Cuando ellas tengan treinta, por Mireia Campos

Se cumplen quince años del nacimiento de Gràffica. Se dice rápido, pero hace quince años tenía 18 y llevaba pocos meses estudiando la carrera. Sería muy poco después cuando descubriría la existencia de la revista para rápidamente convertirse en un referente como la diseñadora gráfica frustrada que ya era. Miro hacia atrás, pero en este artículo también me apetece mirar hacia delante: ¿cómo será la industria cuando Gràffica cumpla 30 años?, ¿cómo será la industria cuando las que ahora tienen quince cumplan treinta? Esa edad en la que parece que todo empieza a cambiar. Esa edad en la que empiezas a ser visible en reuniones, a sentir que hay respeto profesional por tu trabajo, a ver que tu opinión es tomada en cuenta, y un largo etcétera de privilegios que anteriormente no tienes (y sí tienen tus compañeros hombres veinteañeros). Pero primero toca analizar de dónde venimos. Al fin y al cabo, mi experiencia es como la de muchas millennials: la de estar en medio. Hemos sufrido menos que nuestras compañeras predecesoras, pero quiero pensar que sufriremos más que las que vienen por detrás. Porque claro, antes uno de los publicistas más prestigiosos del país podía decirte que a las mujeres no se les da bien el humor en publicidad. Como si no supiésemos de humor. Como si en la resiliencia casi obligatoria que tenemos que vivir una y otra vez no hubiese siempre un gran componente de humor. ¿Cuántas veces nuestras predecesoras habrán preferido reír a llorar? Estamos en medio. Por eso, cuando empezaba a trabajar en publicidad, tu jefe podía pedirte que fueses maquillada a la reunión con el cliente o te hacía bromas sobre tu orientación sexual si llevabas una camiseta de cuadros (basado en hechos reales, por cierto). Supongo que todavía estábamos en un espacio que no nos pertenecía. O un espacio en el que algunos estaban completamente desubicados. De hecho, tengo que confesar que muchas veces me he preguntado qué cosas tuvieron que escuchar y vivir Sandra Figuerola y Marisa Gallén (La Nave) en su momento. Alguna que otra anécdota deben de tener, eso seguro. En mi caso, busqué un camino que fuese más conciliador y más seguro; trabajar de manera independiente. Soy de esas personas que empezaron a marchitarse y decidieron no continuar trabajando en una agencia de publicidad. Cuando tienes 26 años no sabes detectar qué no está encajando, pero sabes que algo no está encajando. Ahora sabemos que hay muchas mujeres que han pasado y están pasando por lo mismo. Y todo ello gracias al estudio Por qué te vas que en Más Mujeres Creativas —y con Alejandra Chacón a la cabeza— publicamos a principios de este año. Por primera vez, existen datos objetivos sobre la situación de la mujer en el sector y cuáles son las razones que explican su salida de las agencias. Pero quisiera partir de un dato más general y que —ciertamente— asusta mucho: el 75% de los y las profesionales no se imaginan trabajando en una agencia de publicidad en 10 años. Ni lxs más jóvenes, ni lxs menos jóvenes. Y si centramos el dato en los menores de 30 años, prácticamente 1 de cada 2 hombres se plantea abandonar su trabajo en agencia. Algo está pasando y no solamente a nosotras. Una reunión a las seis de la tarde tambalea la vida personal de cualquiera. Y más si es para aplicar nuevos cambios de cliente. Vivimos de nuestras ideas. Y nuestras ideas nacen de los estímulos que somos capaces de acumular. Si no tenemos tiempo para el ocio y la inspiración, quitamos espacio al descanso. Llegar a las 20:30 a casa, cenar, preparar el táper y dormir no te hace sentir la persona más afortunada del mundo. Entiendo que estaremos de acuerdo en ello. Así que decides acostarte tarde a cambio de leer un rato o ver esa película que tenías apuntada en las notas de tu móvil. Por no hablar de la dedicación al trabajo fuera de horario laboral: casi el 50% de los y las creativas trabajan de noche, y lo hacen habitualmente. Un porcentaje que aumenta cuando se trata de personas con hijxs. Y que aumenta todavía más cuando se trata de mujeres con hijxs. «Dependo de las noches que son mi salvación. Cuando mis hijas duermen, yo echo horas», compartía una directora creativa ejecutiva en el estudio. Hablamos de agotamiento mental generalizado. Pero también hablamos de conciliación. Y en el sentido más amplio de la palabra. Conciliar es apuntarte a cerámica, ir al cine o a una expo, estar con tu gente, cuidar de tu perro o tu familiar enfermo… Y también es el derecho a tumbarte en el sofá y no hacer nada que luego puedas aprovechar en la rueda productiva en la que vives. Pero quiero pensar que cuando ellas tengan treinta, será diferente. Y a riesgo de sonar un poco naíf, me gustaría que este fuese un alegato a favor de una industria más feminista, más conciliadora y con más espacio para el respiro mental y físico que tanto necesitamos. Al fin y al cabo, cuando nos vamos, no lo hacemos para dedicarnos a otra profesión, lo hacemos para buscar una forma más sana de seguir viviendo de nuestra vocación. Que empiece el alegato. Cuando ellas tengan treinta, serán tan visibles que serán llamadas a ser jurado en los principales festivales del sector. Habremos oído sobre su reciente ascenso, las habremos visto subir una y otra vez a recoger premios, y serán el nombre que aparezca en los titulares que lleguen a nuestra bandeja de entrada. Cuando ellas tengan treinta, habrá aumentado el porcentaje de mujeres emprendedoras. Mujeres haciendo cosas, ¡mujeres haciendo cosas! O lo que es lo mismo: mujeres decidiendo cuál es el valor de su trabajo, hablando de dinero y rompiendo con los miedos heredados. Cuando ellas tengan treinta, y decidan ser madres (si lo deciden), no quedarán fuera de los proyectos más interesantes y que hacen prosperar su carrera, como ahora afirman el 34% de las mujeres creativas que son madres. Una realidad que queda demasiado cerca de la experiencia que vivió mi madre en los noventa cuando fue relegada de su puesto de trabajo tras volver de su baja por maternidad y sustituida por un compañero «porque ahora no puedes viajar». Nadie le preguntó, claro. Cuando ellas tengan treinta, y decidan no ser madres, desde la agencia no se aprovecharán de su flexibilidad: podrán escoger sus vacaciones cuando también lo hagan sus compañeros y compañeras con hijxs, también decidirán tener una jornada reducida si así lo necesitan y nadie se sorprenderá por ello, y no serán la persona que siempre pringa porque nadie las espera en casa. Cuando ellas tengan treinta, me niego a aceptar que todavía sufran acoso sexual en el trabajo. O que sus compañeros sientan la libertad de hacer comentarios sobre su físico. Aunque por ahora puedo dejar constancia de algo que Lucía Lijtmaer compartía en un capítulo de Deforme Semanal: «Entre nosotras, nos lo contamos todo». No sé si era así hace quince años, pero ahora lo es y es liberador. Cuando ellas tengan treinta, destacarán la pasión y la originalidad como sus capacidades principales en el trabajo, en lugar de la productividad y la organización como sí hacen a día de hoy. Significará que su talento no está ligado a los estereotipos de género. Cuando ellas tengan treinta, no basarán su identidad en su profesión. Y serán más fuertes, mucho más fuertes. Porque alimentarán con el mismo cariño todos los pilares de su vida y si un día el pilar del trabajo se tambalea, respirarán hondo, analizarán la situación con perspectiva y saldrán por la puerta manteniendo la misma calma que tenían al entrar por la mañana. Y cuando ellas tengan treinta, Más Mujeres Creativas no existirá. Habremos conseguido nuestro propósito y este artículo no será una enumeración de peticiones imposibles. Será una realidad. Y por el camino, habremos tenido en cuenta a todas, sin excepción. Igual que MMC me sostuvo cuando no éramos más que un colectivo. Un grupo de mujeres que en 2016 decidimos poner un granito de arena tras otro y así propulsar el talento creativo femenino en nuestro país. Creando jornadas de visibilidad, haciendo que el talento emergente suba al escenario del Kursaal (Donostia) en el festival CdeC con la iniciativa 36 Hercios, organizando eventos de networking, lanzando campañas de concienciación, comisariando talento para los jurados de los principales festivales del sector, y un largo etcétera de iniciativas que siguen y a las que se han sumado muchísimas más como Una de Dos, la más ambiciosa y con la que conseguiremos que en 2030 haya Una de Dos directoras creativas en España. Si no hay espacios seguros, no nos quedamos quietas: nos juntamos y los creamos. La actitud es otra y el hambre también. Lo veo a mi alrededor y lo veo en mis alumnas en CANELA Espacio Creativo (@tienescanela). Las nuevas generaciones llegan a los espacios sabiendo que les pertenecen. Su sensibilidad es infinitamente más amplia que la de aquellas personas que nunca se han revisado. Se rodean de personas del colectivo para ser la mayoría y no una minoría. Y sus compañeros hombres de la misma edad tienen una mayor conciencia sobre las desigualdades que sufren ellas por el mero hecho de ser mujeres. Prefiero pensar que lo lograremos. Pero manteniendo los ojos y las orejas bien abiertas para detectar cualquier paso atrás. Texto integro publicado en la Revista 33 - 15 Aniversario - El futuro del ayer.

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