En la era del streaming, Spotify se ha consolidado como el referente indiscutible en el consumo de música digital, atrayendo a millones de usuarios en todo el mundo y redefiniendo las reglas del juego para artistas, discográficas y consumidores. Sin embargo, detrás de su imagen de innovación y accesibilidad se oculta una realidad preocupante: una creciente desigualdad que afecta de manera drástica a los músicos, especialmente a los independientes y emergentes, mientras que sus ejecutivos disfrutan de ingresos astronómicos.
Uno de los aspectos más polémicos del modelo de Spotify es su sistema de pago por reproducción. Los artistas reciben, en promedio, entre 0.003 y 0.005 dólares por cada stream, una cifra que en algunos casos puede llegar a descender hasta los 0.001 dólares. Sin embargo, esta cifra puede variar significativamente dependiendo de varios factores: la ubicación geográfica del oyente, el tipo de suscripción y los acuerdos con distribuidores o discográficas. Por ejemplo, las reproducciones en Estados Unidos generan 0.0039 dólares, mientras que en Portugal solo 0.00181 dólares. Los usuarios premium generan más ingresos que los usuarios con cuentas gratuitas, y los artistas independientes pueden recibir más royalties al no tener que dividirlas con una compañía discográfica. Esto implica que para generar 1.000 dólares, un músico necesita al menos un millón de reproducciones. La situación se agrava con la reciente decisión de la plataforma de exigir un mínimo de 1.000 reproducciones al año para que una canción sea elegible para recibir royalties. Esta medida, lejos de fomentar la competitividad o apoyar a los nuevos talentos, excluye directamente a una amplia gama de creadores que aún no cuentan con una base de oyentes significativa.
Mientras los artistas enfrentan esta cruda realidad, las cifras en la cúpula de Spotify cuentan una historia muy distinta. Daniel Ek, CEO de la compañía, recibió 345 millones de dólares en 2024, principalmente gracias a la venta de acciones. Este ingreso, que equivale a los ingresos generados por 115 mil millones de reproducciones, supera con creces lo que perciben artistas como Taylor Swift, Drake o Ed Sheeran combinados. Este contraste resalta una brecha económica cada vez más profunda entre quienes dirigen la plataforma y quienes crean el contenido que la sostiene.
El modelo de negocio también plantea preguntas sobre la distribución de los ingresos generados por Spotify. A pesar de reportar beneficios récord de 3.810 millones de euros en el segundo trimestre de 2024, los porcentajes asignados a los diferentes actores de la industria no parecen equitativos. Aproximadamente el 30% de los ingresos se queda en manos de Spotify, mientras que las discográficas y otros intermediarios absorben una porción significativa. En el mejor de los casos, los artistas reciben entre el 20% y el 71.1% del monto generado por su música, lo que a menudo deja a los creadores con una fracción muy reducida del pastel.
En este contexto, Spotify ha lanzado “Showcase”, una herramienta de promoción que permite a los artistas destacar sus trabajos en la plataforma mediante un banner en la página de inicio. Presentada como una oportunidad para que los músicos tomen el control de su visibilidad, esta funcionalidad se enfrenta a críticas por las condiciones que impone. Con un costo de 0.40 dólares por clic y un presupuesto mínimo de 100 dólares por campaña, “Showcase” resulta prohibitiva para muchos artistas independientes. Además, la herramienta exige haber alcanzado al menos 1.000 reproducciones en los últimos 28 días en mercados clave, una barrera que excluye a quienes más podrían beneficiarse de una mayor exposición.
Estas políticas no solo afectan los ingresos de los músicos, sino también la diversidad del ecosistema musical en la plataforma. Al privilegiar a los artistas ya consolidados y a las grandes discográficas, Spotify corre el riesgo de limitar la oferta musical a un espectro reducido y homogéneo, sofocando la creatividad y las voces emergentes que tradicionalmente han impulsado la innovación en la industria.
Las críticas no se han hecho esperar. Múltiples artistas y productores han expresado su preocupación por un sistema que consideran injusto. Un productor, que prefirió mantenerse en el anonimato, afirmó: “Spotify ha creado un ecosistema donde solo los más grandes pueden sobrevivir. Están sofocando la creatividad y la diversidad en nombre de los beneficios corporativos”.
La paradoja de Spotify es evidente: mientras su modelo de negocio genera ingresos sin precedentes, los creadores que alimentan su éxito enfrentan un panorama cada vez más difícil. Con un enfoque centrado en maximizar las ganancias corporativas, la plataforma parece haber perdido de vista su papel como facilitadora del arte y la cultura. La pregunta que queda en el aire es si este sistema puede sostenerse a largo plazo sin provocar un colapso en la base creativa que lo sustenta. Por ahora, el futuro del streaming se perfila como un campo de tensiones, donde los intereses de los gigantes tecnológicos y los creadores parecen irreconciliables.