Anna Weyant irrumpe en el Thyssen: adolescencia, humor negro y tradición pictórica

Del 15 de julio al 12 de octubre de 2025, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza acoge la primera exposición monográfica en un museo de Anna Weyant, artista canadiense nacida en 1995 y una de las voces más singulares del nuevo realismo figurativo internacional. La muestra, comisariada por Guillermo Solana, reúne 26 obras recientes —entre lienzos y trabajos sobre papel— que se exhiben en diálogo directo con cinco piezas históricas de la colección permanente seleccionadas por la propia autora.

Weyant, representada por la influyente galería Gagosian, se ha hecho un nombre con sus pinturas de jóvenes mujeres atrapadas en atmósferas enrarecidas, casi oníricas, donde lo doméstico y lo teatral conviven con una extraña sensación de expectativa, como si todo estuviera a punto de derrumbarse. Su estilo figurativo bebe sin complejos del Barroco, del simbolismo y del surrealismo de entreguerras, pero también se alimenta de la cultura visual estadounidense y del cine contemporáneo, combinando técnica, melancolía y una buena dosis de humor negro.

Un espejo contemporáneo en el corazón del museo

La instalación no solo muestra la obra de Weyant como una declaración de estilo, sino también como una conversación intergeneracional con la historia del arte. Junto a sus cuadros, se exhiben piezas del museo firmadas por Mattia Preti, Piazzetta, Magritte, Christian Schad y Balthus. Estos vínculos no son casuales: hay un diálogo explícito con temas como la fugacidad del tiempo, la construcción de la identidad o la aparición de lo siniestro en lo cotidiano.

Por ejemplo, en obras como She Drives Me Crazy (2022), procedente de la colección privada de Marc Jacobs, la figura femenina se mueve entre la autoparodia y la vulnerabilidad. Mientras tanto, naturalezas muertas con globos desinflados, lazos deshechos o flores marchitas prolongan esa tensión entre lo bello y lo decadente. Estas imágenes se relacionan con cuadros como El concierto (ca. 1630-35) de Preti o La partida de naipes (1948-50) de Balthus, donde también hay un juego de apariencias, teatralidad y pulsiones ocultas.

Una artista que reflexiona sobre crecer, mirar y ser mirada

Durante los últimos ocho años, Weyant ha construido un imaginario en torno a la adolescencia femenina, con personajes que parecen vivir en una casa de muñecas ligeramente torcida o en un cuento de hadas con final incierto. Ese mundo en suspensión no es un simple decorado, sino un espacio narrativo desde el que la artista lanza una mirada crítica y sensible a los roles de género, las relaciones afectivas o las normas visuales que rigen la representación de las mujeres en el arte y los medios.

En ese sentido, su propuesta se sitúa en la encrucijada entre la nostalgia por la pintura tradicional y una conciencia contemporánea profundamente feminista. Anna Weyant no pinta como una provocadora ni como una iconoclasta, sino como alguien que conoce y respeta la historia del arte para cuestionarla desde dentro, cuadro a cuadro.

Más info: museothyssen.org

Salir de la versión móvil