Nuestra última entrevista con Colita: «Soy muy fan de las redes sociales»

Está fue la última entrevista que le hicimos en Gràffica para el especial Fotografía #20. Nos contó muchas cosas sobre como era el mundo hace años y como lo veía ahora mismo. Nos dejó justo al acabar el año. Buen viaje Colita. Isabel Steva, conocida artísticamente como Colita, es una fotógrafa española. En los últimos años del franquismo, colaboró con Fotogramas, Tele-Expres, Mundo Diario o Destino. Acabó especializándose en retrato y es considerada una de las fotógrafas de la denominada Gauche Divine. Le ha realizado fotografías a personas tan ilustres como Carmen Amaya, Antonio Gades, La Chunga, Guillermina Motta, Núria Feliu, Ovidi Montllor, Raimón o Joan Manuel Serrat. Colita ha tenido una de esas vidas intensas, desbordantes: apasionantes. Comenzó en la profesión cuando pocas mujeres lo hacían. Se rodeó de fotógrafos de la talla de Oriol Maspons, Julio Ubiña, Francesc Català Roca y Xavier Miserachs; de ellos, dice, aprendió el oficio. Provocó desde detrás del objetivo en pleno franquismo y siguió haciéndolo durante la transición. En 40 años de profesión, Isabel Steva Colita ha realizado más de 40 exposiciones y publicado más de 30 libros de fotografía. Su nombre es un icono; su obra, un símbolo de lo que fue, lo que podría ser. A sus 80 años, Colita habla con la experiencia de haber retratado el mundo con una mirada tan crítica como contundente. Conversar con una leyenda de la fotografía siempre aporta interesantes reflexiones sobre la disciplina y la vida. TODA UNA VIDA — La fotografía es mi vida. Llegó a mi vida y se quedó. Siempre ha sido —digamos— prioritaria en todas mis aventuras, decisiones, escarceos. La fotografía siempre ha sido lo principal. Fue mi padre el que me regaló una cámara y, aunque parezca una tontería, cuando vi que me salía bien y podía hacer lo que hacían los demás, decidí dedicarme a esto. Tuve amigos y compañeros como Oriol Maspons, Xavier Miserach, Català Roca; más tarde, Pomés… que fueron primero amigos y, después, maestros. Muñeca hinchable. 1975 © Colita SOCIEDAD Y PROVOCACIÓN — La sociedad no se ha hecho más intransigente: yo diría que la gente se ha vuelto más cutre. Culturalmente cutre. Hay cosas que hacíamos antes que ahora, evidentemente, serían consideradas políticamente incorrectas. Sin embargo, en nuestra época nos la jugábamos y lo hacíamos, incluso, a un nivel glamuroso. Recuerdo a Maruja Torres de gitana. Estuvo viviendo una temporada con ellos para hacer un reportaje para Cambio16. Fuera de España había muchísima gente también que había hecho cosas semejantes. Ahora supongo que se seguirá haciendo más o menos; a lo mejor no nos enteraremos o lo sabremos más adelante. Aparte de la valentía, en aquella época había una represión del carajo. Cualquier cosa era valiente. Cualquier cosa podía ser inconveniente. Quizá no saldrá otra Oriana Fallaci, pero yo leo cosas en prensa de mujeres que me gustan mucho. Maruja no escribe ahora —ha dicho que quiere descansar y la entiendo: yo también—, pero está, por ejemplo, Barbijaputa. Yo la sigo y es una tía cojonuda. Hay gente valiente también ahora. En cuanto a fotógrafos de guerra o de conflicto hay muchos y muy buenos. Tampoco quisiera dejarme a ninguno —Morenatti, Martín Gallego… un montón—. Y mujeres también. Lo que no hay son tantos medios de comunicación. Las grandes empresas periodísticas están en manos del capital y eso para la libertad de expresión es malo. Muy malo. Y lo estamos viviendo cada día. MEDIOS — Es un momento complicado. No hay tantas oportunidades para la gente de prensa; de hecho, hay menos. Paradójicamente, hay muchísimos periodistas y fotógrafos que trabajan muy bien. Incluso diré que a mí me gustan muchas fotos que se hacen con el teléfono, aunque no sea fanática en absoluto. Cualquier trasto, utensilio, o como quieras llamarlo puede conseguir una buena imagen si hay un buen ojo detrás. En este momento tenemos en nuestras manos un montón de artilugios impresionantes; por ejemplo, el dron. Es impresionante. Podemos verlo todo desde el aire. Antes tenías que subirte a una grúa, a un avión o a un helicóptero. Ahora, con un dron, todos se pueden pasear por el cielo y se obtienen imágenes espectaculares para los que, por ejemplo, les gusta el paisaje. Estamos viendo imágenes que antes no podíamos hacer. Eso de que todo tiempo pasado fue mejor es una mentira perversa. Algunas cosas sí; otras, no. A mí no me gustaría haber nacido en la Edad Media: estoy muy contenta de haber nacido en el siglo xx. Y llegar al xxi. En este momento, afortunadamente, tenemos medios que nos permiten vivir más tiempo y estar prácticamente al tanto de todo lo que ocurre. Ojalá pudiera ver lo que pasará en el xxii, aunque se prevén cosas desagradables. HERRAMIENTAS — Todo depende de cómo utilices las herramientas, naturalmente. Si tú haces fotos que reivindican causas sociales es una cosa; si retratas culos de señoritas, es otra. La foto digital tiene un toque de frialdad. Nosotros, por accidentes que ocurrían en el laboratorio, descubríamos cosas maravillosas. A veces tenías que salvar una imagen de forma poco ortodoxa. Me ha pasado más de una vez. Con la foto digital, sin embargo, equivocarse es difícil. Y a veces de los errores es de donde surge la «luz», incluso el estilo. Íbamos más a nuestra onda: a jugárnosla en el laboratorio. Además, nuestros laboratorios los teníamos en casa; yo trabajaba en el lavadero. Los líquidos de revelar subían y bajaban de temperatura. En invierno era la gloria. En cambio, ahora te sientas frente a un ordenador y las imágenes son perfectas. Y, si no lo son, es porque a ti no te ha dado la gana. Pero las dificultades que teníamos nosotros entonces no se tienen ahora. Ataüd de Franco. Palacio Real. 1975 © Colita LA REALIDAD ¿MANIPULADA? — Ahí, la verdad, no me atrevo a entrar. Me pasa continuamente que veo imágenes y pienso: esto está retocado. Y cada vez lo veo con más frecuencia. O, si no está retocada la imagen, le han colocado encima catorce banderas o una puesta de sol. Están tan retocados los tonos que el día se convierte en noche. La fotografía se ha convertido en una ilustración. Yo no estoy a favor ni en contra siempre y cuando no me engañen. Y lo llamo ilustraciones porque realmente lo son. Se salen del tema fotográfico. Pero, ¿qué pasa? Que la gente también quiere eso. Si te metes en Facebook y cuentas la cantidad de atardeceres y puestas de sol que salen te faltan dedos de la mano. La gente adora las puestas de sol y, si no las tienen, se las inventa. Eso de que la foto es lo más parecido a la verdad… sí, pero la verdad en sí no es, porque incluso al escoger el momento en que disparas ya interfieres en la realidad. Yo siempre digo que la fotografía es lo más parecido a la realidad, pero no es la realidad. IMPARCIALIDAD — No, no se puede. Cada cual tiene su ideología y su forma de mirar. La imparcialidad es algo muy relativo. Yo no soy imparcial: yo, cuando elijo el momento, la imagen, el encuadre, quiero transmitir un mensaje. Y ese mensaje de imparcial tiene poco. No manipulo, pero sí elijo. Somos seres distintos: únicos. Los fotógrafos no somos imparciales. Incluso tenemos una visión artística muy diferente unos de otros. El hecho de que cada fotógrafo tenga un estilo y una forma de mirar, una manera de elegir y de encuadrar, nos diferencia. Si se aprende un poco de fotografía española, se puede reconocer a la persona que ha hecho la foto. Por lo menos en nuestro tiempo, en los años 70, durante el boom de la fotografía de este país, nos diferenciábamos algo; aunque, por otro lado, compartíamos una forma de mirar y el mismo sentido del humor. Pero el estilo… sí, diría que es fundamental tenerlo. Ahí radica el interés de un fotógrafo: en tener una forma de mirar. De hecho, creo que es más una forma de mirar que un estilo. Después, en el tiraje de las copias, en las imágenes, en la reproducción… hay un estilo también. Mairena, Antonio Chocolate y Pinto Pepe en el Bar del Pinto. 1969 © Colita EL BUEN OJO — Con eso se nace. Cuando tenía trece años, me regaló mi padre una camarita. Y a mí en seguida me salieron bien las fotos, no recortaba cabezas ni pies. A veces remiro las fotos que hacía entonces y, en serio, encuadraba bien. Cuando conocí a Oriol y Javier , cuando estuve trabajando con Javier un año, simplemente perfeccioné. Me dije: yo quiero hacer esto. Me gusta y se me da bien. Eres profesional en el momento en que la gente te compra las fotos: en el momento en que tienes clientes. Ni escuelas ni historias: el que te dice que eres un profesional de verdad es el cliente. TALENTOS — Lo hay para la fotografía. Para la cocina también. Eso es lo que creo. Está clarísimo: fijémonos en la diferencia que hay entre las personas cuando cocinan. Hay gente que, con los mismos elementos, lo hace extraordinariamente bien; y otra a la que no le sale nada. Y es general: en la pintura, en la cocina, en la fotografía… hay gente más dotada que otra. Yo, por ejemplo, soy un cero patatero en pintura. Sin embargo, hay gente a la que le das un lápiz y te llena las servilletas y los manteles. Están dotados. Dotados desde la cuna más o menos. Está Picasso y luego todos los demás. Por tanto, es innato. Y, en el momento en que tienes la suerte de darte cuenta y trabajar en esa dirección; ahí es cuando te ha tocado la lotería. Pero insisto: te tienes que dar cuenta. Porque, si no, vienen papá, mamá y la tía Emilia y te dicen que te tienes que ir a la universidad para hacer la carrera de abogado. Y entonces te han matado. La suerte de tener una familia liberal, como fue la mía, es que, aunque a mi padre no le gustaba que me dedicara a la fotografía, tampoco me lo impidió. Siento que, en ese sentido, me tocó la lotería. DEMOCRATIZACIÓN — A mí me gusta que la gente haga fotos. Si yo me divierto haciendo fotos, pues que también se diviertan todos los demás, claro. Estamos en una época de cambios continuos y perpetuos. Lo que no me parece es que, si no pagas los impuestos y demás, vendas tus fotos. CULTURA — En este país, la cultura pura y dura se ha ido eliminando de los colegios y la universidad de forma sistemática. La gente crece inculta. Y con la gente inculta se pueden hacer pocas cosas buenas. ¿Qué falta? Formación. Las cosas cambian a gran velocidad. No sé lo que pasará, pero sí aconsejaría a la gente que, si quiere comer bien, beber bien, follar bien, pasárselo bien: tiene que ser más culta de lo que es. Se nota en seguida cuando un fotógrafo es culto o no; cuando alguien tiene referencias y cuando no. Estar interesado, ir a museos… es necesario, porque la fotografía es un compendio de muchísimas cosas. Para mí la cultura es fundamental. Y no me refiero a la cultura elitista, sino a la normal, la más normalita, la de leer un librito a la semana; ir al cine a ver qué pasa; enterarse de lo que sucede en los teatros y no hablar todo el día de fútbol. Con la cultura todo se pasa mucho mejor. REDES SOCIALES — Yo, por ejemplo, soy bastante adicta a Facebook. Me divierte compartir fotos, historias, gatitos… No soy una de esas personas, digamos, que «cagan sentencias» y consideran que esto de las redes es una perversión. Considero que Facebook es muy divertido; he conocido a gente estupenda. También a algunos gilipollas —pero como puedes borrarlos, pues los borro y ya está—. En Instagram, he encontrado algunas fotos bonitas. Soy fan de las redes sociales. Vivo de la imagen y, en este momento, estoy viendo imagen por un tubo. Lo agradezco, la verdad. Eso está bien, aunque, como todo, depende del uso con el que se haga. Es como comer. ¿A quién no le gusta comer un plato de macarrones con queso? Pero, si te comes cada día un platazo de macarrones al final acabas arrastrando el culo. Todo depende del uso. Todos los excesos son malos. Todo es cuestión de mesura. Hay que utilizar las cosas con equilibrio. LA FOTOGRAFÍA, AHORA — La fotografía está en un buen momento. Me refiero a la de color. La de blanco y negro ha fenecido y perecido. Se ha quedado con nosotros en nuestra generación. En fotografía de color, sin embargo, hay gente buenísima. No quiero decir nombres porque no quiero equivocarme, pero hay gente que trabaja genial. Los veo en redes sociales y sigo a muchos de ellos. En el extranjero también hay fotógrafos extraordinarios; lo que pasa que ya no son muy de mi época y quizá no los sigo con la dedicación con la que seguía a los grandes de mis tiempos. LA «BUENA» FOTO — Hay una técnica que te enseña a hacer un buen retrato de estudio, por ejemplo; lo preparas, pones la luz. En el reportaje de calle depende de tu agilidad, de tu buena suerte y de tu paciencia. Ahí tienes que esperar a que pasen cosas. A veces los fotógrafos pecamos de nerviosos: de quererlo todo aquí y ahora. Me acuerdo de Catalá Roca, que decía que, si quieres fotografiar una fachada, eso de por sí es una cosa aburrida: te tienes que esperar a que pase algo por delante. Tenía toda la razón. Y de repente pasaba algo divertido, como un señor con un colchón, por ejemplo. Por tanto: paciencia, buena suerte y, naturalmente, tener información y cultura fotográfica. Retrato de Orson Wells. 1964 © Colita RETRATOS — Yo me he podido permitir, a veces perdiendo dinero, retratar solo a la gente que me gusta. A la gente que no me gusta, no; a no ser que fuera un reportaje de denuncia, por ejemplo, la muerte de Franco. Pero un retrato de estudio, a personas que no me gustan, no lo he hecho: lo he rechazado. Y lo he rechazado perdiendo dinero. Es una forma de defenderte: de disfrutar con lo que haces. Cuando tú quieres a una persona, pones todo a su servicio. Me acuerdo de cuando retraté a Quino. Estuvimos comiendo y me regaló un dibujo. ¡Qué persona tan maravillosa! Y le hice unas fotos estupendas. ¿Por qué? Porque me enamoré de él. Pensé que era un ser divino. Me he acordado precisamente de él porque nos dejó hace poco. Cuando te gusta una persona, te vuelcas; y, si no te gusta, no tanto. Si no te gusta, no te lo pasas bien. No creo que tengas que poner tu bien al servicio de una persona que no te gusta. Yo no voy a sacar interesante o guapo a alguien que me repugna. Pongo mi bien y mi saber al servicio de alguien que me gusta. LA MUJER EN LA FOTOGRAFÍA — Cuando yo empecé no había abogadas, ni médicas, ni doctoras… ni nada. No había nada más que mamás y amas de casa. Las primeras que nos dedicamos a estudiar; o a buscarnos la vida y una carrera profesional, éramos el mínimo, muy poquitas. Ahora no; afortunadamente, ahora hay muchas y muy buenas. Mi padre era ingeniero y no estudió con una sola mujer en toda su vida. Las cosas han cambiado y más que cambiarán. Ahora las mujeres pueden ser lo que les dé la gana: lo que quieran. En mi caso, nunca me sentí desplazada, ni insultada, ni perseguida: nada. Estaba rodeada de lo mejor de lo mejor y, quizá, siempre he tenido la habilidad de desprenderme de lo que no me gusta. En eso soy muy racista. Soy muy racista con la estupidez. Deseamos conseguir una estabilidad que nos permita seguir explorando y experimentando en nuestro ámbito. Y, más que nada, disfrutarlo.

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