Y si hace unos días evidenciamos los múltiples motivos por los que Valencia está en perfectas condiciones para aspirar a ser la Capital Mundial del Diseño 2022 —un reconocimiento cuya deliberación concluirá en octubre—, ha llegado el momento, también, de exponer la serie de razones que podrían alejar a la ciudad mediterránea. Los escalones que todavía le faltan por ascender.
Razones no tanto para el lamento sino para que este intento de consagrar el diseño como eje central de la ciudad sirva también como reflexión de todo lo que queda. Y quedan algunas cosas.
1. Unas instituciones culturales sin diseño
Si una ciudad es paradigma del diseño parecería razonable que sus principales emblemas culturales estén en la misma onda. Paradójicamente el avance se produce independientemente de ellas, viaja por otro lado, tal que en un sidecar cuyo vehículo auxiliar parece independizarse. Grandes reclamos de la ciudad como el IVAM, el MuVIM o la Ciudad de las Artes y las Ciencias carecen —aduciendo a presupuestos magros o herencias recibidas— de un verdadero desarrollo, arrastran importantes problemas de branding, y aunque resultan entornos favorables para el impulso no son la palanca que por su propia relevancia exige.
2. Sin dirección de arte
La apertura del debate ya es una primera señal de cambio, pero Valencia, tras encarar una transformación inicial, sigue sin centralizar bajo una misma estrategia los diseños atomizados que propulsa. Un cambio evidente que, por la dispersión de trabajos, queda deslucido. Parecería equivocado apostar por la unificación, pero sí al menos requiere una identidad común, comenzando por el reto pendiente de la propia corporación municipal, cuya imagen está por abordar. La superación del popurrí.
3. La transmisión del conocimiento en la calle
¿Se ha interiorizado la importancia del diseño entre la sociedad?, ¿existe una valoración real a pie de calle?, ¿se ha roto la pared entre la comunidad del diseño y la ciudadanía? Son algunas de las cuestiones recurrentes en los cónclaves habituales de la ciudad. La respuesta, habitualmente, suele ser no, no y no. Aunque los reproches ante cierres de negocios asociados al diseño siempre suelen tener como derivada inculpar al contexto, las explicaciones a bajadas de persiana de negocios como la librería Dadá (provisional) o la galería Pepita Lumier han venido a manifestar la escasa masa crítica dispuesta a consumir diseño. Pareciera como que la urbe no ha interiorizado las señales que a su alrededor ocurren, ¿pero puede una transformación de tanto calado producirse en tan poco tiempo?, ¿es todavía prematuro reclamarlo? El principal desafío (didáctico) pasa porque el mensaje en torno a la importancia del diseño no quede restringido a círculos recurrentes.
4. Muchos pequeños estudios
El uso de eufemismos termina dulcificando las limitaciones. Las microempresas de diseño hacen todo tipo de quiebros para alcanzar dimensiones económicas mucho más grandes que su tamaño. Empresas de diseño cuya sombra es más alargada que su cuerpo. Valencia ha recorrido la profesionalización del diseño atropellada, precariamente. La derivada es que la cartografía de estudios de diseño dibuja pequeñas plantillas, pocos empleados. Muchos pequeños estudios. Una fructífera implantación que, como cara B y con contadas excepciones, termina generando dependencia de otras ciudades cuando se trata de asumir grandes proyectos. Una consolidación por encarar.
5. ¿Y dónde están las Fallas?
La transversalidad e implantación de las Fallas como fiesta totémica es tal que resulta inevitable fantasear qué ocurriría si cada comisión fallera se responsabilizara de tener una dirección artística (y no, como en la mayoría de casos, simple mano de obra para ejecutar patrones básicos). Los continuados intentos —todavía de impacto limitado— por parte de un buen puñado de diseñadores, o el liderazgo del Ayuntamiento con la falla municipal, sirven de pista para emparentar la potencia del diseño con la de las Fallas. Una ligazón cuyos efectos multiplicadores todavía ni se imaginan. Convence a las fallas y convencerás al mundo, señala el viejo aforismo. El diseño debe mirarlas de cara.