El artista francés Christian Boltanski, galardonado con el Premio Internacional Julio González 2014 por parte del IVAM, presenta en la institución valenciana una exposición sobre la pérdida, la soledad y la muerte
«Al final, nos convertimos en un montón de cenizas». La reflexión de Christian Boltanski (París, 1944) puede parecer algo pesimista. Sin embargo, esta declaración no podría ajustarse mejor a sus producciones artísticas. La pérdida, la soledad, la muerte y la memoria son temas recurrentes en sus obras, y así se refleja en la exposición Départ – Arrivée, que se podrá visitar en el Institut Valencià d’Art Modern desde el 5 de julio hasta el 6 de noviembre.
Siete instalaciones conforman la particular visión de este artista francés ante el inevitable paso del tiempo. «Son auténticos espacios teatrales» ha apuntado José Miguel G. Cortés, director del IVAM. «Boltanski no tiene tanto interés en que el espectador se sitúe frente a la obra; lo que quiere es que entre en ella, que se introduzca en esa experiencia de sensaciones visuales y auditivas», ha concluido.
Les tombeaux (1996), al inicio del recorrido, remite directamente a la muerte a través de un símbolo cultural perfectamente reconocible en el imaginario colectivo: el ataúd. La Réserve des Suisses Morts (1991), pieza perteneciente a la colección del IVAM, toma el relevo después para recrear una metáfora de la vida misma sirviéndose, para ello, de torres a punto de derrumbarse.
La Traversée de la vie (2015) y Départ – Arrivée (2015), por otra parte, se presentan como dos infraestructuras en las que, según el artista, «el público tiene que atravesar unos velos que representan la evanescencia de la vida». Por último, Reliquaire (1990) y Archives de l’année 1987 du Journal El Caso (1987) recogen fotografías de criminales y víctimas, y obligan al espectador a cuestionarse quiénes son los delincuentes y quiénes, al contrario, las personas inocentes.
La exposición, así, se plantea como un viaje espiritual más que como una consecución de obras independientes. Ello, acompañado de un ambiente fúnebre y en continua penumbra, hace de Départ – Arrivée una exposición directamente destinada a hacernos reflexionar. Así lo confirma, también, su creador: «Debemos hablar de manera suficientemente general para que cada uno pueda reencontrar algo de su propio pasado, de su propia cultura, de sus propios deseos».
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