¿Realmente la nueva ley europea protege a los diseñadores gráficos?, por Víctor Palau

El pasado marzo de 2024, el Parlamento Europeo aprobó una nueva normativa que, sobre el papel, parece ser un gran avance en la protección del diseño en la Unión Europea. Por primera vez en más de dos décadas, se actualizan las leyes que rigen la protección de nuestros trabajos creativos, incluyendo tipografías, logos e incluso ilustraciones. Sin embargo, como ocurre a menudo con este tipo de medidas, la letra pequeña nos deja un sabor agridulce, especialmente para aquellos de nosotros que no formamos parte de grandes corporaciones o estudios. Lo primero que debemos mencionar es la introducción de un nuevo símbolo, el Ⓓ, que parece que podría llegar a popularizarse como el nuevo estándar de protección de diseño, al igual que lo son el © y el ®. La idea de un símbolo específico que identifique nuestras creaciones como protegidas en toda la Unión Europea es, sin duda, atractiva. Sin embargo, hay que recordar que no todos los símbolos que se introducen logran establecerse en la práctica cotidiana. ¿Realmente veremos este Ⓓ en todos los diseños que circulan por la red? Solo el tiempo lo dirá. Ahora bien, más allá del simbolismo, la verdadera cuestión radica en los costos asociados a esta nueva normativa. Se ha establecido que el registro de un diseño tendrá un coste de 350 euros, con una protección inicial de cinco años, renovable por períodos sucesivos hasta un máximo de veinticinco años. Esto puede parecer razonable para una empresa que lanza al mercado un producto físico de alto valor, pero para un diseñador gráfico, un ilustrador o un creador de cómics, el panorama cambia drásticamente. Pensemos en un tipógrafo que crea varias tipografías al año, o en un ilustrador que genera decenas de imágenes para sus proyectos. Registrar cada una de estas obras puede resultar prohibitivo, sumando miles de euros en costos anuales. En este contexto, la mayoría de los diseñadores probablemente optarán por proteger solo aquellas creaciones que han alcanzado un cierto nivel de notoriedad o valor comercial. Ese logo que diseñaste para el pequeño bar del barrio, que de repente se convierte en una franquicia; el cómic autoeditado que empieza a traducirse a varios idiomas; esas son las obras que podrían justificar el costo de registro. Pero, ¿qué pasa con el resto? La realidad es que muchos diseñadores seguirán creando y publicando su trabajo sin registrarlo, confiando en que no caerá en manos equivocadas o, peor aún, resignándose a que si alguien lo copia, no valdrá la pena emprender una acción legal. Porque, seamos sinceros, ¿quién de nosotros tiene el tiempo y los recursos para perseguir legalmente a quienes abusan de nuestro trabajo en toda la UE o incluso en todo el mundo? Dicho esto, hay sectores donde esta normativa ofrece ventajas claras y significativas. Pensemos en el mundo del packaging o del branding, donde los presupuestos son generalmente más elevados y el impacto en el mercado es crucial. Para una empresa que está lanzando un nuevo producto, la posibilidad de registrar y proteger rápidamente un diseño de packaging en toda Europa por un coste de 350 euros es una herramienta poderosa. Del mismo modo, para una gran empresa que pretende lanzar un nuevo servicio o marca, asegurar la exclusividad de su nuevo logo en todo el territorio de la UE representa un avance importante. Aquí, la nueva normativa puede convertirse en un aliado valioso, permitiendo a las empresas proteger sus inversiones creativas de manera efectiva y económica. Esta nueva legislación parece diseñada para grandes sectores industriales, donde los productos y sus diseños tienen un valor tangible y un impacto económico directo. La industria del automóvil o de los electrodomésticos, por ejemplo, se beneficiará de la "cláusula de reparación", que facilita la comercialización de piezas de repuesto protegidas por diseños registrados. Pero para nosotros, los "pobres diseñadores gráficos" que creamos "dibujitos" y "logos", esta normativa se siente como una herramienta pensada para otros. Si bien es cierto que esta normativa simplifica el proceso de registro y amplía la protección a elementos digitales como las animaciones y las interfaces de usuario, no deja de ser un marco legal que, en la práctica, podría ser inaccesible para muchos de nosotros. En lugar de una herramienta de protección efectiva, corre el riesgo de convertirse en una carga adicional que solo los más grandes podrán manejar. Estamos ante un avance legislativo que, si bien ofrece nuevas posibilidades, también plantea serios desafíos para los diseñadores gráficos independientes. Nos toca decidir si queremos y podemos jugar este nuevo juego, o si, como tantos otros, nos quedaremos al margen, protegiendo solo lo que realmente tiene un valor tangible en el mercado. Como siempre, será el uso que hagamos de esta nueva normativa lo que determine si realmente nos beneficia o si, una vez más, quedamos a la sombra de los grandes sectores industriales.

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