La semana pasada publicábamos la guerra interna que se ha desatado en H&FJ, una de las fundiciones más respetadas en el mundo. Tobias Frere-Jones le pide a su socio 20 millones de dólares por el 50% de la empresa.
La noticia no ha sido de las más leídas. Las cosas serias los diseñadores las leemos poco. Las peleas económicas, los informes de tendencias, el valor de las cosas no son muy populares. Si no hay dibujitos nos cuesta leer mucho y preferimos mirar fotos e ilustraciones.
El tema que aparentemente no es más que una pelea entre dos socios que no firmaron lo que debían en su momento, no pasaría de eso sino fuera porque hablamos de una empresa que puede ser muy similar a la tuya o la mía. Pero con una diferencia monetaria importante, unos 40 millones de dólares.
La pregunta es rápida: ¿se puede ganar tanto dinero con esto del diseño y más estrictamente con el diseño de tipos? Y la respuesta también es clara, sí.
Empresas como H&FJ nos demuestran que esto del diseño, del que siempre nos estamos quejando de lo mal que está todo, puede llegar a ser muy rentable y producir grandes beneficios.
¿Cómo? En primer lugar porque se lo plantean como un negocio. Esto no es un entretenimiento o un hobby. No se trata de ser un pirata, pero tampoco un alma cándida. En segundo lugar, teniendo claro el tipo de negocio que hacemos. No podemos pretender hoy hacer negocio a nivel local o sectorial. En el fondo se trata de profesionalizarnos de verdad. Ya no vale con tener un ordenador y mucha mano para el dibujo.
Y sobre todo, y esto es siempre lo más importante, haciendo un trabajo excelente en todos los aspectos. Hacer tipos puede ser muy fácil. Hacer un tipo que funcione supone un esfuerzo importante, pero hacer el supertipo, al máximo nivel e intentar venderlo para su uso en todo el mundo es un reto importante. Y en ese último grupo hay muy poca gente, y la que está se hace valer.
Ya hace tiempo me contaba un tipógrafo expatriado cómo la empresa para la que trabajaba cobraba cifras astronómicas por hacer tipos, también cómo hacían tipos para idiomas que nadie más hace o se especializaban en funcionalidades en las que los equipos de trabajo eran bastante importantes.
El valor de la tipografía nos debería hacer pensar en el valor de nuestro trabajo.