Cascos que salvan vidas y cocinas que respiran: así ha sido el palmarés de los Premios DesignEuropa 2025

La edición de 2025 de los Premios DesignEuropa dejó dos imágenes claras desde Copenhague: la seguridad ciclista como prioridad urbana y la elegancia funcional en la cocina como estándar industrial.

Overade se llevó el galardón de Emprendedores y pequeñas empresas con un casco inteligente para ciudad; Ciarko Design firmó el triunfo en la categoría Industrial con una campana extractora sobria y eficaz. España, además, asomó con fuerza entre los finalistas con Cecotec y el proyecto de estación de carga de la diseñadora turolense María García Mansilla. Y hubo dos nombres propios que redondearon el relato: el joven rumano David Borovic, premiado como Next Generation, y la neerlandesa Hella Jongerius, distinguida por su trayectoria.

Copenhague premia utilidad y forma

Celebrados el 23 de septiembre en la capital danesa, los Premios DesignEuropa, impulsados por la EUIPO, volvieron a subrayar la idea de que la innovación no es un gesto estético sino un modo de resolver problemas reales con inteligencia formal. El casco Overade Life, ganador entre pymes y emprendedores, integra luces y conectividad inalámbrica para aumentar visibilidad y seguridad en entornos urbanos; un producto que entiende el ciclismo como infraestructura social y no solo como deporte.

En el terreno industrial, la victoria de la campana Mono de Ciarko Design reivindica esa categoría de objetos que parecen “desaparecer” en la cocina sin renunciar a eficacia. Diseño limpio, integración amable y rendimiento técnico sólido: un tríptico que funciona sin necesidad de alardes ni artificios. El jurado valoró precisamente esa conjunción equilibrada entre forma, tecnología y conciencia ambiental.

España quedó a un paso del podio en la categoría Industrial con dos historias que merece la pena mirar de cerca. Por un lado, el Bicinete de Cecotec, una propuesta de movilidad urbana que ofrece un enfoque práctico y sostenible, síntoma de cómo el ecosistema valenciano está empujando con fuerza en transporte ligero y e-mobility. Por otro, ‘The Solar Trees’, la estación de carga para vehículos eléctricos de Fastned diseñada por María García Mansilla, que toma la metáfora del árbol para crear sombra y energía; un gesto visual que ordena la experiencia de uso y hace visible la transición energética sin perder legibilidad pública.

La cita de Copenhague se cerró también con dos reconocimientos de peso. El premio Next Generation fue para David Borovic (Timișoara, Rumanía) por una trayectoria temprana donde sobresale SYNTHESIS, bicicleta eléctrica híbrida con marco modular y enfoque de sostenibilidad material; un recordatorio de que la bicicleta sigue siendo un laboratorio privilegiado para pensar ciudad y fabricación contemporánea.

Y la gran ovación de la noche se reservó para Hella Jongerius, distinguida por su trayectoria —textil, mobiliario, color, investigación de materiales— y por una manera de diseñar que siempre ha empujado a la industria a reconsiderar el impacto ambiental sin perder el vínculo humano. Un premio que la sitúa en la misma línea de referentes como Dieter Rams, Maria Benktzon, André Ricard, Hartmut Esslinger o Giorgetto Giugiaro, reconocidos en ediciones anteriores.

El diseño como motor económico (y cultural)

En su intervención, João Negrão, director ejecutivo de la EUIPO, resumió el espíritu de estos premios: diseñadores como cerebros invisibles de productos icónicos, elegidos no solo por prestaciones técnicas sino por innovación estética. Más que una frase de efecto, es una radiografía de cómo consumimos hoy: compramos uso, sí, pero también experiencia y lenguaje visual. Reconocer a talentos emergentes junto a figuras legendarias —dijo— es apostar por un ecosistema vivo que protege y promueve el diseño europeo.

El dato económico acompaña el relato cultural. Un estudio conjunto de 2025 entre EUIPO y la Oficina Europea de Patentes cifra el efecto de los derechos de diseño sobre el rendimiento empresarial: +29,3 % en ingresos y +24,8 % en salarios. No es una anécdota estadística, es una pauta: cuando la forma está protegida, la inversión en diseño encuentra retorno y la cadena de valor se activa. Entre 2003 y hoy, la EUIPO ha recibido más de 1,9 millones de diseños, con Alemania e Italia como locomotoras del registro; una base documental que incluye desde la Bialetti Moka hasta el bloque Lego o el Porsche Turbo.

El jurado, compuesto por profesionales del diseño, la academia, la empresa y la propiedad intelectual, insistió en la doble vara con la que debe juzgarse un buen diseño: resolver y emocionar. Sune Stampe Sørensen, director de la Oficina de Patentes y Marcas de Dinamarca y miembro del jurado, lo expresó con claridad al felicitar a ganadores y finalistas: pasión y determinación para elevar la estética mientras se solucionan problemas reales. Copenhague, por un día, fue un mapa de esa ambición compartida.

Si miramos el palmarés con ojos de sector, asoman tres líneas. La primera es la ciudad como escenario del diseño: cascos que no son accesorios sino capas de seguridad urbana; mobiliario y equipamiento que traducen políticas públicas de movilidad y salud. La segunda es la cocina como espacio simbólico de la vivienda contemporánea: menos gesto ornamental, más silencio técnico que hace habitable el día a día. La tercera atraviesa a ambas: la energía. Desde el pedaleo asistido hasta la recarga eléctrica bajo “árboles solares”, el diseño configura cómo nos movemos y cómo nos conectamos a la red, con una sensibilidad creciente por el impacto material.

Para España, la foto de Cecotec y María García Mansilla como finalistas dibuja una oportunidad: competir no solo con precio o capacidad industrial sino con lenguaje y experiencia. Valencia y Teruel —dos territorios que rara vez comparten titulares de innovación— aparecen aquí enlazados por la misma aspiración: que la forma también cuente.

Los Premios DesignEuropa, ya instalados como cita anual en el calendario internacional, han pasado por Milán, Varsovia, Eindhoven, Berlín y Riga. Que en 2025 se hayan celebrado en Copenhague no es casual: es una capital donde el diseño no solo se exhibe, se vive. El mensaje de esta edición, sin embargo, trasciende sedes y fotos oficiales. Nos recuerda que el diseño europeo sigue siendo competitivo cuando se mira a sí mismo con honestidad: diseñar es reducir fricción en la vida cotidiana, y hacerlo con un vocabulario propio. Overade, Ciarko, Borovic y Jongerius representan, cada uno a su escala, esa ecuación que la EUIPO pone en primer plano: proteger la forma para impulsar la innovación.

En tiempos de algoritmos y prisas, este palmarés reivindica la calma de las decisiones bien tomadas. Las luces del casco que parpadean en una avenida húmeda. El murmullo discreto de una campana que deja la cocina en orden. El marco modular de una bici que invita a pensar en circularidad. La paleta de color que, desde un tejido, nos recuerda que el diseño es también tacto y memoria. Tal vez ahí esté la verdadera noticia: Europa aún sabe convertir buen gusto en buen uso, y viceversa.

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