«Brother, sos lo que hacés», por Víctor Palau

Esa frase, al estilo argentino, lo dice todo. Y en el caso de Brother, deja las cosas demasiado claras: si sos lo que hacés, está claro que sois una escuela tóxica y peligrosa. Una institución que ha confundido la formación con la farsa, el aprendizaje con el espectáculo, y la responsabilidad con la pura impostura. Las escuelas donde los propietarios, adultos casi abuelos, se disfrazan de jóvenes con gorrita y pintas juveniles son un peligro para esta profesión. Una profesión que parece negarse a aceptar la dignidad de envejecer. ¿Por qué el esfuerzo de aparentar lo que no se es? Déjate de gorras, tatuajes, monopatines y esas máscaras juveniles que no ocultan el verdadero problema: la falta de profundidad, rigor y profesionalidad en vuestro modelo educativo. Cuando una escuela parece más un desfile de modas que un espacio de aprendizaje, hay algo que no encaja. Más tatuaje que intelecto. Más gorras que cabezas pensantes. Más monopatines que pasión por construir una profesión. Una fiesta constante donde drogas y alcohol son la norma no puede ser bueno para nadie ni para nada. Brother basa su propuesta educativa en un concepto mal entendido del éxito y la diversión. No, formarse no tiene que ser aburrido ni extenuante, pero tampoco un eterno "baile de amiguetes de fiesta". Educar no es construir un parque temático donde los profesores compiten por ser los más "cool", ni un escaparate donde los alumnos se convierten en trofeos para presumir en redes sociales. Si eres lo que haces, Brother, eres una escuela de mierda. Porque lo que hacéis ahí, según los testimonios, no es formar ni educar, sino convertir la relación entre profesores y alumnas en un juego de poder, de persecuciones y favores. Un lugar donde el éxito profesional se usa como cebo para conseguir algo más: relaciones que cruzan líneas, y cuando esas líneas no se cruzan, ese mismo poder se utiliza para destruir la autoestima y las esperanzas de las personas. Una escuela debe ser otra cosa. Un lugar serio y riguroso donde el aprendizaje esté construido sobre la humildad y el esfuerzo, donde se trabaje para ofrecer a los alumnos herramientas reales para desarrollar sus carreras y sus vidas. Un lugar donde el objetivo no sea el postureo o la fiesta, sino la construcción de un futuro creativo con valores sólidos y éticos. Brother y otras escuelas que juegan a ser “cool” deberían dejar de lado ese disfraz de modernidad vacía y preguntarse si están realmente formando profesionales o simplemente creando espejismos. Si las escuelas son el lugar de las personas "cool", entonces la profesión está condenada. Lo que necesitamos son espacios donde profesores, tutores y directores sean guías, referentes y luces que ayuden a los alumnos a encontrar su propio camino, no un club privado de egos gigantes donde la educación se diluye entre fiestas y comportamientos cuestionables. Brother, si sos lo que hacés, la conclusión es clara. Y no deja en buen lugar ni a la escuela ni a lo que representa. El futuro de la profesión merece más. Mucho más.

«Brother, sos lo que hacés», por Víctor Palau

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