Por todo esto Valencia (sí) merece ser consagrada Capital Mundial del Diseño 2022

Esas razones de las que usted me habla. En los últimos meses los círculos de reconocimiento creativo de Valencia andan relamiéndose, como el que se satisface por el trabajo bien hecho pero también tal que aquel que se siente próximo al festín. Con el nuevo curso, en octubre, se sabrá si Valencia, finalmente, es capital mundial del diseño en 2022, en competencia en este tramo final con la urbe india de Bangalore.

Entre tanto, en mitad de la espera, hay ya algunas victorias de calado. Es más, podría pensarse que la comunidad tejida para perseguir el objetivo es ya el mayor triunfo que la candidatura pudiera aportar. Ha conseguido que muchos de los motivos que ya estaban —aunque apenas visibilizados— salgan a flote. Un relato verbalizado que sitúa a Valencia como el empeño de quienes unen la tradición y la pujanza sectorial con un fuerte deseo común de transformación. Si todos esos factores se combinan en una ecuación, el resultado es el que está llegando.

Por todo esto Valencia sí merece ser consagrada una ciudad que apuesta por el diseño como un eje vertebrador de su funcionamiento.

1. Un saber hacer continuado en el tiempo 

A pesar de que muchas veces los profesionales del diseño valencianos han podido parecer unos protocristianos aislados en las cavernas, acechados por maldiciones variadas, el peso de la tradición ha logrado que un hilo resistente haya conectado generación tras generación. 

Desde nombres ilustres como el de Josep Renau y una esplendorosa visión del alma desde el Mediterráneo hasta colectivos revolucionarios como La Nave, con una organización tan innovadora que debería ser paradigma en las escuelas de negocio. Un largo lapso de tiempo sazonado por cuantiosos premios nacionales, como los recibidos por Vicent Martínez y Lola Castelló, Daniel Nebot, Nacho Lavernia, Mario Ruíz o compañías como Andreu World, Royo Group, Actiu y Punt Mobles.

Demasiadas veces se ha caído en el guiño sobado al talento consanguíneo de los valencianos para el diseño, en su capacidad innata. Pero no, no son los genes, es el entramado.

El de la especialización productiva de áreas industriales como el mueble, el azulejo, la iluminación, el textil, el interiorismo, los videojuegos o el interiorismo que han hecho de palanca para dar continuidad al sector. 

Han seguido tirando del hilo, como una responsabilidad compartida a pesar de la dificultad, entidades como la Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana, certámenes como la Valencia Disseny Week, el Congreso Internacional de Tipografía, la persistencia del activismo desde encuentros como los Pechakucha, TEDx Valencia, Ladies, Wine & Design o Creative Mornings, han compactado la comunidad.

Pese a que muchas veces la crítica lacerante encontró graves carencias en la apuesta valenciana por el diseño, fue también esa misma exigencia la que reveló aquello que existía en el subsuelo económico: la voluntad de impulsarse a partir del diseño. En mitad de la persecución por la capitalidad del 2022 llega el nuevo reto: ensanchar la composición social, escapar de la comunidad endogámica. 

2. El regreso al trabajo colectivo

Precisamente el modelo referencial de La Nave en los ochenta ha debido inspirar el nuevo método para encarar la capitalidad. Es difícil adivinar qué fue antes: si la unión de fuerzas para formar la candidatura o la formación de la candidatura porque ya existía la unión de fuerzas, en cualquier caso revela cierto prodigio que a la vez tantos organismos y liderazgos se hayan alineado: sucedió con los partidos políticos en les Cortes Valencianas en 2019 con una Proposición No de ley (PNL) para aumentar el apoyo al sector; con la incorporación del diseño en el Programa Horizonte Europa 2021-2027 gracias al empuje de la Asociación  de Diseñadores de la Comunitat Valenciana (ADCV); con la implicación de Generalitat Valenciana; con el proyecto Arxiu Valencià del Disseny, impulsado por la Escola d’Art i Superior de Disseny (EASD) y por la Universitat de València; con la apuesta de La Marina de València por el diseño como método para reconfigurar la fachada marítima…

Metafóricamente se ha montado un hangar en el que trabajan juntos muchos intereses distintos puestos en el mismo carril: la apuesta clara por el diseño como vitamina para el progreso. El diseño de la organización de la candidatura, con un comité ejecutivo y una dirección estratégica compuesta por perfiles lo suficientemente transversales como para escapar de las dinámicas únicamente sectoriales, resulta clave para explicar el avance en tan poco tiempo. 

3. Una transformación basada en hechos reales

Anteriores estrategias de proyección de la ciudad de Valencia pusieron sus fundamentos en la aspiracionalidad en lugar de en la consolidación de la realidad. El querer ser frente a fortalecer lo que ya se es. Valencia lleva décadas incluyendo el diseño como uno de los arrastres fundamentales para su evolución. En esta ocasión, en esta candidatura, no había que inventar nada, solo oficializar lo preexistente. Algunos datos, como que el diseño contribuye directamente al 2,1% de la economía valenciana o que sus sectores afines dan trabajo a cerca de 215.000 valencianos. Por otra parte, el sector del mueble alcanza una cuota de mercado del 23,6 %, lo que la sitúa en la segunda posición en volumen de exportaciones en España. 

Aunque pendientes de constatar, los planes de la Agencia Valenciana de la Innovación pasan por la apuesta por el diseño. Responsables de la candidatura como el profesor Pau Rausell llevan años afirmando que es a través de diseño, como ventaja competitiva, por donde deben encauzarse la realidad socioeconómica valenciana. 

Parece darle una energía suplementaria el hecho de que justo se haya invertido el desprestigio del diseño como actor de trascendencia pública, muchas veces llevado al extremo de la banalización a merced elementos en el diseño de ciudad muy deficiente. Invertir esa tendencia genera un impulso transformador. 

4. La llamada de atención al sector público

Convertir una cuestión en capital demuestra la virtud del liderazgo, la posibilidad de revertir, de movilizar. Ya solo eso debería ser prueba inequívoca para reconocer el mérito de València para acarrear el reconocimiento como ciudad del diseño. Los últimos años han demostrado que la persistencia transversal, la machaconería con motivos, es capaz de movilizar. Los agentes que encabezan el diseño valenciano no dejaron de explicar a las instituciones públicas el interés de favorecer una causa de impacto. No fueron los representantes políticos quienes abrieron el melón, sino quienes ayudaron a cortar las rodajas. El diseño de una gobernanza singular.

5. Una nueva realidad cultural proclive

De la Valencia que vibra a la Valencia que actúa. Durante los años precedentes la ciudad apeló a sus cosquilleos, una sucesión de latidos que indicaban las ganas de reivindicar la cultura. Pasado ese tiempo de adolescencia, el establishment cultural canaliza esa misma energía. Voluntades como las de IVAM por recuperar su prestigio, apariciones como Bombas Gens, proyectos incipientes como Convent Carmen o ya más veteranos como La Fábrica de Hielo, medios como Gràffica asentados en la ciudad, áreas en expansión como La Marina de València o espacios por reinventar como la Ciudad de las Artes y las Ciencias, Las Naves o MuVIM, deben ser un buen hábitat para el diseño. 

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