Javier Olivares: «Aquiles tiene una característica especial y eso hizo que me costara más diseñar el personaje en La Cólera»

Hay historias que se han contado una y mil veces, pero en sí mismas encierran tal magnetismo que da igual revisarlas de nuevo. Ese es el caso de La Iliada y Aquiles, el héroe de la mitología griega que inmortalizó Homero. Ahora, Javier Olivares y Santiago García trasladan este clásico de la literatura en forma de novela gráfica en La Cólera (Astiberri, 2020). Hablamos con Javier Olivares de este nuevo libro que no ha estado exento de retos y desafíos. La historia de Aquiles y La Iliada se ha llevado infinitas veces a la literatura, al cine, al teatro… Revisar un clásico como este, ¿no da un poco de respeto? Sí y no. Nos pasó también en Las Meninas; el hecho de tratar con personas como Velázquez parece como que te estás poniendo a su altura y te planteas: «¡quién eres tú para hablar de Velázquez!». Pero la ventaja que tenemos los narradores de ficción es que podemos hablar de cualquier personaje histórico, un libro o cualquier argumento cultural y entrar dentro a jugar con él. Lo divertido no es tanto volver a contarlo, que es algo que ya sabe la gente. En todo caso, La Cólera no es una adaptación de La Iliada y La Odisea —porque en nuestro libro incluye el ciclo de esas dos obras de Homero—; sino que usamos estas dos obras y, sobre todo, usamos a Aquiles para hablar de otros temas que, de alguna manera, ya contenía el libro. Es el caso de los problemas que hay en Europa, por ejemplo, entre Grecia y Turquía, o todo el tema de los refugiados. En el libro ves cómo Europa sigue sumida todavía en esa pelea y ese caos constante de cólera un poco primitiva, que está ahí y que viene en el título del libro, que es la primera palabra en griego de La Iliada. Tirando un poco de ese hilo miológico y primitivo, jugamos con esa idea y con el personaje de Aquiles; y le damos una vuelta al concepto e introducimos reflexiones de lo que puede estar pasando ahora mismo. En realidad, lo que hacemos en La Cólera es poner encima de la mesa el hecho de poder hablar de cosas que llevan pasando desde hace mucho tiempo y ver de dónde vienen ese tipo de comportamientos. ¿Por qué ahora trasladar la historia de Aquiles al cómic? ¿Qué tiene de especial este personaje? El personaje de Aquiles nos venía muy bien, porque en el libro no es un personaje plano como muchas veces parece ser. Cada lector tiene una Iliada y un Aquiles en la cabeza. Sin embargo, con Aquiles sucede como todas las grandes obras de la literatura, que son figuras poliédricas que contienen muchos mensajes y muchas facetas. Tú te puedes quedar con una faceta, otro se puede quedar con otra. Lo que sí es cierto es que en la propia Iliada, Aquiles es un personaje que se cuestiona mucho lo que está haciendo y se cuestiona mucho el combate, la muerte gloriosa, la épica. Por tanto, La Cólera es un libro que contiene también este punto de vista. No es solo una narración épica de un conflicto bélico, sino que contiene un aspecto más psicológico, los personajes son mucho más interesantes. En el libro hay incluso esas listas de La Iliada, de gente que va muriendo, de guerreros con sus nombres y sus apellidos; muchos de ellos incluso con su historia familiar, de dónde vienen, quién es hijo de quién, etc. Ahí me recuerda mucho a lo que hizo Bolaño en el libro de Ciudad Juárez. En el fondo es muy moderno el hecho de no decir simplemente que han matado a 1.000 personas, sino poner sus nombres uno detrás de otro. Esa es una idea narrativa brillante y ya estaba apuntada en La Iliada. Nuevamente repetís la dupla creativa Santiago García y tú. ¿Es algo buscado mutuamente? ¿De quién partió la idea de este proyecto? Totalmente, lo buscamos con toda la intención. Santiago García y yo nos conocimos hace muchos años. Primero trabajamos en un primer proyecto de Beowulf que nunca se llegó a hacer; luego en un proyecto de historias cortas sobre arte en el que todavía estamos trabajando; y así llegamos a Las Meninas. Yo siempre digo que no tengo muchas virtudes, pero sí tengo buen ojo para escoger mis compañeros de viaje. Y este es el caso de Santiago García, una relación que funciona y da frutos tan interesantes y que sobre todo me potencian. Santiago y yo somos como dos lupas, nos potenciamos y nos retroalimentamos mutuamente. Él me propone una cosa y lo que me propone me abre la cabeza. Y lo que yo le traslado en imágenes a él, también le aporta otras ideas. Ya sucedió en Las Meninas y ahora en La Cólera también, Santiago escribió el libro para mí. Es decir, él no se dedica a escribir un guión y luego se dedica a buscar a la persona adecuada, Santiago ya tiene en mente con quién quiere trabajar; ya sea conmigo, con David Rubín o quien sea. Él piensa voy a ponerme en su cabeza a ver qué cosas le interesan a él, qué tipo de imágenes produce, qué tipo de narrativas le interesan, qué puede hacer, qué cosas son en las que no se siente seguro. Es decir, Santiago va trabajando casi como un psicólogo y te hace un guión a la medida, pero también con este tipo de retos, como es La Cólera. El libro tiene muchas páginas; visualmente era mucho más exigente que Las Meninas, que en el fondo es más una pieza de cámara comparado con esto. La Cólera es mucho más complejo, es un libro en el que hemos aprendido mucho. Anteriormente, ya habíamos aprendido a trabajar juntos y en este libro se ve, la confianza que hemos cogido uno en el otro, y los dos en le medio también. Háblanos de vuestro proceso creativo. ¿Cómo habéis trabajado este proyecto Santiago y tú? Es muy permeable. Cada vez estamos más en contra de esta idea de un guión en el que luego se busca a un dibujante. Es decir, una cosa tan estanca y subordinada de un guión cerrado, que es un modelo de trabajo que aún se sigue haciendo mucho y, ojo, que ha dado grandes obras; pero para nosotros este modelo es incompleto. Las obras que hacemos Santiago y yo se benefician de esa permeabilidad que tenemos ambos. Siempre digo que Santiago dibuja muchas cosas y yo escribo muchas en los libros que hacemos. Es una forma de decir que no trabajamos de una manera tan cerrada. Todo lo contrario. Además, durante todo el proceso del libro estamos siempre en contacto. Cada proceso gráfico y cada paso del libro: el lápiz, la planificación, la conceptualización, los procesos de color, las ideas narrativas… Todo lo vamos poniendo en cuestión y testando en todo momento. Los dos estamos en una comunicación total y completa los dos años en los que yo he estado trabajando en el libro. Es un libro en el que me lo he pasado muy bien, no he sufrido; todo lo contrario. A mi edad no me dedico a sufrir dibujando. eso lo tengo claro. El día que me dedique a sufrir, dejaré de dibujar y me dedicaré a otras cosas. Es un reto continuo. Santiago me reta y me lleva a sitios que, a lo mejor, yo solo no hubiera podido llegar. Y luego, que la obra resultante, es muy indivisible. Lo ves y no es que haya un buen guión —que a veces en las propias críticas se nota; y es muy raro que se hable de la obra—. Por ejemplo, en el caso de los hallazgos visuales, muchos no son míos, yo los he dibujado, pero son de Santiago. Él me da muchas indicaciones visuales y tiene mucho ojo, y yo me fío mucho de su criterio cuando tengo que poner una imagen y no estoy muy convencido. Estamos continuamente entrando el uno en el territorio del otro y también trabajando juntos, que es de lo que se trata. A la hora de ponerte a los pinceles y afrontar la hoja en blanco, ¿te has documentado o has buscado la inspiración o referencias en la literatura, el cine…? El cine poco, el teatro más. Sí que he visto Troya, la película y la revisé cuando estaba haciendo el libro. La Iliada sí que me la he leído en una versión más completa que cuando la leí de pequeño. Y me ha llamado mucho la atención la forma en que está escrita; es como un bosque gigantesco de diálogos entre los que ocurre la acción, que está muy en medio de las cosas y tienes que estar muy pendiente para no perderte lo que pasa. Por eso es tan difícil de leer, tiene muchas reglas nemotécnicas, es muy prolijo en las descripciones, hay muchas listas de guerreros, de reyes, de barcos… Es complicado de leer por esto; no por el lenguaje en sí. De todas maneras, quisiera apuntar que, en este caso, Santiago sí que ha leído mucha literatura y filosofía sobre Aquiles, sobre lo que significa la guerra y las consecuencias. Y a mí, me gusta ir a su guión mucho más virgen; no ponerme a leer los libros que está leyendo él para hacer el guión. Para mí la biblia es el guión de Santiago. Luego, por supuesto, hay un trabajo de documentación. He mirado desde vasijas y restos arqueológicos griegos clásicos hasta fotografías de teatro sobre Aquiles, mapas sobre Troya, libros de ilustración de cómo eran los troyanos… También es que de esa época se sabe poco y lo que hay es muchísima interpretación. Aunque ahí no tengo problema, porque sí que tengo mucha imaginación para interpretarla. La documentación, yo la cojo y la exprimo, como los limones y saco 3 o 4 gotas. No me dedico a estar tan pendiente de los periodos históricos y mucho menos en un periodo como este, en el que por ejemplo La Iliada sucede incluso antes del periodo en que vivió Homero. Ese ese poco mi proceso. En ese proceso también está la búsqueda de los personajes. Por ejemplo, Aquiles, tiene una característica especial en el libro y eso hizo que me costara más diseñar el personaje. Para empezar, es pelirrojo, porque por lo visto lo era. Y de hecho, de pequeño, parece ser que estuvo escondido en un castillo como niña para que no se lo llevaran a la guerra. Ese dato, por ejemplo, a mí me ha servido mucho para usar el color en el libro de forma narrativa para que el color me ayudara. Luego hay un libro precioso, que es una versión de La Odisea ilustrada por Alice y Martin Provensen de los años 50 y que para mí es un tesoro. Lo compré hace muchos años, y cuando Santiago me planteó este proyecto, pensé: «ya puedo coger este libro y mirarlo más detenidamente». Me ha servido para ciertos aspectos. Por ejemplo, el libro tiene una cualidad arenosa, como que todo está dibujado en una pared o en una vasija desconchada; tiene esa cualidad como de fresco antiguo. Esa idea gráfica de la textura me pareció interesante para La Cólera y la he aplicado. Esta es una diferencia con Las Meninas, donde era todo muy plano. Por el contrario, aquí, el color no solo es un elemento narrativo, sino que la textura añade muchísima información y esta textura como de pared vieja en el fondo también es documentación para mí. Cada vez más son los cómics y novelas gráficas que se adaptan para el cine y la televisión. ¿Consideras que hay una puerta abierta para La Cólera? Pues no tengo ni idea. Es verdad que el mundo audiovisual está cambiando muy rápidamente. Y sí que es cierto que el mundo de las plataformas y de las series ha producido es una sequía de ideas de pronto. Los guionistas ya no dan abasto y el mundo del cómic, que se había tocado ya sobre todo en superhéroes, ahora se han dado cuenta de que pueden ampliar a la novela gráfica porque se está imponiendo como una lectura adulta. De repente ahí, claro, los productores ven que el público adulto —sin tener que ser superhéroes— también puede estar interesado en estos contenidos. Si bien Las Meninas era más difícil trasladar la adaptación como cine, quizás en La Cólera, no sé… No es La Iliada. Tendría que ser alguien que viera el potencial material y decidiera que merece intentarlo, pero no es algo en lo que pensamos. No pienso mucho en eso. → La Cólera / Javier Olivares

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