Aunque en la universidad a la que asistí no ofrecía una materia específica relacionada con la tipografía, he tenido profesores –en la actualidad colegas– que tanto en el ámbito académico, como en el laboral han sabido transmitir la importancia de la disciplina tipográfica en cuanto parte fundamental del lenguaje escrito, sobre todo en un país bilingüe y con rasgos de disglosia como al que pertenezco: Paraguay.
«El lujo es vulgaridad» canta el Indio Solari, frase muy cercana al concepto enunciado por Bruno Munari en su su libro ¿Cómo nacen los objetos?, con respecto a los problemas que atañen al diseño, concepto que fue fundamental para la concepción que comencé a construir del oficio por la misma época en que empezaba a preparar mi proyecto final de tesis de grado. Estos factores influyeron en la elección de un tema con fuerte contenido social, centrado en la función y alejado de otras ramas.
Así fue como inicié el proyecto Sarakanda. Se trata de una tipografía para niños y niñas con dislexia, una afección con prevalencia del 10% en la población escolar del país. Actualmente, Sarakanda se halla en medio de un –largo– proceso de corrección y ajustes, y ya en ella es posible encontrar algunos avances con respecto a la versión original presentada como tesis. Sin embargo, como la construcción de su estado ideal aún no es definitiva, me gustaría centrarme a seguir en una presentación breve de la primera parte del proyecto y en la explicación básica del funcionamiento de esta fuente.
Sarakanda nace como parte de una respuesta concreta planteada por un emisor -una institución educativa- ante la situación de la educación especial en el país: producir herramientas educativas para detectar y tratar una afección específica, la dislexia, trastorno de identificación, reproducción, comprensión e interpretación de los signos hablados y escritos.
El objetivo inicial fue desarrollar un sistema tipográfico adaptado a la fisiología de la lectura y a la manera particular en que los niños y niñas con dislexia desarrollan tal proceso. Para ello, se echó mano de diversos recursos basados en resultados de investigaciones bibliográficas, recomendaciones pedagógicas, pruebas con personas con dislexia, que si bien no contaron con un rigor científico, arrojaron resultados empíricos de gran utilidad.
Sarakanda busca diferenciar explícitamente aquellas letras que las personas con dislexia perciben con dificultad debido a la confusión estática, mediante la manipulación de la forma y la contraforma. El caso típico es el de los signos b/d/q/p. En todo momento se buscó reforzar las características inherentes de cada signo, destacar su peculiaridad sin perder la esencia, respetando el principio de familiaridad que alguna vez mencionara Jost Hochuli.
Para tener un panorama general de las ambigüedades intrínsecas del alfabeto debido a su construcción formal, me fue bastante útil adaptar el esquema presentado por Hran Papazian en el número 54 de tpG. En naranja aparecen los signos que pueden tener problemas de percepción por las recomendaciones pedagógicas.
En cuanto a sus proporciones, la propuesta de ascendentes y descendentes largos se fundamenta en la importancia de reforzar la forma exterior de la palabra. A esta conclusión se llegó en base a investigaciones que demuestran que los niños y niñas con dislexia apelan a la estrategia visual para percibir las palabras escritas, es decir, procesándolas como figuras particulares. Esto sucede porque les es imposible realizar el proceso por otro método, como el alfabético, que procesa la relación entre los signos de cada palabra como unidad y les da sentido fonético y/o semántico. Por tanto, se consideró importante generar formas bouma significativas.
La (futura) familia presenta un trazo modulado, evoca levemente a la escritura manual, aunque en algunos casos tiene cortes y soluciones más propias de lo mecánico. Los trazos de salida están convenientemente marcados, de modo que ayudan a determinar el sentido de los signos, a la vez que sirven como elementos generadores de ritmo.
Otra característica de la familia es su inclinación de dos grados, la cual busca reforzar el sentido natural de lectura izquierda-derecha. Luego de algunas pruebas, se constató que esa inclinación era suficiente para lograr el objetivo, sin que la letra deje de percibirse como redonda. Como resultado inesperado del planteamiento, se verificó que si se espejan los caracteres, se rompe completamente con la forma de la palabra, lo que deja en evidencia el posible error en la percepción, como en el caso de la «b».
Hay otros detalles que brindan dinámica y unidad al conjunto del sistema tipográfico. La determinación de usar un brazo (el central) ligeramente inclinado, por ejemplo, se subordina al planteamiento de sugerir el sentido de lectura mediante la inclinación. Esta particularidad refuerza tal idea, a más de quebrar la simetría horizontal, que se da en la «E».
Durante la primera etapa del trabajo se descartó el posible diseño de ligaduras para los digramas del guaraní [Vikipetã] (se incluirán para cuando se genere la fuente en formato OpenType). A modo experimental, sin embargo, se introduce en el sistema tipográfico la «y» guaraní diferenciada de la «y» griega, del castellano, siguiendo el camino planteado por Juan Heilborn en sus diferentes tipografías. El diseño de la «y» guaraní está emparentado con la «u», pues en el caso del alfabeto guaraní se trata de una vocal, a diferencia con la «y» griega, una consonante.
Además, se diseñó el pusó tal como es: una letra más. Por eso, tiene un mayor peso visual que el apóstrofo común, diferencia que se extiende en tamaño, posición, forma y espaciado, logrando una clara diferenciación entre ambos, tal como vemos aquí (en cyan el pusó).
La tipografía se aplicó en materiales piloto a modo de prueba. Se trata de un kit compuesto por cartillas de lectoescritura, fichas con las letras, rompecabezas y transparencias. Para su producción, se utilizaron diversos métodos de impresión: chorro de tinta, impresión digital, offset y láser, lo que permitió evaluar el rendimiento del sistema en el aspecto de la reproducción y hacer las correcciones ópticas necesarias.
Vale repetir que Sarakanda está en plena construcción y necesita de una amplia evaluación para determinar de manera concreta sus aciertos y errores –tanto técnicos como pedagógicos– con vistas a optimizarla. Si bien no se distribuye formalmente, ha sido aplicada en diversos materiales por otros diseñadores, como libros de cuento, afiches e inclusive una tabla touchscreen. Estos usos han permitido corregir detalles en su diseño formal. Los números, por ejemplo, han mutado notablemente desde la primera versión.
Finalmente, creo importante aclarar que con el desarrollo de Sarakanda no se pretendió construir una prótesis pedagógica de la cual dependan sus usuarios durante toda la primera etapa de su proceso educativo, sino que busqué más bien crear un andamio, una estructura que sirva de soporte. Así funcionan aquellas pelotas menores y más livianas que usan las escuelas de fútbol para sus alumnos más noveles, son un paso. Con Sarakanda pasa lo mismo: está pensada para ayudar a detectar la dislexia, ayudar a tratarla y luego desaparecer.
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Alejandro Valdez Sanabria
Nació en 1985 en Asunción, es diseñador gráfico, realizó su proyecto de título sobre tipografía y dislexia. Ha colaborado con varias publicaciones alternativas. Actualmente trabaja en el área de identidad corporativa en el estudio Brandon, es docente universitario, miembro del grupo t’Py y coordinador de la editorial Piquete dedicada a documentar la cultura audiovisual del Paraguay. Además de Sarakanda, ha diseñado la tipografía López, la cual fue seleccionada para la Cuarta Bienal de Tipografía Latinoamericana Tipos Latinos 2010.