En unos días se celebrará la festividad autonómica en la Comunidad Valenciana, una celebración que se ilustra cada año con un cartel que intenta comunicar el hito a toda la ciudadanía de las tres provincias valencianas.
«Haz lo que quieras, pero que sea un 9». Esa parece la consigna. Algo así como lo de «lo que quieras, pero que parezca un accidente».
Y es lo que parece: un accidente. No es que el diseño de Ana Asunción o la ilustración de Nuria Tamarit estén mal; como cada año a unos les parecerá maravilloso y a otros horrible. Es lo que tiene el diseño público. Lo importante es el objetivo que se persigue con ello.
Es cierto que aquí estamos escasos de símbolos o iconos que sean de consenso para todas las partes ideológicas. Hasta el nombre es objeto de discusión (País, comunidad o reino), por ello los políticos optan por el camino más simple. Pon un 9 y todos contentos. El proyecto se resume en tener más o menos virtuosidad en dibujar un 9.
Y ahí es donde deberían entrar los creativos. Si todos los años pintamos un 9, el objeto de la comunicación se convierte en irrelevante. Qué más da lo que hagan los diseñadores, el año que viene tendremos otro 9 con los colores propios (azul, amarillo y rojo) y poco más.
Ese no debe ser el objeto de la comunicación de la fiesta de una región rica en miles de cosas de las que sentirse orgullosos y sacar a relucir.
No se puede quedar en un simple 9 la representación más importante de la Generalitat Valenciana.
Los diseñadores somos los encargados de aportar otras visiones, otras maneras de contar un relato que tiene que ir más allá de un simple número.
Pero para ello debemos de ser rebeldes y el sistema no parece el más adecuado para ello. Ahora mismo las asociaciones responsables están con los brazos caídos, sin molestar demasiado, no sea que los políticos se den la vuelta y decidan no contar con ellas.
Es hora de reivindicar un cambio.
El cambio pasa en primer lugar por cambiar el concepto. Hay miles de símbolos y relatos que cuentan más que un 9. Y, por supuesto, hay que contar algo que sea original. Si queremos un abrazo de Genovés, que sea el original y no una versión del mismo. Crear significa precisamente eso: aportar algo nuevo.
Y, en segundo lugar, hay que poner uno de los máximos exponentes de la comunicación institucional al nivel que merece. Recibir el encargo de hacer la comunicación del 9 d’Octubre debe ser algo que contenga el componente de prestigio. Debería ser un proyecto que se convirtiera casi en premio, no en encargo. Y eso no se debe hacer encargándolo en un concurso de portfolios.
Una especie de Premio Nacional Valenciano, bien remunerado para permitir al autor dedicarse en cuerpo y alma. Ahora mismo es un encargo más.
Y por otro lado, ¿todavía estamos pensando en hacer un cartel? ¡¿Un cartel?!
En un mundo que ha evolucionado mucho a nivel de comunicación parece que hay cosas que todavía se vislumbran como hace un siglo. No es que el cartel no sirva, que sirve, pero tenerlo como objetivo es muy poco reconfortante.
Me gustaría que el año que viene la propuesta fuera otra. Que el trabajo se encargara a un diseñador con solvencia para que indagara y buscara durante un proceso de trabajo largo y meditado la manera de contar y comunicar qué es la Comunidad Valencia, el País Valencià o el Reino de Valencia. Que todos y cada uno de los valencianos y valencianas se identificaran con esa imagen y que todos nos sintiéramos orgullosos del resultado.
Ahora mismo solo esperamos un nuevo accidente gráfico. ¿Cómo será el 9 del año que viene?