal, donde nos obliga a plantearnos nuestros propios códigos morales, en cambio, Don Siegel siempre nos sitúa en escenarios donde sabemos perfectamente que el bien está encarnado por el policía, el cual tiene «licencia para matar» en nombre del bienestar de la comunidad.
Pero además en La naranja mecánica y en su cartel, el sexo, las drogas y la violencia forman un círculo indivisible, lo cual fue motivo de gran escándalo. En cambio, en Dirty Harry no hay sexo ni drogas. Bueno, no exactamente, Harry bebe más de la cuenta (pero el alcohol es una droga legal) y que de vez en cuando aparece alguna mujer (siempre en papeles secundarios y ligeras de ropa). En A Clockwork Orange los políticos son corruptos y utilizan al protagonista tanto para justificar la tortura como para simular su posterior reinserción, en Dirty Harry, los políticos son inútiles y miedosos.
Ambas cintas ponen en duda el sistema pero, así como Kubrick lo hace desde la crítica social, Don Siegel lo hace desde la premisa de tomarse la ley por su mano, al margen de las normas y haciendo reducciones simplistas a problemas complejos y donde una Magnum del 44 es quien imparte justicia. No es difícil hacer metáforas con este doblete, pero no voy a caer en hacerlas yo.
Actualizado 09/04/2021