«Everything is a Remix» y la controversia de la IA en el Diseño, por Víctor Palau

Este verano vi el documental "Everything is a Remix" de Kirby Ferguson, y me dejó reflexionando profundamente sobre la naturaleza de la creatividad en nuestra cultura moderna. Este documental, que ha sido reeditado y mejorado con el tiempo, es una exploración fascinante de cómo la originalidad pura es, en muchos casos, una ilusión. Ferguson argumenta que todo proceso creativo se basa en copiar, transformar y combinar elementos preexistentes. Esta idea, lejos de restarle valor a la creatividad, pone de manifiesto cómo nuestra capacidad para innovar está intrínsecamente ligada a nuestra habilidad para reinterpretar lo que otros han hecho antes. Es imposible diseñar o crear cualquier cosa sin tener un punto de partida previo. Como decía Steve Jobs, la creatividad consiste en conectar puntos, y esos puntos a menudo han sido creados por otros antes que nosotros. Estamos inmersos en un entorno visual y cultural del que no podemos desprendernos. Todo lo que hacemos está influenciado por aquello que hemos visto, escuchado o experimentado. Este hecho debería ser una base común para entender cómo funciona la creatividad, especialmente en el ámbito del diseño gráfico. Sin embargo, en el contexto actual, veo una gran contradicción en el debate sobre la Inteligencia Artificial (IA) en el diseño. Muchos diseñadores e ilustradores están en contra del uso de IA porque argumentan que ha utilizado imágenes protegidas sin permiso. Exigen que las empresas que desarrollan estas tecnologías paguen por ese uso. Pero, ¿cuántos creativos han utilizado a otros como referencia en su trabajo sin darles compensación alguna? La idea de que los artistas deberían recibir una compensación por cada vez que su trabajo es visto, aunque no sea directamente replicado, es un argumento falaz. Claramente, los derechos de autor son fundamentales y deben ser respetados, especialmente cuando se trata de un uso comercial claro y directo de una obra protegida. Si alguien toma un diseño claramente identificable, como un personaje famoso, y lo usa para crear productos comerciales, es lógico que se deba compensar al creador original. Pero este no es el caso de la IA, que puede haber visto un dibujo o una foto y usarla como una pequeña referencia para crear algo completamente diferente, como un ojo, un perro o un coche que no guarda ninguna relación directa con la obra original. Si aplicáramos la lógica de Ferguson, ¿cuántos de nosotros tendríamos que pagar por cada creación que hacemos? ¿Al inventor del lápiz, al creador del papel, a los artistas que dibujaron las primeras figuras humanas en las cuevas de Altamira? La lista sería interminable y simplemente inviable. Somos hijos de nuestros padres visuales, de aquellos que vinieron antes que nosotros y que moldearon nuestra percepción y nuestra cultura visual. No podemos pretender que la tecnología, como la IA, sea inherentemente mala porque toma prestados elementos de este vasto depósito cultural, del mismo modo que los seres humanos lo hemos hecho durante siglos. Siempre he recomendado a mis alumnos que copien. No porque deban plagiar, sino porque a través de la copia se aprende. Copiar nos permite descubrir las interioridades de un diseño: el tamaño de la letra, la combinación de colores, la estructura subyacente. Con el tiempo, al copiar a muchos, uno desarrolla un estilo propio y una comprensión más profunda del diseño. Es un proceso de aprendizaje y evolución, no de mera repetición. Curiosamente, en otras disciplinas, este enfoque es ampliamente aceptado. En la música, por ejemplo, los artistas suelen hablar abiertamente de sus influencias. Es algo que se celebra, no que se condena. Cuando un músico lanza un álbum inspirado en un estilo o una época pasada, no solo no se le acusa de plagio, sino que se le aplaude por su homenaje y por la frescura con la que reinterpreta esos elementos. Aitana, por ejemplo, acaba de lanzar un disco que suena a la música de los años 90, y ella misma menciona una lista de canciones que la inspiraron. Sus fans lo han recibido con entusiasmo porque reconocen y aprecian esa conexión con el pasado. Sin embargo, en el diseño gráfico, cuando alguien sigue un estilo o toma inspiración de otro, es rápidamente tildado de copión o de poco original. Y cuando es la IA la que realiza esa función, la reacción es aún más negativa, llegando a acusaciones de robo o violación de derechos. Creo que es un enfoque equivocado. En lugar de rechazar estas herramientas tecnológicas, deberíamos integrarlas de manera inteligente en nuestro proceso creativo, reconociendo que la copia y la transformación son parte esencial del acto de crear. El arquitecto Ferran Adrià me comentó en una entrevista para la revista Gràffica que no todo el mundo está preparado para ser creativo al máximo nivel, y eso está bien. No todos debemos ser un Frank Gehry en la arquitectura, por ejemplo. Lo mismo ocurre en el diseño gráfico: está bien ofrecer un servicio de calidad sin la necesidad de ser absolutamente original en cada aspecto. Pretender crear desde cero, sin influencias, no solo es imposible, sino también innecesario. Es fundamental que como profesionales del diseño enfoquemos mejor nuestros objetivos. Debemos aceptar que la copia, la transformación y la combinación son procesos legítimos y necesarios en la creación. La IA no es una amenaza a nuestra creatividad, sino una herramienta más que, bien utilizada, puede enriquecer nuestras posibilidades creativas. Como dijo Ferguson, todo es un remix, y cuanto antes lo aceptemos, más podremos avanzar en nuestro campo, explorando nuevas formas de crear a partir de lo que ya existe. Si no has visto el docu, no te lo pierdas... https://www.youtube.com/watch?vX9RYuvPCQUA https://www.youtube.com/watch?vSfM0i8Pvdjc

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