Las obras de Cruz Novillo, Rufo Criado y Nelson B nos permiten comprobar cómo la geometría, en cuanto a expresión artística, puede convivir perfectamente con la tridimensionalidad o con las emociones. El Pacto Invisible, en Málaga, reúne en la exposición Geometrías la obra de los tres artistas a partir del 13 de marzo.
La geometría y el arte son viejos conocidos que aún hoy se llevan muy bien. Al menos en esa creencia, El Pacto Invisible, en Málaga, acerca la obra de tres artistas cuya trayectoria tiene mucho que ver con la geometría pero muy poco con los convencionalismos que se atribuyen al arte geométrico contemporáneo. La exposición Geometrías pone así en cuestión dos de los axiomas tradicionalmente vinculados al arte geométrico: la exaltación de las dos dimensiones y el componente esencialmente racional de la creación.
Y lo hace con obras como la de Cruz Novillo. Diseñador y artista que en su día decidió introducirse en una dimensión creativa arriesgada que ponía en jaque incluso conceptos como tiempo, autoría o propiedad. En esta exposición nos presenta una obra donde la exactitud tiene un lugar importante, tanto como el aspecto meramente lúdico de la misma, La cuadratura del círculo, iniciada en 2014, son pigmentos sobre papel –27x27x6 cm cada obra–, donde las combinaciones posibles de los 16 cubos generan más de 121 trillones de obras distintas y únicas. Cruz Novillo nos invita a jugar con su obra, a manipularla, tocarla y cambiarla tantas veces como queramos y lo permita el número máximo de combinaciones posible. Nos llama a desordenar lo sometido a un orden matemático y lo que es más llamativo, nos invita al juego de la creación, a adoptar el rol de coautores de la obra.
Rufo Criado presenta, entre otras, la obra S/T (Ventana) de 2013 –acrílico s/ lienzo 184x184x5 cm–, un paisaje depurado por la reflexión previa. Conocemos ya el gusto del burgalés por la línea y su marcado talento para el color, pero quedarnos sólo en estos aspectos formales supondría minimizar una obra plagada también de ideas y de emociones. Cada paisaje de Rufo es una invitación a mirar con pausa. En la sociedad de la hiperactividad necesitamos más que nunca una pedagogía para el mirar. Lo decía Nietzsche en su obra El Ocaso de los Dioses, aprender a mirar significa «acostumbrar el ojo a mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo». Si miramos así las obras de Rufo Criado podremos percatarnos de que en las mismas hay rumores de fondo.
Con la obra Tabernáculo de Flora –cartón, papel higiénico y madera 250x150x130 cm– Nelson B ha construido un espacio para lo sublime, arquitectura para las ideas, una morada para la reflexión trascendente. Todo ello con un marcado contraste entre lo elevado del propósito y el uso de materiales redimidos para el arte por su aguda visión. Tan importante como la obra en sí es en este caso la experiencia que se nos ofrece pues podemos (y debemos) interactuar con la obra, ceder a la tentación de llenar de preguntas su espacio. Nelson nos demuestra con esta pieza que también en la geometría podemos encontrar refugio.