«Hacemos productos que la gente no sabía que quería, y sin los que ahora no pueden vivir». Ahora, sin embargo, nos encontramos con que una parte importante del público de Apple reclama un producto que sabe que quiere, pero que la empresa no les está ofreciendo anclada, como está, al pasado. Paradójico, cuanto menos.
Durante años ha sido la referencia tecnológica por excelencia. Un buen diseño, un gran rendimiento, un sistema operativo intuitivo y constantes innovaciones han sido las características que se le han atribuido a Apple, empresa fundada por Steve Jobs, Stephen Wozniak y Ronald Wayne en 1976. Hasta ahora. Más de 40 años después, la compañía de la icónica manzana atraviesa una fase turbulenta donde cada vez más sólidos competidores amenazan con arrebatarle el trono. ¿Se merece la compañía de Cupertino que el sector creativo siga utilizando sus productos? Tal vez no. Y te contamos por qué.
«El imperio donde nunca se pone el sol». Esta frase, utilizada para definir históricas superpotencias mundiales, bien podría aplicarse a Apple, compañía de referencia para la gran mayoría del sector creativo. Sus productos se utilizan a lo largo y ancho del planeta, y hasta hace un tiempo gozaban de un estado de salud que hacía considerar a la marca como inmortal. Invencible. «Apple siempre está pendiente de crear productos punteros. Es quien define lo que todos usamos», apuntan desde el estudio Naranjo – Etxeberria, donde la marca cuenta con un nutrido grupo de adeptos. Y como esta, se podrían recoger otras tantas declaraciones. No es una sorpresa que la compañía esté presente en la mayoría de los estudios y agencias de diseño y comunicación y que sea la que atesora mayor número de fans en la comunidad creativa.
Lo que sí sorprende (aunque cada vez menos) es que, desde hace un tiempo, la marca da muestras claras de agotamiento. Agotamiento, falta de ideas o desmotivación; en cualquier caso, actitudes que no benefician a la compañía. Resulta evidente que Apple está apostando por un mercado mucho menos amplio y menos especializado, y ha comenzado a descuidar a un público objetivo que hasta ahora seguía a pies juntillas los dogmas de la marca como si de una religión se tratara: los creativos. Pero las escasas novedades en materia de diseño que ofrece la compañía han propiciado un descontento cada vez más generalizado en la comunidad creativa que resulta imposible obviar, y que se va trasladando de unos a otros.
Las relaciones son frágiles y, si no se miman con esmero, pueden llegar a marchitarse con increíble facilidad.
De hecho, una de las noticias más recientes de este nuevo año deja un dato alucinante relativo a la compañía: ha registrado su mayor caída en solo un día después de cinco años siendo la primera empresa del mundo y atesorar un valor de un billón de dólares el pasado mes de agosto. Si Apple anunciaba hace unos meses que esperaba ganar entre 89.000 y 93.000 millones de dólares, hace apenas unos días rebajaba la cifra a 84.000 (unos 74.000 millones de euros). La empresa se hundía, de esta manera, casi un 10% tras admitir que no iba a cumplir con la facturación prevista (si bien es cierto que no fue la única compañía en notar fuertes pérdidas; pues la misma jornada también golpeó con dureza a otras empresas del sector tecnológico). Frente a ello, Tim Cook, CEO de la compañía, culpaba a las tensiones comerciales entre EEUU y China.
Al mismo tiempo que la marca se debilita, otras se erigen y reclaman su puesto en el mercado. Es el caso, por ejemplo, de Microsoft. En los últimos tiempos, la histórica marca fundada por Bill Gates y Paul Allen ha apostado por un público más profesionalizado y, sobre todo, orientado a sectores creativos como el diseño gráfico, la ilustración o la fotografía. Y no es el único: Google, en la misma línea, lleva ya un tiempo presentando sus nuevos dispositivos Pixel en lo que supone una firme declaración de intenciones. Son dispositivos dos en uno; táctiles; desmontables; fáciles y sencillos de utilizar.
Para Apple vienen curvas. Y como no se enfrente a ellas y las encare con decisión, cada vez lo tendrá más difícil. Las relaciones son frágiles y, si no se miman con esmero, pueden llegar a marchitarse con increíble facilidad.
«Vamos a darnos un tiempo»:
el desengaño de Apple
Muchos llevan años diciéndolo: desde la muerte de Steve Jobs nada ha vuelto a ser lo mismo. El carismático, excéntrico y popular creador de Apple siempre mostró su interés por el diseño; una inquietud que se esforzó en demostrar y vertebrar en la manera en que se presentaban sus productos y que estaba presente en todo el proceso creativo de los mismos.
La realidad es que, con Tim Cook al mando de la empresa desde 2011 (fecha de fallecimiento de Jobs), la compañía no se ha hundido en la miseria; al contrario, ha duplicado su crecimiento y beneficios. Pero, y eso es indudable, sí se ha perdido la ambición por innovar. Una ambición que se apreciaba claramente en históricos lanzamientos y productos de la marca como el iPad o el iPhone (y otros tantos con nombres apellidos como el Mac OS, iOS, iTunes, iPod o iCloud), y que ahora brilla por su ausencia.
Y con el iPhone hemos topado. El buque insignia de la compañía es el dispositivo que también ha ido aportando mayor beneficio económico a la empresa (al menos, hasta su último lanzamiento) y, quizá por ello, muchas voces críticas piensan que la actual deriva en la que navega Apple y su pérdida de hegemonía se deben a la focalización de la compañía en el desarrollo de sus teléfonos móviles. Probablemente tengan (en parte) razón.
El iPhone de Apple marcó un hito, no cabe duda: tuvo la capacidad de integrar la dispersión tecnológica existente e incorporar el concepto de aplicaciones nativas móviles, entre muchos otros aspectos. Pero, desde entonces, poco ha cambiado. Un reflejo de ello son las periódicas presentaciones de la nueva gama de móviles de la compañía: en ellas se suelen exhibir tres o cuatro modelos bastante similares, pero con sutiles diferencias que suelen residir, sobre todo, en el tamaño o resistencia de su pantalla (la pasada Keynote 2018 así lo confirmaba con el lanzamiento del iPhone XS, el iPhone XS Max y el iPhone XR). Desde medios de comunicación especializados, como FastCo Company, así lo comunicaban:
«Analistas, actores de la industria, periodistas y usuarios creen que la empresa de Cupertino ha dejado de innovar a favor de ordeñar su base de usuarios con productos marginalmente actualizados a precios más altos. Es un juego peligroso».
No hace falta irse muy lejos para encontrar una muestra de ello; por ejemplo, en el supuestamente mejor teléfono de Apple, el último al salir al mercado: el iPhone XS, lanzado en septiembre de 2018. Es, esencialmente, lo mismo que el iPhone X. Y sin superar las pruebas de duración de batería, durabilidad y estética que se había criticado en su otro homólogo. El hecho de que la compañía lleve lanzando el mismo teléfono desde 2014 con ciertos aspectos que no son realmente muy útiles o atractivos para los consumidores empeora la situación de un público que no hace más que cuestionarse qué está haciendo la compañía. Es más: con algunas excepciones, como el Face ID y los emojis animados, no hay nada que se pueda hacer en un iPhone nuevo que no se pueda hacer en uno de hace varios años.
Apple se enfrenta, además, a la competencia de rivales como Samsumg o Huawei, que han logrado inundar los mercados internacionales con Androids de bajo coste que emulan la funcionalidad de los iPhones. El golpe más duro para la compañía de Cupertino, por otro lado, procede de las personas, sus consumidores, que cada vez se aferran a sus teléfonos durante más tiempo. Así lo mencionaban en un artículo de The New York Times orientado a esclarecer los problemas de la compañía: «En 2015, los iPhones estaban siendo reemplazados después de aproximadamente dos años, de media, según BayStreet Research, una firma que rastrea las ventas de teléfonos inteligentes. Ese periodo ha saltado a aproximadamente tres años y se espera que crezca aún más». No son datos que puedan consolar a la empresa.
Más allá de las características de cada modelo en concreto, efectivamente, no se aprecia una gran creatividad o imaginación tras ellos. Ya lo percibió así, incluso, la junta directiva de la compañía en 2013, cuando comenzaron a expresar su preocupación por no aportar el toque «mágico» y diferenciador que sus productos solían tener hasta ese momento. Y ello no ha hecho más que empeorar.
Si bien es comprensible la lógica de la marca (a mayor número de dispositivos con ciertas diferencias, mayor público que abarcar y, consecuentemente, más ventas), esta férrea apuesta de Apple parece estar traicionando su propio ADN. Continúa haciendo excelentes productos, pero no sorprende. Atrás quedaron las presentaciones de Apple acompañadas de gritos, aplausos y rostros de incredulidad. Y, desgraciadamente, no existen claros indicios de que pretendan recuperar este clamor popular. Productos muy similares; con precios muy altos; con poca (o nada) innovación. No es una buena mezcla.
Además, tampoco conviene pasar por alto algunos percances que la compañía ha sufrido especialmente en 2018, especialmente relativos a sus accesorios. Apple ha vendido cables (bastante) caros que han llegado a fallar en cuestión de meses o semanas de uso; por no hablar, por otro lado, de pantallas de iPhone que fallan, datos de usuario que se pierden, teclados pésimos en los portátiles, o mala duración de la batería. Ello, desde luego, no contribuye a difundir una imagen de calidad por parte de la marca.
La situación actual adquiere un toque irónico, además, si nos fijamos en una declaración que realizó hace cinco años el actual CEO de Apple, Tim Cook, en una conferencia en Goldman Sachs: «Hacemos productos que la gente no sabía que quería, y sin los que ahora no pueden vivir». Ahora, sin embargo, nos encontramos con que una parte importante del público de Apple reclama un producto que sabe que quiere, pero que la empresa no les está ofreciendo anclada, como está, al pasado. Paradójico, cuanto menos.
«No es por ti, es por mí»:
deshojando margaritas y alguna mirada furtiva a Microsoft
No es una noticia de rabiosa actualidad: desde hace un tiempo, parte de la comunidad creativa lleva años esperando y exigiendo ciertos productos a la empresa de Cupertino. Y, mientras que esta ha hecho oídos sordos a estas peticiones y ha seguido con su estrategia sin atender las demandas del público, Microsoft y Google sí se han percatado de estas y (más grave todavía para Apple) las han satisfecho en buena medida.
En 2014 se produjo un cambio en Microsoft. La empresa, mítica competidora de Apple, quedó relegada a un segundo plano cuando la compañía de la manzana demostró todo su potencial acaparando a un público compuesto por diseñadores, animadores, fotógrafos o creativos en general. En la sombra, y siempre a ralentí de la empresa fundada por Jobs, estuvo aguardando su momento hasta la incorporación del ingeniero Satya Nadella como nuevo CEO de la compañía hace un par de años. Sus principales objetivos, centrados en la innovación y la creación de marca, asentaron los cimientos sobre los que la empresa comenzaría a convertirse en un rival digno de Apple.
Y lo hizo, sobre todo, con la gama de dispositivos Surface. En 2015, Microsoft dio un contundente golpe en la mesa con Surface Book (y sus consiguientes actualizaciones), un dispositivo dos en uno con mucha potencia que se presentó como una significativa competencia tanto para el iPad como para el MacBook de Apple. Su principal distintivo respecto a los productos de Apple residía (y reside), principalmente, en las posibilidades de su pantalla: táctil, desmontable, fácil de colocar en cualquier dirección y sencilla de plegar sobre el teclado.
Solo un año más tarde, en 2016, Microsoft apostó por otro dispositivo de su gama Surface, en este caso Microsoft Surface Studio, un ordenador de escritorio con pantalla táctil que se alzó como un claro competidor del iMac Pro. Cabe destacar, además, la coletilla con que la compañía de Bill Gates presentaba su nuevo producto, realzando sus posibilidades dentro del «proceso creativo» y tratando de arrebatar, así, a un tipo de público que siempre había estado comprometido con la marca de la manzana.
Las diferencias entre Apple y Microsoft evidencian de manera clara qué empresa está apostando por innovar. Las pantallas de los Surface son totalmente táctiles; las de los productos Apple, no. El hecho de que permitan orientar la pantalla hacia cualquier lado y plegarse sobre el teclado también resulta una propuesta mejor y más avanzada que la que la de la empresa de Cupertino, así como su integración all in one (todo en uno), una apuesta dada con paso firme que busca perseguir la máxima practicidad.
Una posible salida y recuperación de su territorio sería lanzar un dispositivo que fusionara la versatilidad y comodidad del iPad con la potencia del MacBook.
Todo ello ha hecho que la relación que siempre ha mantenido Apple con sus prescriptores sea ahora más frágil que nunca, especialmente con la ambición, también por parte de Microsoft, por mejorar no solo sus dispositivos sino también sus sistemas con el lanzamiento del Fluent Design. Su buen comportamiento con los servicios ofrecidos en la nube, su apuesta por el desarrollo de campos en auge como la Inteligencia Artificial o el «apoyo» a sistemas OpenSource como Linux son algunos de los elementos que han hecho que este sistema haya ganado popularidad rápidamente en el sector creativo. A ello se ha sumado, además, una fluidez de interfaz que ha permitido al usuario acceder a contenidos y aplicaciones de forma más rápida y, sobre todo, estética; aspecto que la marca se ha esforzado ahora en potenciar. Apple, mientras tanto, mira con recelo la experiencia del usuarioy descuida, con una actitud claramente negligente, el diseño de sus productos.
¿Son, acaso, malos productos los de Apple? No. Son buenos. Pero en un mercado hipercompetitivo en el que todos los jugadores están apostando en nuevas ideas para dar forma a teléfonos, ordenadores, incluso dispositivos wearables, no bastan solo los «buenos» productos. No se gana ni si no se arriesga. Y Apple, por el momento, no ha pasado por la línea de salida.
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«Me gusta, no me gusta»:
el arte del cortejo de las marcas tecnológicas
Microsoft no ha sido la única compañía en percatarse de la falta de ideas de Apple para aprovechar el hueco vacío que dejaba en el mercado. Marcas como Lenovo, Acer, Asus Huawei o Samsumg también han ido apostando por dispositivos más versátiles y potentes que no pierden de vista al sector creativo. Para Marta Cerdà, ilustradora y diseñadora, Apple ha descuidado al cliente más especializado en cuanto a desarrollo de dispositivos se refiere. En esa línea, también destaca la falta de un producto como los que ofrecen estas otras marcas, así como la mejora de componentes como las tarjetas gráficas.
Los dispositivos dos en uno de gran potencia como algunos de los Surface parecen ser también algunas de las apuestas de diferentes marcas por atraer a profesionales a ese nicho de mercado. Así, el Asus Transformer 3 Pro, el Samsung Galaxy Book, el ZBook x2 de HP, el Lenovo Thinkpad X1 Table o el Huawei Matebook E son solo algunos de estos ejemplos.
Google, en la misma línea, no se ha quedado atrás, especialmente si se repara en su ambiciosa apuesta por la experiencia de usuario (UX) y la interfaz de usuario (UI). El gigante tecnológico lleva años desarrollando un sistema que se adapte perfectamente a las necesidades y exigencias del usuario en diferentes dispositivos a través del Material Design, una suerte de principios básicos de «buen diseño» que pasan aparentemente desapercibidos (como dicen, el mejor diseño es el que es invisible), pero suponen una ventaja competitiva para el flujo de trabajo del usuario.
Los esfuerzos de Google por mejorar su sistema no le han hecho descuidar la creación de un dispositivo acorde a la competencia actual en el mercado; en su caso, el Pixelbook, otro dispositivo dos en uno de gran potencia y con un acabado y un diseño impecables. Al igual que el Surface Book de Microsoft, el dispositivo de Google compite contra los MacBook y iPad de Apple a partes iguales, ya que cuenta con una gran versatilidad para la creación de contenido gracias a su pantalla táctil y al PixelBook Pen. Sin embargo, y ello también cabe mencionarlo, a Google todavía le falta desarrollar el sistema operativo de estos dispositivos ya que, como muestra el descontento de muchos usuarios, ChromeOS todavía no puede hacer frente a sistemas como Windows o MacOS.
En cualquier caso, la competencia de Apple crece y seguirá creciendo. Cada vez más marcas están apostando por productos de mayor calidad que pueden dejar fuera de juego a clásicas herramientas como el MacBook, el iPad o el iMac, especialmente si sus versiones homólogas son más económicas (y quizá, incluso, mejores directamente). La reticencia por cambiar de la compañía de la manzana, además, se vertebra a través de su firme apuesta por su sistema operativo, que se divide entre iOs y el macOS en sus dispositivos móviles y desktop, respectivamente, a diferencia de marcas como Microsoft, que ya incluyen en muchos de sus productos un sistema operativo dual tanto para tabletas como para ordenadores. Apple necesita racionalizar su experiencia de usuarios en todas sus plataformas de hardware: unificarla. Para ello, puede que todo pase por la investigación y la innovación, aspectos que la compañía de la manzana (a diferencia de sus competidores) parece ya haber abandonado.
Una posible salida y recuperación de su territorio sería lanzar un dispositivo que fusionara la versatilidad y comodidad del iPad con la potencia del MacBook.
Pero, si hay algo que está frenando a Apple, es su reticencia por lanzar un modelo convertible (mitad portátil, mitad tableta) que otros fabricantes sí están realizando con mayor o menor acierto. Enfocada como está en su etnocentrismo y narcisismo, en lugar de innovar y dar un paso al frente, se limita a perpetuar una y otra vez productos y modelos que carecen por completo de la chispa que desprendían sus míticos artículos. La dificultad que presentan la conectividad y compatibilidad de sus productos es una barrera que sigue ostentando con orgullo mientras otras empresas, en su lugar, han optado por derribarla para mejorar la experiencia de sus consumidores.
Por todo ello, Apple se queda atrás. Desfasada. Estancada. Una posible salida y recuperación de su territorio sería lanzar un dispositivo que fusionara la versatilidad y comodidad del iPad con la potencia del MacBook. Que volviera a recuperar el amor y cariño del sector creativo mediante unos productos que no se quedaran atrás y facilitaran, mejoraran, e impulsaran el proceso creativo de sus hasta ahora fieles consumidores. Un dos en uno. Perder, quizá, parte de la tradición para acoger con los brazos abiertos la innovación que traen los tiempos nuevos. Pero no. Por ahora, nadie en la compañía de la manzana está por la labor de hacerlo. Y, por tanto, no se merece la fidelidad y lealtad de esta comunidad creativa.
Apple tiene que asumir riesgos porque, si no lo hace, desaparecerá. Como muchas otras empresas que, tras alcanzar la cima, se acomodaron y dejaron de innovar. Queda dicho.