L’Art en guerre. Francia, 1938–1947: de Picasso a Dubuffet muestra en el Museo Guggenheim Bilbao cómo, ante el amenazador contexto de opresión vivido en Francia durante la II Guerra Mundial y la ocupación nazi, los artistas de la época se rebelaron frente a las consignas oficiales mediante novedosas respuestas estéticas que modificaron el contenido del arte. Hoy Laurence Bertrand-Dorléac y Jacqueline Munck, comisarias de la exposición, nos explican cómo se ha ido forjando esta muestra.
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Artistas frente a la adversidad… El arte como un arma contra la opresión… La exposición L’Art en guerre. Francia, 1938–1947: de Picasso a Dubuffet que acoge el Museo Guggenheim Bilbao va más allá de una muestra de alto valor pictórico. Con 500 piezas de más de 100 artistas entre los que se encuentran Alexander Calder, Dalí, Duchamp, Giacometti, Kandinsky, Matisse Fernand Léger, René Magritte… la selección de obras y autores para mostrar este recorrido en toda su amplitud no ha sido fácil. «La base de una exposición temática es saber elegir y juzgar lo más claramente posible», explican Laurence Bertrand-Dorléac y Jacqueline Munck, comisarias de la exposición. «Nuestra premisa consistió en no mostrar todo lo que ya se sabía de la vida oficial durante este periodo, que fue objeto de un primer estudio histórico hace ya una treintena de años. Queríamos mostrar la parte sumergida del iceberg y eso que Roland Barthes ha denominado acertadamente ‘pesadilla siniestra y helada’, lo menos conocido y también lo menos accesible».
De esta forma, las obras que se presentan son en su mayor parte, piezas que «se habían producido pero no expuesto durante esa época, o bien fueron expuestas de forma clandestina o semiclandestina». Muchas de estas obras fueron creadas en refugios que después eran campos, cárceles, talleres escondidos, cuevas, etc. En la selección, sus comisarias han dado prioridad a los «artistas que ya no tenían la palabra o que estaban vetados por ser persona non grata: republicanos españoles, judíos, exiliados enemigos, alemanes antinazis, miembros de la resistencia, indeseables, y la verdad, es que había bastantes», subrayan Bertrand y Jacqueline.
Así, en L’Art en guerre, el espectador descubre no sólo el legado artístico, notable y transgresor de estos creadores; a través de un intenso recorrido por las diferentes piezas que se exhiben, el visitante se adentra en la historia sorprendente de aquellos que con su obra y su vida hicieron ‘la guerra a la guerra’, resistiendo las condiciones más hostiles durante la ocupación de Francia por los nazis. Para que este recorrido sea lo más claro posible, se ha estructurado en doce secuencias, «como escaparate para mostrar el contraste tonal entre las zonas oficiales, en la zona iluminada, y las zonas más oscuras con muros de diferentes colores para presentar las obras realizadas en condiciones clandestinas o de exilio». Según explican las comisarias, «nuestro talentoso escenógrafo lo ha hecho lo mejor para que se comprenda su interior».
Durante la tendencia regresiva después de 1918, las corrientes artísticas de vanguardias nacidas en los años 1910-1920 como Dadá, el Surrealismo o el Arte abstracto, en particular, quedaron completamente eclipsadas por toda Europa. «De pronto, lo que se hacía durante la guerra en Francia parece muy comprometido y provoca muchas adhesiones a su línea», explican. Así, la exposición presenta las obras «menos conocidas de esas corrientes, pero también obras nacidas del desastre, muy particulares, por el uso del material de recuperación en un contexto de penuria». El grupo de Grasse con Magnelli, Sophie Taueber y Arp. «Y luego están las piezas realizadas por los artistas no profesionales como Joseph Steib, en el límite de lo ingenuo, pero con mucha fuerza dentro de ese contexto. Ídem para las obras hechas aquí y allá por los presos, que son obras maestras a su manera. De cualquier modo, esto conmueve bastante al público que nunca las ha visto».
L’Art en guerre. Francia, 1938–1947 ofrece así una componente más personal. Las historias de Picasso o la galerista Jaenne Bucher que ven cómo sus vidas se cruzan con las de Charlotte Salomon –joven judía que huye a Francia tras la noche de los cristales rotos y cuyo fatal destino acaba en Auschwitz a los 26 años–, el periodista Varian Fry –acuñado como el Oskar Schlinder americano y que ayudó a escapar del nazismo a figuras como Marc Chagall, Marcel Duchamp, Max Ernst o Andre Breton–, y Joseph Steib –el hombre que ridiculizó a Hitler con sus pinceles–. Este cruce de caminos «evita la clasificación por corrientes que predomina en la historia del arte tradicional», comentan Jacqueline y Laurence. «De hecho, este tipo de situación histórica crea en los individuos más solidaridad pero también induce a creer en un universo restringido, donde toda desviación se convierte en algo difícil y peligroso. De golpe, sí, hay muchas historias, a la manera de Ernst, denunciado, preso en un campo y que se escapa en varias ocasiones antes de huir a los EEUU dejando varias obras maestras, o de Picasso, recluido en su taller de Grands Agustins, a quien Francia le negaba la nacionalidad y que sobrevive redoblando su producción en todas las disciplinas: pintura, escultura, dibujo, escritura. Con sus mujeres, su nueva maestra, Françoise Gilot».
Por medio de innovadoras respuestas estéticas, los artistas de este oscuro periodo se sublevaron contra el miedo, contra la soledad de su estudio y la escasez de materiales, contra el exilio y la cárcel, la clandestinidad, los campos de refugiados e incluso la propia muerte. En el arte hallaron el sentido y la salida. Gracias a sus obras, su historia sigue viva.
La exposición se puede visitar hasta el 8 de septiembre de 2013.
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+info: arteenguerra.guggenheim-bilbao.es
Actualizado 03/05/2013