No sé si os habéis enterado del proceso participativo de la Marina de València, os explico. La marina quiere abrir un proceso participativo para que los vecinos, paseantes, trabajadores y ciudadanos en general pongan nombre a algunos de sus edificios.
Yo me he enfadado un poco al oír esto por varios motivos. El primero: ver cómo desde las instituciones se extiende la idea de que para ser creativo no se necesita ser un profesional. Para construir un edificio sí, pero para ponerle nombre no, cualquiera vale, el que pase por ahí.
Segundo: me da miedo el uso –a mi entender– , en este caso erróneo, de los “procesos participativos”. Es bueno que por fin se escuche a la ciudadanía en la toma de decisiones de las instituciones públicas, es decir, que no se tomen las decisiones según los gustos o criterios del presidente de turno de cada institución. Pero en este caso en concreto, el proceso participativo o no está bien explicado o no se está realizando correctamente. En un proceso participativo no se trata de que la parte creativa la haga alguien que pasaba por la calle. Me da miedo que desde las instituciones se lance el mensaje de que la creatividad es un proceso en el que cualquiera puede dar su opinión, y lo que es peor, cualquiera la puede hacer o proponer, sin necesidad de profesionales. Como si ser creativo o trabajar en el mundo de la creatividad fuera algo sencillo, al alcance de cualquiera, y por supuesto, por lo que no hay que pagar.
Sí, todos somos creativos, de acuerdo. También todos tenemos manos y podemos coger un bisturí, pero no todo el mundo puede operar. Creo que dar voz y escuchar a la ciudadanía es muy positivo, pero hagámoslo bien. Siempre que se trate de un proyecto creativo, debemos ir de la mano de los profesionales de la creatividad.
Dicho esto, creo que sería imprescindible que, desde las asociaciones y demás instituciones vinculadas al mundo de la creatividad, explicáramos cómo creemos que se han de hacer las cosas.