Fallece Amaia Arrazola, una de las ilustradoras más influyentes de su generación

Amaia Arrazola (Vitoria-Gasteiz, 1984), referente indiscutible de la ilustración contemporánea en España, ha fallecido a los 41 años víctima de una enfermedad detectada hace poco más de un mes.

© foto José Gallard – Planeta de Libros

Arrazola, autora de obras como El meteórito, The Magic Tarot, Corazon Robot o sus libros dedicados a la cultura japonesa, construyó una trayectoria marcada por un estilo reconocible: un trazo limpio, colorista y emocional que exploraba la intimidad, lo cotidiano y, en los últimos años, la maternidad. Su trabajo en Barcelona convivía con un fuerte vínculo con su ciudad natal, donde dejó piezas emblemáticas como el mural del trinquete de Los Astrónomos o el célebre cartel de las fiestas de La Blanca.

Formada en publicidad y arraigada durante años en Barcelona, Arrazola consolidó un lenguaje propio: líneas claras, color vibrante, un minimalismo expresivo capaz de captar emociones complejas con una sencillez engañosa. Esa mezcla de ingenuidad aparente y profundidad narrativa la convirtió en una figura reconocible dentro y fuera del circuito editorial.

Su irrupción con El meteórito, un libro íntimo sobre maternidad, marcó un punto de inflexión. Le siguieron títulos dedicados a Japón —una fascinación que convirtió en cuadernos de viaje, exposiciones y ensayos visuales— y proyectos tan diversos como The Magic Tarot, ilustrado para la casa Fournier. En todos ellos mantuvo una constante: observar lo cotidiano con una sensibilidad que combinaba humor, ternura y una mirada feminista, ecológica y comprometida.

Su trabajo trascendió el libro. En Vitoria dejó una estela de intervenciones urbanas que forman parte de la memoria visual de la ciudad: el mural del trinquete de Los Astrónomos, el cartel de La Blanca o exposiciones como la mostrada en la librería Zuloa, donde compartió diarios visuales y originales. En Barcelona fue una presencia continua en talleres, charlas, proyectos colaborativos y espacios culturales que la reconocían como una creadora cercana y generosa.

Amaia Arrazola deja un legado que continúa creciendo: libros que siguen encontrando lectoras y lectores, murales convertidos en referentes locales, piezas que guardan una alegría contenida y una voluntad de entender el mundo a través del dibujo. Su desaparición deja un vacío difícil de medir, pero también una certeza: su trazo seguirá acompañando a quienes vieron en él una forma diferente de mirar la vida.

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