José Ramón Penela, editor de unostiposduros.com, narra la extraña y azarosa historia de cómo casi un siglo después se han recuperado los tipos de la Doves Press que Thomas James Cobden-Sanderson lanzó al Támesis en una especie de ritual, entre 1916 y 1917.
Todavía recuerdo con claridad esa soleada pero fría mañana de marzo de 2006 en la que me encontraba acodado en la barandilla del londinense puente de Hammersmith. Mi mente fantaseaba intentando reconstruir los pasos que durante tres años realizó un anciano, que amparado en la noche y como una parte más de su rutina diaria, recorría el trayecto de más o menos un kilómetro entre su casa justo al lado del famoso pub The Dove hasta el lugar donde me encontraba, cargado con una pesada caja llena de tipos de plomo que arrojaba a las oscuras aguas del río Támesis. Noche tras noche, durante tres años… hasta que acabó con una de las tipografías más famosas de la historia de la imprenta: los tipos de la Doves Press.
Por esa época yo ya era un entusiasta de ‘las cosas inglesas’ y, en concreto, de todo lo referente a su historia de la imprenta. La culpa fue del añorado Josep Maria Pujol quien, como a algunos otros, me enseñó el ‘camino inglés’. Empezar por William Morris y su epopeya con la Kelmscott Press y continuar con la sobriedad de la Doves Press de Cobden-Sanderson significó para mí un camino iniciático febril y fascinante que, en cierta medida, tuvo su punto culminante esa fría mañana de 2006.
Cosmic vision, así llamaba Thomas James Cobden-Sanderson a esa especie de catecismo vital personal que guiaba sus pasos en la tierra y los unía espiritualmente con el todo, desde las estrellas del sur hasta los libros que imprimía. Y lo que le llevó al final a ‘consagrar’, según sus propias palabras, los tipos al río en una especie de comunión cosmológica llena de obsesiones y recelos, de reproches y presuntos agravios de su socio en la imprenta Emery Walker.
Y así estaba yo, con estos pensamientos desbordando la realidad al mismo tiempo que intentaba intuir en las ondas que provocaban en el agua unos patos cerca de la orilla alguna señal de los tipos largamente olvidados en el fondo. Y como si de un imán se tratara, otra vez volví allí unos años más tarde, esta vez junto a unos amigos, a brindar en The Doves por estos pioneros y a volver a fantasear con la idea de recuperar los tipos. Esta vez era de noche y el frío nos disuadió de intentar alguna temeridad; nos conformamos con una humilde lectura en el puente y con arrojar, a modo de homenaje, unos cuantos tipos de plomo desde el mismo lugar en el que Sanderson, casi cien años atrás, cumplió su amenaza.
«La función de la tipografía, así como de la caligrafía, consiste en comunicar a la imaginación, sin perder nada por el camino, la imagen que intenta transmitir el autor»
Thomas James Cobden-Sanderson
The ideal book or book beatiuful. Doves Press. 1900
Robert Green es el nombre de un diseñador de tipos que hace unos años se empeñó en volver a recuperar estos tipos en formato digital… y en su versión original en plomo… literalmente. Es curioso lo cerca que a veces estamos de los hechos mágicos y pasan a nuestro lado sin darnos cuenta. Dice Robert que solamente tuvo que ponerse unas botas de agua y esperar a que bajara la marea para encontrar tres piezas en apenas 20 minutos. «Creo que nadie hasta ahora se tomó la molestia de buscarlos», cuenta en una entrevista. Curioso, ¿verdad? Yo mirando los patos, leyendo pasajes de los diarios de Sanderson en plena noche… y los tipos allí abajo esperando a que alguien les hiciera caso. Por cierto, tengo que preguntar a Robert si encontró también los que arrojé yo, una helvetica para más señas.
En fin, para el que le haya picado la curiosidad más allá de esta anécdota, comentaré que la Doves Press fundada en Londres en el año 1900 en Hammersmith, una especie de barrio hipster de la época liderado por el polifacético William Morris, marcó la transición de la imprenta inglesa clásica a la moderna, que de sus prensas salieron verdaderas obras maestras como la Biblia en cinco tomos con las famosas iniciales rojas caligrafiadas por Edward Johnston y que la difícil personalidad de Cobden-Sanderson unida al paulatino desinterés de Emery Walker por la misma condujo al arrebato del primero en el que durante varios meses entre 1916 y principios de 1917, y de manera furtiva, arrojó al Támesis un total de 1.200 kilos de material de imprenta.
No contento con ello, posteriormente se dio el gusto de darlo a conocer al mundo en su famoso texto: Pro Iracundia Sua Apologia. Genio y figura, sí señor. Cobden-Sanderson falleció en 1922 y sus cenizas, así como las de su esposa Anne, gran impulsora de su carrera, fueron depositadas en el pequeño jardín de su casa lindante con el río y con posterioridad fueron arrastradas por el mismo en uno de los habituales desbordamientos de la época. Una de las famosas placas azules londinenses recuerda su figura en la casa que todavía sigue en pie.