El alfabeto latino es solo uno más de todos los que se utilizan en el mundo; pero existen muchos otros alfabetos sobre los que se cimientan muchas otras culturas.
Siempre me ha parecido sorprendente la exuberante riqueza de la escritura en las distintas culturas; las gloriosas diferencias existentes alrededor del mundo entre los diferentes modos de dotar de aspecto visual al lenguaje oral.
Hace unos días publicó Lola Pons, filóloga y catedrática de Historia de la Lengua en la Universidad de Sevilla, una columna en El País titulada «No hay alfabeto soberano».
el este de europa
En ella, Pons reflexionaba acerca de la idea de que «el alfabeto es lo menos propio de una lengua» a raíz de la decisión —de carácter político— de algunos países del Este de Europa de cambiar por otro el alfabeto con el que se escriben sus diversas lenguas.
Los hechos terribles que vivimos estos días nos han obligado a volver la mirada hacia lugares a los que normalmente no hacemos mucho caso. Así, relata que el kazajo, la lengua de Kazajistán, antigua república soviética, se escribía hasta bien entrado el siglo XX usando el alfabeto árabe, luego pasó al latino y más tarde adoptó el cirílico.
En la actualidad se encuentra en pleno proceso para volver a usar exclusivamente el alfabeto latino. Pons ofrece algunos ejemplos más de latinización de países exsoviéticos, incluso menciona las idas y venidas entre el alfabeto latino y el cirílico dentro de la extinta URSS.
Reconozco mi asombro al tratar de hacerme una idea de la envergadura de los cambios que acarrea que una misma lengua, en el plazo de un siglo, haya sido escrita en tres alfabetos diferentes. Como queda de manifiesto en el artículo, estos cambios de alfabeto responden a decisiones políticas expresadas en el deseo de estos países de identificarse con el occidente europeo, uno de cuyos pilares identitarios es precisamente el alfabeto heredado de la cultura romana.
Pero no es este el lugar para hablar de geopolítica: aquí hablamos de tipografía. Nuestro interés se centra en las letras, sus formas y su naturaleza paradójica, escurridiza y, en estos casos, como remarca Pons, «advenediza y sobrevenida».
alfabeto y cultura
La lectura de este texto me ha suscitado algunas pequeñas reflexiones o, más bien, divagaciones.
Un alfabeto, cualquiera de ellos, es una construcción aleatoria conformada lentamente a lo largo de los siglos, como queda de manifiesto en la propia historia del alfabeto latino y cómo éste procede del etrusco, que, a su vez, procede del griego. Son por tanto artefactos de precisión, modelados por el uso de siglos, que encuentran en la tipografía su expresión más pura y exacta. Por otro lado, un mismo alfabeto o sistema de escritura ofrece variaciones dependiendo de la cultura en la que se haya desarrollado.
Los alfabetos son artefactos de precisión que encuentran en la tipografía su expresión más pura y exacta.
Más allá de estos excepcionales vaivenes mencionados en el artículo de Lola Pons, cada cultura tiene en su propio alfabeto uno de sus cimientos y toda esta amalgama de diferencias y matices conforma un tesoro tipográfico, lingüístico y cultural.
Un ejemplo cercano es el de la lengua española, que cuenta con una letra exclusiva como seña de identidad. Pero no hay duda de que todas las culturas de la Tierra están contaminadas las unas de las otras. Históricamente, las culturas crecen y evolucionan al estar en contacto las unas con las otras.
las fuentes multiscript
Es evidente que unos alfabetos tienen más presencia que otros, pero todos ellos en su conjunto conforman un patrimonio común, materializado en caracteres tipográficos. Es habitual actualmente que una fuente tipográfica abarque, además del latino, al menos los alfabetos helénico y cirílico.
Una fuente tipográfica compuesta por distintos alfabetos está diseñada según criterios unitarios. Es decir, todas las letras de los alfabetos elegidos para formar una misma familia poseen el mismo ADN tipográfico, son letras hermanas, sean del alfabeto que sean.
A su vez, de un tiempo a esta parte afloran diseñadoras y diseñadores tipográficos cuyos alfabetos maternos son el árabe u otros menos representados, a la par que aparecen proyectos como Type Platform, un espacio de conocimiento, reflexión e investigación tipográfica alrededor de estos sistemas de escritura infrarrepresentado al que dedicamos un artículo aquí en Gràffica hace pocos meses.
Puedo escribir mi nombre con todos los alfabetos posibles y nunca dejará de ser mi nombre. Puedo imaginar una misma fuente tipográfica conformada por todas las letras de todos los alfabetos: una tipografía universal.
¿una tipografía universal?
Sé que esa tipografía universal sería una criatura imaginaria, como aquellas que recopiló Borges, pues no soy capaz de concebir el modo de conjugar la escritura árabe con la latina y la vez con la china y así hasta completarlas todas, aunque tal vez haya alguna manera de hacerlo.
Es necesario que la tipografía deje de ser latinocéntrica y sea consciente de que millones de personas que usan internet (y por lo tanto usan tipografía) lo hacen a través de alfabetos no latinos
Es una idea quizás descabellada, lo sé, pero que me lleva a pensar en el poder de las letras, en sus formas infinitas y familiares. También en la necesidad de que la tipografía deje de ser latinocéntrica y sea consciente de que millones de personas que usan internet (y por lo tanto usan tipografía) lo hacen a través de alfabetos no latinos.
El mundo es diverso y la diversidad es un tesoro que debemos conservar. La tipografía debe estar atenta a esta diversidad y erigirse en el medio para conservar todas nuestra valiosas letras. Sé que en muchos casos esto ya está sucediendo y me alegro mucho por ello. Porque una letra, una sola letra de cualquier alfabeto, es un hallazgo humano de valor incalculable.