El mundo se acaba y nosotros nos bajamos aquí. Acabamos de recibir el nº1 de la newsletter de donserifa, donde Pedro Arilla —diseñador de tipos en la empresa londinense FontSmith— comparte con sus suscriptores sus descubrimientos y reflexiones en torno a esta disciplina tan rica y compleja. Al final del texto encontramos la sorpresa de Pedro ante una iniciativa tan descabellada como sorprendente: un diseñador se propuso el reto de producir una fuente en un día y subirla al repositorio de Google Fonts. Para nuestra extrañeza, se la han aceptado… veamos por qué nos extraña.
El diseño de tipos es algo muy serio. Requiere habilidades artísticas (de dibujo y control del espacio, sobre todo), técnicas (la producción es muy compleja y tediosa) y estratégicas (la mayor parte de las veces hay que vender el producto, y todos sabemos lo difícil que es eso), además de mucha paciencia y dedicación (normalmente una familia con varios pesos puede tardar unos 6 meses aproximadamente en ver la luz, y eso en alfabeto latino, en chino es una locura).
James Barnard, inspirándose en los One day builds de Adam Savage, se levantó un día decidido a hacer lo mismo con la tipografía, seguramente pensando que algo así podría viralizarse —de hecho, lo hizo—. Tenía 3 letras dibujadas en su libreta como base de una tipografía para titulares, y se puso manos a la obra.
En 11-12 horas —no nos cuenta cúanto durmió ese día— tenía la póliza dibujada en Illustrator, descargó Glyphs, estudió unos tutoriales, importó (unas dos horas más) y empezó a espaciar; en una hora ajustó la prosa, y dos horas más para el kerning (en fin). En 24 horas, si nos creemos al bueno de James, subió su fuente a Google Fonts, y se la aceptaron, recomendándole, eso sí, terminarla, aunque fuera en contra del objetivo del proyecto.
¿Dónde está la gracia de todo esto?
La tipografía de James, Odibee Sans, no es demasiado original; su autor ha buscado un estilo que le permitiera dibujar rápido y sin demasiados ajustes perceptivos (dibujar un palo seco es complicadísimo, mucho más que una romana), de ninguna manera podía hacer algo así con una tipografía para texto, y tampoco ha sido muy original, de modo que la humanidad no ha salido ganando gracias a esta iniciativa. El único beneficiado ha sido el ego de James, y puede que su cuenta corriente, porque estas ocurrencias, cuando se viralizan, atraen encargos y nuevos proyectos.
No nos parece mal la búsqueda de notoriedad, pero nos molesta que se haga a costa de una disciplina tan querida. El único mérito de este proyecto es… ¡la prisa! Podría haber estudiado los huecos del catálogo de Google Fonts, ofreciendo soluciones a problemas reales, creando algo realmente útil, aunque hubiera tardado una semana o un mes… o podría haber buscado algún software paramétrico que le ayudara a acelerar el proceso de dibujo de una tipografía más compleja, y de ese modo aportar algo a los demás…
Lo dicho, nosotros nos bajamos en esta parada.