Cuando creíamos que ya no veríamos trabajos tan increíbles como los hyperlapse, llega y descubres a Julian Tryba con su layerlapse de Nueva York y ves cómo una ciudad entera – de repente – cobra vida.
Julian Tryba es un ingeniero espacial que quiso aprovechar sus amplios conocimientos matemáticos en la creación de un timelapse distinto a todo lo que habíamos visto anteriormente: un layerlapse o timelapse por capas. Allá por 2014, este ingeniero dedicó muchas horas, dinero y esfuerzo en realizar lo que sería su primer proyecto empleando esta técnica. En aquella ocasión la ciudad que cobró vida fue la de Boston, y desde ese momento hasta ahora, Tryba se puso a trabajar en su siguiente reto, Nueva York.
El layerlapse es una técnica muy costosa tanto económicamente como de tiempo, y así lo demuestran las cifras aportadas por Tryba sobre su último trabajo en Nueva York. En cuanto al tiempo, para la elaboración de este layerlapse de 2:40 minutos, Julian hizo 22 viajes a la ciudad, condujo 10.000 millas y realizó 352 horas de grabación, o dicho de otra forma, 232.000 fotos tomadas.
Pero a todo esto, hay que sumarle todas las horas de postproducción que lleva; la que probablemente es la parte más costosa de un layerlapse. Sin embargo, Tryba escarmentó de la carga de trabajo que le conllevó esta postproducción en su anterior trabajo en Boston: Un total de 350 horas adicionales, en las que trabajó con 35 capas –de media– en cada uno de los clips. Para que os hagáis una idea de cuánto le habría costado realizar esta producción, en esta ocasión cada clip contaba con entre 100 y 300 capas para editar.
Y digo ‘le habría costado’ si no tuviésemos en cuenta que es un ingeniero espacial y utilizó sus conocimientos matemáticos para reducir esta carga. Él explica de una forma más detalla y, seguramente, más correcta cuáles han sido los pasos a seguir para reducir el trabajo en la caja de información de su vídeo. Pero dicho de una forma escueta, tras realizar la división de capas en cada una de las escenas, Tryba aplicó un algoritmo basándose en «la velocidad a la que la onda se mueve a través de la pantalla o la rapidez con que cada capa cambia de día a noche o viceversa». Y todo ello, como respuesta a un ritmo musical y las oscilaciones que se producen.
Actualizado 21/11/2017